A la vista de esta película dirigida por Michael Haneke, tengo la impresión de que, viendo el cine realizado en Francia (por mucho que la película y el director sean austríacos), hay muchos descendientes de Vencingetorix y de Juana de Arco que empiezan a sentirse como un país en extinción, como pueden serlo los indios en EEUU, el lince en los bosques eurasiáticos y el atún en los océanos, o el cassette. Muchos franceses piensan que su Cultura, con mayúsculas, su música, su sexualidad, el amor, la literatura, el arte, su historia, su espiritualidad, no es entendida ni por chinos, ni por árabes, ni por africanos con nacionalidad francesa que se sientan en los pupitres de la Escuela Pública francesa, gloria y loor de la República. No todos piensan lo mismo, claro está, algunos incluso creen en las posibilidades de la integración. Pero no nos engañemos: el criterio alarmista gana fuerza a pasos agigantados. Los franceses de “pura cepa” van camino de ser reducidos a personajes del microcosmos de un parque temático a lo Westworld y no es raro que el suicidio esté empezando a ser la medicina paliativa más habitual.
Después de este prólogo que se entenderá mucho mejor en cuanto se vea la película, poco hay que decir sobre Happy End, película cuyo título, ya de por sí, es un spoiler: en efecto, todo termina bien. No hay, pues, que alarmarse.
Estamos en Calais, a dos pasos de los campamentos de inmigrantes que tienen en mente saltar de Francia al Reino Unido en donde los subsidios y las subvenciones son más jugosos. La elección del emplazamiento no es casual: los partidarios del Brexit, literalmente, ganaron el referéndum mostrando simplemente las legiones de desheredados que trataban de obtener su parte en el reparto de migajas en el Reino Unido.
La familia que protagoniza la trama, una familia burguesa, los Laurent, se niegan a ver la crisis. La llegada de “Eve”, perturba aquella feliz célula. Es hija de “Thomas”, otro miembro de la familia, un tipo agrio y amargado. Cada miembro de la familia mantiene algún secreto inconfesable. Unos son de naturaleza criminal, los otros son fantasmas sadomasoquista, el otro está marcado por un accidente mortal que sucedió en su empresa y que le impide dirigirla con energía. La vida de la familia sigue, el abuelo se quiere suicidar y pide ayuda… pero la familia vive completamente de espaldas a la crisis de los refugiados cuyo centro está a pocos metros de distancia de su hogar. Tal es el contraste y tal es el mensaje que intenta transmitir Haneke.
La Sociedad está educada para que en nuestras vidas siempre haya un final felíz aunque nuestros pies caminen pastosamente en el barro de la locura de los problemas. Francia y su clase media alta aburguesada necesita de retratos al nivel de realitys Televisivos que le expliquen dónde están, hacia dónde van y que les espera al final de su des-anclaje del país y de su nación. Vive la France!
Son muchas las películas sobre clanes familiares con un poder adquisitivo astronómico que el cine, los guionistas, los directores nos invitan a que conozcamos. Clanes enquistados en la estructura de cualquier pueblo, ciudad o país. Si esta destaca sobre otros es por dos motivos: por su encuadre temporal (la trama, como hemos dicho, coincide con la “crisis de los refugiados” de Calais) y el altísimo nivel del reparto. La actuación de Jean Louis Tintignant es un lujo y vale la pena ver esta cinta solamente por la expresividad de un actor que va por los 87 años. a Fantine Harduin la recordamos de la serie Ennemi Public; Mathieu Kassovitz, siempre sobrio y genial protagonizó la serie Le Bureau des Legendes y a Toby Jones lo vimos en Capital, Espías de Cambridge y Carnivàle… En cuanto a Isabelle Huppert, está presente con su indudable charme, pero el guión la pasea por la película como si fuera una tarde de tiendas.
La película nos muestra escenas de la vida burguesa y de gente que desea salir de la zona de confort que es la Vida cuando siente que esta se le ha hecho demasiado pesada. Y es entonces, a los 80 y 90 años cuando deben pedir ayuda para finiquitarla. Es un terreno en el que Haneke siempre se ha movido bien. Lo que ha hecho es describir una situación de aparente normalidad y felicidad… cuando el fin se aproxima, es inminente e ineluctable. Edad, por cierto, a la que se va acercando el propio director.
Es difícil saber a qué tipo de público le puede interesar esta película. Indudablemente la gente que les guste mirar la vida de los otros. Gustará a los amantes de los estudios psicológicos sobre el ser humano. También dirá algo a los interesados en asimilar el concepto de la muerte y su metafísica como solucionador de problemas.
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