¿Mujeres suficientemente preparadas? Las hay. Y muchas. Que quieran ser las números uno, también. ¿Qué se merecían una película? Cierto, pero ésta no es la que hubiera sido menester. Nos explicamos. La número uno trata sobre una directiva con formación profesional en Ingeniería (hay que recordar que en la actualidad las alumnas de las facultades de Ingeniería siguen siendo una ínfima minoría en relación al total de alumnos y eso después de décadas de… ¿sesenta años?. No se impide a ninguna mujer cursar estos estudios que son los únicos que, en este momento, aseguran el pleno empleo. Sería bueno que los “ideólogos de género” mediten sobre esta circunstancia.
El caso es que la película responde precisamente a las exigencias de las ideologías de género. Y este es el problema y lo que desluce la película o, al menos, hace cuestionable la visión que presenta. En efecto, nuestra brillante ingeniera, Emmanuelle Blacheley (Emmanuelle Devos), apoyada por una red de mujeres influyentes aspira a conquistar la dirección de una multinacional clave en estrategia. De lograrlo, se trataría de la primera mujer que consigue escalar tan alto en Francia, pues la empresa cotiza en bolsa y aparece como prestigiosa. Pero las “altas esferas” están dominadas por los hombres. Lo que nos sugiere esta película es que para llegar allí arriba, ser “la número uno”, la protagonista debe ser igual de cabrona (hablando llanamente) que los hombres. Así pues, lo que se plantea no es la igualdad de derechos, sino una igualdad de trapacerías, artimañas, subterfugios y tretas para triunfar. Es decir, que no se trata de ser igual al hombre en logros, sino también en lo peor, en la ruindad, la manipulación y el oportunismo. Buena lección…
La película resulta ambigua (es la mejor forma de no equivocarse en el mensaje: hacer que cada uno quiera ver en ella lo que el cuerpo le pide). Su director, Tonie Marshall da la sensación de que no sabe qué música bailar: el feminismo, el éxito, la conquista del poder, la igualdad de género, el lugar de las mujeres en el mundo de los negocios, la vida amorosa, la vida de la madre, la relación con el padre… Demasiados frentes abiertos como para que no se pierda o desarrolle los temas sin convicción y sin llegar a conclusiones evidentes. La propia protagonista está adornada de cualidades poco compatibles con el liderazgo: demasiadas dudas, exceso de vacilaciones, dulzura que emana de su presencia, sentimientos incompatibles que no tienen nada que ver con la ferocidad a lo cara de perro que se proponía la película…
Si de lo que se trataba era de abordar la cuestión del feminismo en Europa, a estas alturas ya nadie tiene reservas sobre la integración de la mujer en cualquier puesto de trabajo. La película podía ser pertinente en el Magreb o en Arabia Saudí, pero no en el continente europeo. Aquí el tema está más que superado y todo esto queda ya muy atrás. Y si de lo que se trataba era de sugerir los riesgos de que las mujeres imiten los comportamientos agresivos y las trapacerías de algunos varones que, en realidad, son psicópatas integrados, la conclusión dista mucho de estar clara y ser evidente.
Además del mensaje y de los temas abiertos y no cerrados, la película tiene otro problema: hubiera precisado de un ritmo más endiablado, hubiera debido ser trepidante y mucho más dinámico de lo que ha resultado. En algunos momentos, el aburrimiento invade la sala de proyección. Una vez más, lo que ha fallado ha sido el guión, la dirección y el montaje.
Recordamos la interpretación de Céline Sallette en Corporate y se ajusta más al perfil femenino en empresas “triunfadoras”. Situación emocional que Emmanuelle Devos en La Número Uno no llega a superar. Destacamos también la participación de Suzanne Clément que la conocimos por su magnífico trabajo en la serie La Forêt (El Bosque). Benjamin Biolay, excelente como personal assistant, lo recuerdo en la reciente Marguerite Durás. Richard Berry magnífico en su papel de Jean Beaumel.
Ah...! se puede tomar nota para quien le gusten las conspiraciones en la alta política, hay que prestar atención sobre la influencia de la masonería Francesa en las empresas y en el Gobierno de Francia.
Ah...! se puede tomar nota para quien le gusten las conspiraciones en la alta política, hay que prestar atención sobre la influencia de la masonería Francesa en las empresas y en el Gobierno de Francia.
La parte más positiva es el cuerpo de actores que consiguen imprimir a sus roles el cinismo necesario y apropiado para tipos de “alta dirección de empresas”, sean hombres o mujeres. Lo que si demuestra la película es que nuestros hermosos valores humanos resultan pálidos en este despiadado mundo. O dicho de otra manera: las empresas que “funcionan” están dirigidas por psicópatas integrados. Conclusión que verdaderamente genera una irreprimible tristeza.
Me sorprende que el personaje femenino Emmanuelle Blacheley, junto con su hijo reciten como si tal cosa, los versos de Cyrano de Bergerac en un duelo a espadas.
CYRANO.(Comienza el duelo y mientras baten sus espadas Cyrano recita sus versos) Esperad... estoy escogiendo las rimas. ¡Ya está!
Tiro con gracia el sombrero
y, lentamente, abandonada
dejo la capa que me cubre
para después sacar la espada.
Brillante como Céladon
y como Scaramouche alado,
os lo prevengo, Myrmidón:
¡al finalizar… os hiero!
¡Mejor os fuera ser neutral!
¿Por dónde os trincharé mejor?
¿Tiro al flanco, bajo la manga,
o al laureado corazón?
¡Tin, tan! suenen las cazoletas;
mi punta es un insecto alado;
a vuestro vientre va derecha.
¡al finalizar… os hiero!
¡Pronto, una rima! ¡Se hace tarde!
¡Vuestra cara esta demudada...
Me dais el consonante:
¡Cobarde! ¡Tac! Ahora paro esa estocada
con la que ibais a alcanzarme.
Abro la línea. La he cerrado,
¡Afirma el hierro, Laridón,
que al finalizar… os hiero!
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