Uno no está habituado a ver a Diane Keaton interpretando el papel de una monja. Pero mucho menos a ver a esa misma monja con una camiseta que dice “Soy virgen… pero esta camiseta es de hace muchos años”. Tampoco está habituado a ver a un Papa de la Iglesia Católica guiñar el ojo o simplemente fumar. A decir verdad, ni siquiera está habituado a ver a un Papa haciendo milagros. Y, sin embargo, todo esto es lo que, a primera vista más llama la atención de esta serie de bandera italiana pero fruto de una coproducción ítalo-franco-hispano-norteamericana, incluida en la parrilla de HBO nada más desembarcar en España.
PRECIOSISMO, BARROQUISMO Y ESPIRITUALIDAD
Es una serie para degustar con calma. No es apresurada. No es fácil de llegar al fondo de su mensaje y es posible, incluso, que este mensaje no guste a muchos. Y, en particular, que no guste a todos los católicos. Ahora bien, cada escena, cada toma, la ambientación, los encuadres, las localizaciones, son pequeñas obras de arte. No es, sin duda, por casualidad, que en la presentación de la serie, el supuesto Papa Pío XIII, desfile ante una galería de obras de la pintura clásica, precedido por una estrella y con los créditos encendiéndose como neones.
Desde el punto de vista estético, este serie es una de las mejores que se han producido en Europa en las últimas décadas. Cuesta encontrarle puntos débiles a las imágenes que recrean los lugares vaticanos en los que transcurre la vida de los papas y a los que las cámaras no tienen acceso habitualmente. Ahora bien, el barroquismo de lo que vemos, los rostros ajados y desagradables de los cardenales, no son los que nos mostró Fellini en su Roma (1972). No es una burla de la Iglesia ni una exageración a efectos de acentuar el mensaje. Lo que vemos es el Vaticano real y el entorno de un Papa en el siglo XXI.
Una reconstrucción tan costosa y preciosista solamente podría ser aceptable a cambio de un mensaje que fuera profundo e intenso. Esta serie nos lo muestra. Hoy, dado que al hablar de “espiritualidad”, buena parte de los lectores entienden algo que tiene que ver con la “new age” y las tendencias de los últimos papas, vale la pena advertir que lo esencial de esta serie va destinado a introspeccionar lo que podría ser un “nuevo curso” (un aggiornamento) a la Iglesia, a la vista que aquel que empezó a ponerse en práctica hace ahora medio siglo, ha entrañado una crisis sin precedentes de la Iglesia.
El mensaje de la serie es: una rectificación llevaría a la Iglesia a posiciones incomprendidas por la población, e incluso por sus propios fieles, por buena parte del clero y por la jerarquía… dejando aparte que, incluso, es probablemente que las resistencias interiores impidieran aplicarla.
Y A TODO ESTO ¿CUÁL ES EL “NUEVO CURSO” POR EL QUE OPTA PÍO XIII?
Desde Juan XXIII, los papas han buscado el contacto con las masas. Incluso de Juan Pablo II se ironizaba diciendo que no era polaco, que, era el “primer papa americano” por su sentido del show y por sus iniciativas mediáticas y telegénicas. Paulo VI fue el primer Papa que empezó a desplazarse de un lugar a otro del planeta. Con Juan Pablo II esta tendencia se convirtió en una actividad frenética. Los viajes pastorales siguieron con Benedicto XVI y con Bergoglio. Y tiene gracia que cuanto más los Papas se acercaban a las masas, menor era la influencia de la Iglesia.
Cambiar la orientación del altar, liquidar el rito tridentino, eliminar el canto gregoriano, sustituirlo por espirituales negros e insistir en temáticas sociales, no ha servido, aparentemente, para gran cosa e, incluso, resulta difícil de entender que la Iglesia no haya dado marcha atrás en algunas de estas posiciones. Es de ahí de donde parte el argumento de The Young Pope.
