¿Quién nos iba a decir que la descubridora de la radioactividad iba a tener una vida personal tan intensa? Han pasado algo más de 80 años desde que falleció y, prácticamente, lo ignorábamos todo sobre su vida personal. Es cierto que en casos como los de Stephen Hawkins, Albert Einstein, Roberto Hoppenheimer o Werner Heisenberg, sus descubrimientos trascienden con mucho a su dimensión individual.
Ocurre lo mismo en el arte: la vida personal de artistas del siglo XX como Picasso o Dalí fueron auténticas catástrofes y si midiéramos su legado por lo que fueron sus vidas, sin duda quedarían muy desvalorizadas. Por tanto, no estamos muy seguros de que realizar un biopic sobre la primera mujer que recibió, no uno sino dos Premios Nobel, sea una buena idea. La obra es superior al artista. Pero, al menos, hay que reconocer que los 95 minutos de duración de esta cinta de Marie Noëlle, al menos, son gratificantes y nos enseñan algo sobre la descubridora del Radio y del Polonio.
La directora ha pretendido, sin duda, magnificar la figura de Marie Curie por lo que tiene de mujer apasionada. La historia nos sitúa a la científica que ha perdido a su marido y compañero de investigaciones en un trágico accidente. Nos encontramos en los primeros años del siglo XX. La ciencia es “cosa de hombres”. Así que, una mujer que, para colmo está viuda, es treintañera y tiene dos hijos, difícilmente podría abrirse camino de no ser una investigadora genial. No puede evitar enamorarse de otro compañero de profesión, Paul Langevin, hombre casado y siete años más joven que ella; uno de sus antiguos alumnos, por más señas. Recibe el Premio Nobel y, paralelamente decide hacer pública su relación. Esto colma el vaso: sus detractores la tacharán de adúltera y llegan a asediar su domicilio. Einstein, intentó sacarle las castañas del fuego a la científica. Su defensa dejaba mucho que desear y demostraba cierto machismo: la Curie, vino a decir, era inteligente y apasionada, pero en absoluto atractiva y, desde luego, su belleza no representaba una amenaza para ningún matrimonio. Sheldon Cooper no hubiera hecho una defensa menos eficiente. Sí, a veces con amigos así no hacen falta más enemigos.
De esto va la película: así pues, no es una biografía de Marie Curie, sino, en sentido estricto, una narración de aquellos locos años de su vida.
Se trata de la primera película dirigida por la alemana Marie Noëlle Sehr que previamente ha sido guionista de películas que remiten siempre a un tempo pasado: Luís II (2012), La mujer del anarquista (2008), incluso en la única película en la que ha trabajado como actriz ha sido en Picasso in München (1997). La dirección es rigurosa, la interpretación potente, el casting exigente y el montaje fluido. El papel protagonista corre a cargo –como no podía ser de otra manera- de la actriz polaca Karolina Gruszka que va por algo más de dos docenas de películas de las que Inland Empire (2006), La hija del capitán (2000) y La Salvación (2015) son las que han llegado a Europa Occidental. Obviamente, la Gruszka supone una versión “mejorada” de la científica, pero el cine es el cine, por mucho rigor que pueda tener el guión.
La película entretiene pero tiende a banalizar la figura de la científica. Sitúa al personaje al nivel de la telebasura y de la prensa del corazón. No es serio: un actor sabe interpretar o no sabe; eso es lo único que cuenta, no si le pega el salto a su mujer o se ha salido o no de la ebanistería. Lo que cuenta en un científico –lo que debe contar por encima de cualquier otra consideración- es si ha contribuido a hacer avanzar las fronteras de la ciencia y en qué medida. El resto, es irrelevante y mucho más a ochenta años de distancia. El caso Curie-Langevin es una anécdota en relación a su contribución científica. Por tanto, aun a pesar de habernos gustado la película y de recomendarla, cuando se han encendido las luces de la sala, no estamos muy seguros de si era éste el planteamiento que merecía Marie Curie quien, por lo demás, ya había advertido sobre la desconexión entre su trabajo científico y su vida privada. Si esta era su voluntad en 1910, con más razón habría que respetarla algo más de 100 años después.
Es muy interesante la fotografía, la música y las primeras secuencias, en técnicas cinematográficas, para trasladarnos a una época.
Película recomendada a quienes busquen la expresión de sentimientos a través de fotogramas, a los habituales a los biopics y a los interesados por la relación entre mujer y ciencia. Estos serán, sin duda, los que mejor sabrán apreciar los valores de esta cinta.
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