lunes, 26 de mayo de 2025

LA TRAMA FENICIA de Wes Anderson (The Phoenician Scheme)

 

@AmorDiBó


Sinopsis general

La película se centra en Zsa-zsa Korda (interpretado por Benicio del Toro), un magnate europeo extravagante y moralmente ambiguo que sobrevive a múltiples intentos de asesinato. Tras su enésima experiencia cercana a la muerte, decide nombrar a su hija Liesl (Mia Threapleton), una joven monja con la que mantiene una relación distante, como su heredera. Juntos, se embarcan en un ambicioso proyecto de infraestructura en el país ficticio de Fenicia, mientras enfrentan amenazas de rivales industriales, terroristas y asesinos.


Temas centrales

  • Relación padre-hija: La dinámica entre Zsa-zsa y Liesl es el núcleo emocional de la película. Su relación está marcada por la desconfianza y la distancia, pero a lo largo de la trama, ambos personajes buscan una forma de reconectar y entenderse mutuamente.
  • Redención y legado: Zsa-zsa, enfrentando su mortalidad, reflexiona sobre su vida y busca redimirse a través de su hija y su legado empresarial. La película explora cómo las acciones del pasado afectan las relaciones presentes y futuras.
  • Crítica al capitalismo: A través de la figura de Zsa-zsa y su proyecto en Fenicia, la película ofrece una sátira sobre la ambición desmedida, la corrupción y las consecuencias del capitalismo desenfrenado.

Estilo visual y narrativo

Como es característico en el cine de Anderson, La trama fenicia presenta una estética meticulosa: composiciones simétricas, paletas de colores vibrantes y decorados detallados. La dirección de arte, la fotografía de Bruno Delbonnel y la música de Alexandre Desplat contribuyen a crear un universo visualmente atractivo. Sin embargo, algunos críticos han señalado que, en esta ocasión, el estilo puede haber eclipsado la profundidad emocional de la historia.

Recepción crítica

La película ha recibido opiniones mixtas. Mientras algunos elogian su audacia y estilo visual, otros critican la falta de conexión emocional y la complejidad de la trama. En el Festival de Cannes 2025, la película obtuvo una ovación de pie, aunque también se escucharon algunos abucheos, reflejando la división de opiniones entre el público. 

¿Por qué puede resultar confusa?

La combinación de una narrativa no lineal, diálogos cargados de ironía y un elenco coral puede dificultar la comprensión de la trama. Además, la mezcla de géneros—comedia, drama, espionaje—puede generar una sensación de desconcierto. Es posible que, al centrarse en la estética y el estilo, algunos elementos narrativos hayan quedado menos desarrollados, lo que podría explicar tu sensación de indiferencia al salir del cine.

Mi metáfora de que asisto a una película como si fuera un ventilador delante de un paquete de 1000 hojas resume la sensación con la que salí del cine. La trama fenicia: es un vendaval de estímulos visuales, referencias culturales, estética de catálogo y coreografías meticulosas que, en vez de construir una emoción o una idea clara, las dispersan.

La pérdida de esencia, no es casualidad. Wes Anderson ha ido intensificando su estilo a lo largo de su carrera hasta el punto en que, para muchos espectadores, su cine se ha vuelto una especie de arte por acumulación:

  • Demasiados personajes, todos con nombres raros y biografías excéntricas.
  • Diálogos rápidos, quirúrgicamente secos, que no dejan respirar ni empatizar.
  • Una narrativa que se pliega sobre sí misma, como si se complaciera más en la forma que en el fondo.
  • Un montaje fragmentado, con sobre-impresiones, capítulos, marcos, saltos temporales, voz en off... como si cada plano necesitara una cartela o un guiño.

En The Phoenician Scheme, aunque hay una historia de redención, de vínculos familiares rotos y de crítica al capitalismo salvaje, todo eso queda soterrado bajo capas y capas de diseño. Como una maqueta de arquitectura que impresiona por su belleza pero no invita a entrar.

¿Por qué ocurre esto?

Wes Anderson es un artesano obsesivo. Pero esa obsesión por el detalle estético puede convertir la experiencia en algo hermético, donde la emoción no encuentra grietas por donde colarse. Es cine que a veces parece hecho más para mirar que para sentir. Y eso, puede dejar al espectador indiferente, incluso admirando el virtuosismo técnico.

Tomarse demasiado en serio La trama fenicia sería caer en su misma trampa: escribir un tratado denso sobre una película que, en el fondo, se diluye como tinta en el agua. 

Fui a ver La trama fenicia con la esperanza de que, al menos esta vez, Wes Anderson me tocara una fibra distinta. No una fibra óptica, ni una de cashmere sino una emocional. Salí del Phenomena como entré. 

El envoltorio es de orfebre. Bruno Delbonnel filma con la precisión de un miniaturista renacentista, la música de Alexandre Desplat es rotunda y el director de Arte se gana el sueldo con cada fotograma. Todo está medido al milímetro. Todo es bonito. Y todo, también, es un poco lo mismo.

Lo resume de forma magistral Oti Rodríguez Marchante cuando dice que Wes Anderson “repite caldo con el mismo hueso”. Y sí, ese hueso está blanqueado de tanto hervirlo en sus propias manías: simetría enfermiza, frases leídas como telegramas, personajes que no respiran, ritmo de metrónomo con alma de tienda de papelería fina. De nuevo se tiene una sensación de déjà vu estilístico. Pero… ¿y la historia?

Ah, sí. Había una. Algo sobre un magnate excéntrico, su hija monja, asesinos, un país inventado y un proyecto faraónico. Pero da igual, porque todo va tan empapelado de recursos visuales que el espectador acaba persiguiendo la cinta como un gato detrás del puntero láser. Con ganas, sí, pero sin alcanzar nunca el sentido.

¿Es una mala película? No. ¿Es una película buena? Tampoco. Es una película estéticamente invencible y emocionalmente invisible. Es Wes Anderson en piloto automático con un jet privado de diseño. Una boutique del tedio.

Espero que esta crítica que entra como un chiste, te deje picando una idea.

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