Imaginemos a un nuevo Papa que llega de los EEUU y aun no ha cumplido los 50 años. Es elegido por una componenda entre los cardenales: la Iglesia está dividida en dos tendencias, dirigidas por el “Cardenal Voiello” (Silvio Orlando), progresista, y por el “cardenal Spencer” (James Cromwell), conservador. Ninguna de las dos logra la mayoría, por tanto el cónclave opta por elegir a un elemento de síntesis, Leny Belardo (Jude Law) que será elevado al pontificado con el nombre de Pío XIII, previendo que “Voiell” y “Spencer” serán su brazo derecho y su brazo izquierdo. Pero, desde el momento en el que el nuevo Papa aparece por la ventana de San Pedro, todos advierten que nada va a ser como estaba previsto. El nuevo Papa tiene ideas propias.
Si la orientación hacia las masas no ha servido para nada, habrá que invertir la marcha: concebir la Iglesia como una minoría que cumple estrictamente los mandamientos y acepta las reglas del juego: no hay lugar para los homosexuales entre el clero, ni para el aborto, el sacerdote tiene que ser célibe. Se debe seleccionar a los seminaristas: rechazar a los débiles y a los que muestren excesivo interés por la sexualidad, pero sobre todo, el Papa debe alejarse de las masas: debe ser un misterio para ellas, la distancia crea el respeto. Por eso el Papa se oculta, no sale del Vaticano y cuando lo hace, evita a los medios de comunicación. Sólo va a África y es para desenmascarar a una monja que ha puesto en marcha una ONG que practica la habitual y consabida “estafa humanitaria”. La Iglesia, roca en el océano, debe fortificarse en su fe. No importa si es un pequeño grupo de fieles, lo que importa es la pureza del mensaje.
Y este, aparentemente, integrista y conservador, es también un mensaje de amor. En uno de los instantes álgidos de la serie, la voz en off lee una carta escrita por el Papa a una mujer ideal que conoció en su juventud. Trata sobre el “amor perdido” y el “amor encontrado”. Siempre la renuncia está en la base de todo verdadero amor. También se alude directamente al problema de la pedofilia especialmente en la Iglesia norteamericana: tolerancia cero, pero también con el aborto y con la homosexualidad en el clero, se insiste en su castidad. ¿Argumento? Es una regla del juego: amor heterosexual, amor homosexual, pedofilia, suponen siempre una vulneración de la regla de la castidad.
Así pues, el pontificado del “joven Papa” se convierte en un retorno a la Iglesia previa a la crisis postconciliar. Pero no nos equivoquemos: también hay en el Papa una sincera preocupación por los afligidos. Cuando Pio XIII se arrodilla y alza sus brazos al cielo, en el área de descanso de una autopista, pronuncia su mantra a Dios: “Tenemos que hablar sin que nadie nos oiga. Tú y yo”. Lo que le está pidiendo es la muerte de la monja africana que ha creado una ONG fraudulenta y degenerada. Muerte que obtiene de la cólera de Dios.
UNA TRAMA EN LA QUE NADA SE DESARROLLA COMO ESTABA PREVISTO
Reconozco que he encontrado motivos para sorprenderme en cada capítulo. No creo ser el único. La serie tiene giros inesperados cada dos por tres. Inicialmente cuesta entender lo que se nos quiere decir y, si nos despojamos del prejuicio de que es una serie sobre el Vaticano y sobre el Papa solamente puede interesar a católicos, lograremos entender cuál es la problemática de la espiritualidad en un siglo en el que poco favorece cualquier forma, no de religión, sino de espiritualidad. El Papa es un hombre y tiene los problemas y las dudas que nos afectan a todos. Pero, sobre todo, existe en él un esfuerzo personal por conocer su identidad. Todos tenemos que tener muy claros, lo que somos, quienes somos, de dónde venimos y quiénes son “los nuestros”. Pío XIII, abandonado en un orfanato, carece de esas raíces. Su lucha personal y lo que justifica el que sea a ratos carismático y en otros obsesivo y egoísta, sus debilidades y su fortaleza, son los productos de esa lucha por la identidad.
LOS ARMADORES DE LA SERIE
La filmografía de Paolo Sorrentino no es hasta ahora excesivamente extensa, pero sí está salpicada con premios y nominaciones. Su anterior película, también tenía el tema de la juventud a flor de piel: Youth (2015, La giovinezza). Es frecuente que Sorrentino sea también el autor de los guiones, norma que cumple en esta serie. Hay en esta serie algo del propio Sorrentino en cuya biografía figura la temprana desaparición de sus padres y que recientemente declaró a Fotogramas que el cine debe explorar nuevos caminos que, a fin de cuentas, es lo mismo que hace Pío XIII. Le fascista la vejez (el colegio de Cardenales tiene como edad media la propia de la clientela de un geriátrico). Sorrentino y su equipo han sabido dar al guión diálogos inteligentes y percutantes: “Santo Padre: todos dicen que es usted un santo”, “Calumnias” responde el Papa.
