jueves, 13 de noviembre de 2025

The Running Man de Edgar Wright (2025): Donkey Kong con esteroides para un espectador con TDA posmoderno


The Running Man
(2025): Donkey Kong con esteroides para un espectador con TDA posmoderno

Hay películas que parecen hechas para contarnos algo… y otras que parecen hechas para que no te dé tiempo a pestañear no sea que te pierdas la explosión número 47. The Running Man (2025), la re-interpretación moderna del clásico distópico, pertenece a la segunda categoría con una devoción religiosa por el estímulo cada 40 segundos. Y no es exageración: si te descuidas, llega otra llamarada, otro dron asesino, otro salto imposible. El cine como cardio.


Mientras la veía en el pase de prensa de Paramount, tuve una iluminación que quizá solo le llegue a los que han crecido entre maquinitas arcade: me sentí metida en el videojuego Donkey Kong. Plataformas imposibles, enemigos lanzando peligros desde arriba, el héroe subiendo y bajando niveles como si buscara un barril rojo. ¿Casualidad? No. Es un modelo industrial perfectamente engrasado: película como videojuego para cerebro entrenado por scrolls infinitos.


Las 5 escenas clave (sin spoilers gruesos)

(Escenas encriptadas para que quien no la haya visto no sufra daños colaterales)


La apertura frenética
Sin prólogo ni respiro, la película arranca como si ya estuviéramos en el nivel 3. Golpe de luz, impacto sonoro, y nuestro protagonista en pleno sprint vital. Comienza el videojuego.

El “primer nivel vertical”
Arquitecturas imposibles, plataformas que se caen, personajes que trepan como si la gravedad fuera un concepto negociable. Aquí tu cerebro dice: “Ah… ¡Donkey Kong!”. Y ya no se va.

El antagonista-espectáculo. Un villano que parece diseñado para tráiler: frases lapidarias, armas futuristas y un estilismo que grita “quiero ser meme”.

La carrera en zona industrial
Un set piece impecablemente ejecutado pero tan coreografiado que puede verse como una partida perfecta de speedrun.

El clímax del “último jefe”
Todo sube de volumen, de tamaño y de adrenalina. El clásico “nivel final” donde nada importa excepto ver quién pulsa más rápido los botones metafóricos.

2. Lectura simbólica: ¿qué nos está diciendo realmente?

Aunque parezca solo una fiesta pirotécnica, The Running Man habla, quizá sin querer, de algo muy actual:

La espectacularización de la violencia como entretenimiento masivo

La indiferenciación entre cine y videojuego

La atención fragmentada como nueva tiranía narrativa

La necesidad de estímulos constantes para mantener al espectador dentro del carril

La película se vuelve espejo involuntario de nuestra incapacidad para sostener el silencio. Y ahí está la grieta interesante.


3. La pepita de oro dentro de la cebolla

Lo más valioso está oculto entre las capas de ruido:
El protagonista corre, sí, pero no solo de sus perseguidores; corre de una sociedad que no tolera el vacío, que necesita fuegos artificiales para seguir viviendo.
Esa huida del silencio —del pensamiento propio— es el verdadero “running” del título.

4. Mi visión personal

Yo, sinceramente, me divertí… pero también me mareé. En un momento pensé:
“Si me tiran un barril, salto. Si me sale un enemigo por arriba, salto. Si explota algo… bueno, eso ya sé que va a pasar antes de que mire el reloj.”

La industria quiere atraer a un público que vive en modo multitarea 24/7, y la solución que encuentran es el dopamine push audiovisual: pum cada 40 segundos.
Es eficaz, sí. ¿Es cine?
Bueno… es cine que se disfraza de videojuego para sobrevivir en un ecosistema saturado. Una estrategia evolutiva.

5. Veredicto final

The Running Man (2025) es un espectáculo hiperactivo, sólido en coreografía, visualmente atractivo y con un ritmo que no deja vivir.
¿Te hará pensar? Solo si te escapas tú misma del ruido.
¿Te mantendrá despierta? Más que un café doble.

Es un entretenimiento sin contemplaciones… para quienes estén dispuestos a rasgar la capa de Donkey Kong y mirar qué hay debajo.








Amor DiBó

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