Crítica de Eddington por Anna Bayón
La nueva propuesta de Ari Aster (Hereditary) vuelve a sorprender, aunque no para bien, en un film que disecciona la sociedad estadounidense concentrada en un pequeño pueblo de Nuevo México.
Sinopsis:
Durante la pandemia de COVID, en 2.020, el sheriff de Eddington, Joe Cross (Joaquín Phoenix), un negacionista algo peculiar, se enfrenta al alcalde Ted García (Pedro Pascal) y lidia con una complicada vida personal junto a su esposa Lou (Emma Stone) y su suegra (Deirdre O’Connell). Los acontecimientos en Estados Unidos con el movimiento Black Lives Matters provocan revueltas en el pueblo y exponen los problemas reales de racismo e intolerancia. El caos estalla cuando afecta a la propia comisaría y a sus integrantes.
Estamos ante una película que exhibe a los personajes como representantes de la sociedad estadounidense. Aster, en un acto de maestría, escoge un gran elenco para interpretarlos: el protagonista absoluto: el sheriff, encarnado de forma sublime por Phoenix --como todo lo que hace—se muestra al margen de la ley que, precisamente, va pregonando y, además, se niega a cumplir las normas, como el uso de mascarilla, por ejemplo, queriendo instaurar sus propias reglas, de ahí la enemistad con el alcalde, un Pedro Pascal (Materialistas) que interpreta a un hispano que logró el puesto a base de esfuerzo y vela por los suyos. Emma Stone (La, la, land) en el papel de Lou, su esposa, con tan pocos minutos en pantalla, logra transmitirnos su depresión y tortuosa vida junto al Sheriff; Austin Butler (Elvis), en una corta aparición, también destaca en el papel del gurú cristiano de una secta. A todos ellos, los sitúa en un momento de crisis profunda para mostrar la decadencia extrema y, a modo de sátira, cómo reaccionan ante situaciones límite. Cada uno, en su papel, encarna la compleja realidad de un país inmerso en la división racial, revelando la imposibilidad de convivencia entre distintos grupos (nativos americanos, personas de color e hispanos). También expone de forma contundente y crítica la adicción a las redes sociales y a la tecnología en general, así como nuestra actual influencia por la ventana constante de noticias y la necesidad de exhibir los acontecimientos en todo momento.
Sin embargo, la película se convierte en una mezcla extraña de géneros, con escenas irrelevantes, largas y conversaciones vacías y absurdas, que hacen que el metraje sea excesivo (148 minutos).
El filme impone un tono deprimente y agobiante, una estética poco cuidada —a diferencia de otras obras de Aster, como Midsommar (2.019) — y genera el desasosiego que persigue, al mostrar un panorama sombrío. La humanidad parece hundirse en su declive más absoluto, con pocos personajes con los que empatizar. Es una sátira dura y polémica sobre la convivencia; lejos de ser vecinos, se perciben como enemigo


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