Jude Law diseña su papel conforme a los rasgos que le ha prestado Sorrentino a la personalidad de Pío XIII, histriónico en ocasiones, frágil en otras, humilde o comedido a veces, excesivo con más frecuencia. Hay que decir que Law sale airoso del trance. Airosa y con nota, es también la interpretación de Diane Keaton, la monja que recogió a Pío XIII cuando sólo era Leny en el orfanato y ahora le sigue en el Vaticano. Javier Cámara, miembro de la Curia, enviado por el Papa a EEUU para resolver un caso de pedofilia, “el padre Gutiérrez”, hace un papel intenso, creíble y sólido. El trío de cardenales, Voiello, Spencer y Caltanissetta, encarnados respectivamente por Silvio Orlando, James Cromwell y Toni Bertorelli, se muestran lo suficientemente inquietantes como ser otro atractivo.
Voiello, por cierto, amante del fútbol, cuida en su casa a un niño discapacitado: lo hace porque no hay ningún rastro de mal en él. La serie podría ser objeto de un análisis hermenéutico y encontraríamos en ella, símbolos que resumen ideas y apelan a sensaciones en el espectador. Algunos de los cuadros como La mujer barbuda de José de Ribera, que aparece reiteradamente en la serie, son auténticos símbolos en sí mismos.
VALORACIÓN Y RECOMENDACIONES
Obviamente el medio televisivo no se presta a la teología, pero sí a la reflexión. Esta serie (de la que se está filmando la segunda temporada) nos propone un vistazo a la Iglesia Católica y a su situación en la modernidad. El vistazo se realiza con respecto. Nada de lo que se cuenta en la trama puede ser considerado como falso o exagerado: existe una plaga de pedofilia entre el clero norteamericano, hay una crisis de confianza en la Iglesia, faltan vocaciones y sobran crisis de fe. De esto nos habla esta serie y de cómo un Papa “joven” reconoce que los esfuerzos de adaptación, las políticas de mano tendida, el ecumenismo, la permanente pérdida de perdón y el volverse a las masas han constituido un fracaso. Hay que reconocerle a Sorrentino el valor y la oportunidad de proponer toda esta temática.
Serie no apta para amantes de thrillers o se sit-com: aquí todo transcurre con la serenidad y la lentitud vaticana. Podría gustar a los católicos a condición de que fueran capaces de reconocer la crisis de la Iglesia. Pero también, cualquier persona interesada mínimamente por la espiritualidad puede encontrar en esta serie motivos de inspiración e ideas. Valdría la pena, finalmente, ir anotando las frases y las ideas sobre el amor, la pobreza, la sexualidad, y la sociedad que han ido apareciendo esparcidas en la serie. Sumadas, es casi un tratado de autoayuda. Porque, a fin de cuentas el mensaje de la serie es: si la institución está en crisis, lo mejor es volver la mirada hacia el interior de uno mismo.
Ficha
Título original: The Young Pope.
Título en España: The Young Pope.
Temporadas: 1 (10 episodios)
Duración episodio: 50 minutos
Año: 2016.
Temática: Drama.
Subgénero: Iglesia.
Tema: La llegada de un nuevo Papa genera trastornos y cambios en la Iglesia. Se producen conspiraciones para desplazarlo y el Papa expone su idea de cómo debe ser la Iglesia del futuro.
Actores: Jude Law, Diane Keaton, Silvo Orlando, Scott Shepherd, Cécile De France, Javier Cámara, Ludivine Sagnier, Toni Bertorelli, Sebastián Roché, James Cromwell, Daniel Vivian
Lo mejor: algunos diálogos sobre espiritualidad y amor.
Lo peor: excesiva lentitud.
Puntuación: 7
Trailer en VOSE: https://youtu.be/TAoQhlF-6Yw
Web oficial: http://www.hbo.com/the-young-pope
¿Cómo verla?: Puede verse en HBO.
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