sábado, 17 de noviembre de 2018

Kursk... de Thomas Vinterberg



La historia del submarino Kurtz es bien conocida: hundido, cuando Putin apenas llevaba unas semanas en el cargo y todavía no había tenido tiempo de enderezar la política de su país después de la catastrófica gestión de su predecesor, Boris Eltsin, los distintos intentos de rescatarlo fueron inútiles, precisamente por la política de abandono y corrupción que había caracterizado los años de gobierno del que podemos calificar como el presidente más alcoholizado de un país avanzado. Así pues, si decidimos ver esta película sabemos lo que vamos a ver: una tragedia. Pero lo que vamos a conocer también son los entresijos de ese drama que costó la vida a toda la tripulación del submarino.

Constituye todo un acontecimiento el que en 2018 se pueda ver una película de un suceso guardado como alto secreto hasta no hace mucho y puesto a salvo de la curiosidad de Occidente. Podemos estar seguros de que la verdad ficcionada que nos muestra esta película, no es toda la verdad y que, seguramente, muchos detalles, quedan en los cajones de “asuntos reservados” del Ministerio de Defensa ruso, pero, en cualquier caso, se trata de una aproximación satisfactoria a lo que ocurrió entonces y que puede ser calificado, en rigor, como tragedia humanitaria, más que como desastre militar. 

El primer mandamiento de la marina rusa obliga a prestar juramento de "es estar permanentemente dispuesto a defender mi país, y entregar, si fuera preciso, mi propia vida". La película no puede verse sin tener en cuenta este mandamiento.

Algunos recordamos perfectamente lo que hacíamos aquellos días, entre el 12 y el 21 de agosto del año 2000, y el interés con el que seguíamos por los medios de comunicación las noticias, servidas con cuentagotas, sobre el destino de los infortunados marineros del submarino nuclear Kurtz. Entonces, quedaron muchos interrogantes sin resolver y, a la postre, la única certeza es que, el último día -que coincidió con mi cumpleaños- se dio a la tripulación por perdida. Ahora nos llega la película presentando algunas claves y el desarrollo de los sucesos tal como se produjeron.

La película nos acerca a la vida cotidiana de los tripulantes, a la camaradería y fraternidad entre ellos, a las relaciones con sus familias, lo justo para convencernos de que esos valores son necesarios al convivir en el reducido espacio de un submarino varado a más de 108 metros de profundidad (Mar de Barents tiene 600m de profundidad) y para poder entender la espera angustiosa de los familiares.

A diferencia de otras películas cuyo protagonista es un submarino ruso (recuérdese K-19 [2002] o La caza del Octubre rojo [1990], Marea Roja [1995]), embarcado en alguna de las fases de la Guerra Fría, en donde todo lo que ocurre es ficción, los hechos que se narran no están lastrados por la propaganda propia de aquel conflicto: la película, en realidad, rinde un homenaje a las víctimas y a sus familiares, recordando al mundo, las vidas perdidas en ese día.

Los tripulantes de los submarinos de todo el mundo están hechos de otra pasta; no son los habituales lobos de mar conocedores de puertos de todo el mundo, sino gentes que aceptan el hecho de que un accidente o un ataque destructivo tiene como único resultado la imposibilidad de sobrevivir. Salir de un submarino hundido a 1.000 metros de profundidad es, incluso en la actualidad, prácticamente imposible. De ahí que el mantenimiento de estas unidades se lleve al día o de lo contrario, se corre el riesgo de que muera toda la tripulación. 

Los especialistas reconocen que el Kursk fue la última tragedia de una larga retahíla de desgraciados sucesos navales que afectaron en aquellos años de abandono a la marina rusa. La falta de presupuesto, pero sobre todo, el vacío de autoridad generado en el período de presidencia de Boris Eltsin, hicieron que, una pieza necesaria para el rescate del submarino, simplemente, hubiera sido vendida por algún desaprensivo. El Kursk escenificó lo que ya se intuía desde el desastre de Chernobyl: el colapso de la URSS como superpotencia, con todas sus implicaciones; la primera de todas, la imposibilidad de mantener una abultada, envejecida e insostenible máquina militar que había conducido a la URSS a la ruina económica. Cuando Putin dijo basta y liquidó de un plumazo el período Eltsin, encarceló a los oligarcas y asumió decididamente el timón de lo que se había convertido en una nave sin rumbo, las cosas empezaron a cambiar. Pero, desgraciadamente para los tripulantes del Kursk, Putin llegó al poder solamente tres meses antes de la tragedia. 

Lo que vamos a ver en esta película es un testimonio de historia contemporánea, inscrita en el período que sucedió a la Guerra Fría. En sí misma, la película es un producto notable de un director con un amplio historial, capaz de afrontar cualquier registro narrativo y salir indemne de todos ellos. 

Posiblemente haya algunas concesiones al espectáculo, como la incorporación al reparto de Max Von Sydow, Collin Firth o Martin Brambach, sin olvidar el hecho de que el guion ha sido elaborado a partir del bestseller de Robert Moore, A Time to Die, que aquí ejerce como guionista. Vale la pena mencionar también que la película ha sido producida en Francia, dirigida por Thomas Vinterberg, cineasta danés, uno de los fundadores del movimiento Dogma95 y en cuyo historial encontramos una cinta con el nombre de Submarino (2010) que curiosamente, no se refiere a ningún navío sumergible, sino que resulta un viaje a las profundidades y al submundo de la sociedad danesa. El protagonista principal es Mattias Schoenaerts que, previamente, ya había trabajado con Vinterbegt en Lejos del mundanal ruido (2015) y, hoy por hoy, uno de los rostros más conocidos del cine centroeuropeo.

Una película que se estrenó en la pasada edición del Festival de Toronto cosechando buenas críticas y que, en realidad, puede ser considerado como un testimonio muy riguroso y respetuoso, sobre aquella tragedia. Gustará a los que, en su momento, no se explicaron el por qué de aquel hundimiento, ni la reacción de las autoridades rusas: aquí encontrarán algunas de las claves y entenderán la coherencia de lo ocurrido y por qué ocurrió. Existen aficionados al “cine de submarinos” que no deberían desaprovechar la ocasión de ver esta cinta. Para los amantes del cine de Vinterberg, resulta una cita ineludible. Y luego están todos aquellos espectadores en busca de argumentos originales que quieran ver una buena película. Esta lo es, por mucho que, desde el principio, sepamos cuál va a ser el desenlace final.

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