Los remakes son algo arriesgados: o la nueva versión supera al original, o no pasa a la historia. Y este es el problema: que algunos remakes, ni son malos, ni particularmente malintencionados, tienen cierta calidad, pero al no poder superar al original, pierden su oportunidad de pasar a la historia del cine por la puerta grande. Esto es lo que le ocurre a esta nueva adaptación de la famosa novela de Ira Levin Rosemary’s Baby (también conocida como La semilla del diablo): la versión que realizó Roman Polansky en 1968 era tan magistral que resulta incomprensible que alguien se haya atrevió a tratar de revisarla. Ofrecida en forma de miniserie por Netflix y por Movistar+, tiene, eso sí, la virtud de interesarnos por aquel producto del mejor Polansky.
POLANSKY EN SU CÉNIT
En 1968, Polansky era un hombre feliz. L habían bastado dos películas para ser considerado como un director notable: Repulsión (1965), protagonizada por una joven francesa, Catherine Deneuve, y luego, al año siguiente, Cul-de-sac (1966) con Donald Pleasance. La primera fue un thriller psicológico, la segunda una muestra humor negro. Eso le bastó para ser reclamado por Hollywood y ponerse en sus manos una gran superproducción: El baile de los vampiros (1967). Allí conoció a una joven de 23 años que asumía un relevante papel de reparto en la película: Sharon Tate. A partir de ese momento (con tres películas de éxito en su haber y una esposa extremadamente atractiva), Polansky estaba en boca de todos. Era evidente que le iba lo siniestro y que era en aquel momento el director que mejor podía interpretar en imágenes la novela de Ira Levin, un best-seller que hacía furor en 1968 centrado en una hermandad de satanistas en pleno Manhattan: Rosemary’s Babe.
Polansky cumplió el encargo. Incluso llegó a ponerse en contacto con la Iglesia de Satan, dirigida por un oscuro Anton La Vey, que en esos años promocionaba su “confesión religiosa” entre los famosos de Hollywood. Polansky también se interesó por la figura del satanista británico Alaister Crowley y mantuvo amistad con alguno de sus discípulos en EEUU, concretamente con Kenneth Anger, autor de Hollywood Babiloni. Se documentó bien. La película fue algo más que un éxito: inmediatamente se realizó la premiére ya se había convertido en un clásico del terror.
Poco después tuvo lugar el asesinato de Sharon Thate y de sus amigos por la “familia Manson” y su universo se fue momentáneamente al traste. Siempre permanecerá en el misterio, si Manson y Polansky se conocían como se ha dicho reiteradamente. Y siempre permanecerá en el misterio, si Polansky fue solamente un estudiosos del satanismo o lo practicó a su vez tal como suelen afirmar web conspiranoicas. Sea como fuere, su película, La Semilla del diablo es uno de los hitos del cine de terror y, sin duda, la mejor película sobre satanismo jamás filmada.
DE 1968 A 2014, O DE LA SEMILLA DEL DIABLO A LA PRUEBA NO SUPERADA
Es lícito que Agniezka Holland, directora polaca afincada en los EEUU y con una amplia experiencia televisiva (ha dirigido episodios de House of Cards, The Wire, The Killing, Burning Bush, Caso abierto) aspirase a emular y superar (porque se trataba de superar, de lo contrario ¿para qué sirve un remake?) la película de Polansky. Ella ha dicho que, más que superarla, se trataba de “reinterpretarla”, pero la divisoria entre ambos conceptos es demasiado débil como para que se pueda tener en cuenta: si “reinterpretar” quiere decir cambiar Nueva York por París, a la pálida Mia Farrow por la afroamericana Zoe Saldana y al Edificio Dakota por un ficticio edificio parisino, La Chimére, podemos decir que sí, que se ha “reinterpretado”. Pero para los que somos conscientes de que lo esencial de la novela de Lein no eran estos aspectos, sino el que reflejo Polanski: la presencia de la maldad en la burguesía, habrá que concluir que la versión dada por la Holland es menor en relación al original. “Prueba no superada”, en definitiva.
¿Qué le falla a la película de Holland? Intensidad, calidad en la fotografía, identificación de los actores en sus papeles y, sobre todo, sentido de la oportunidad. Cuando Polansky estrenó su película en 1968, el satanismo era algo que estaba en el ambiente, se hablaba de la presencia de Satán, el público estaba interesado en el tema y existían grupos ocultistas que de tanto en tanto aparecían en las grandes revistas con sus rituales y sus liturgias macabras. Hoy todo eso ha desaparecido. Harina de otro costal es aceptar o no que la mejor treta del Diablo es simular que no existe, el hecho es que ahora mismo, el interés por Satanás está muy disminuido. Casi se habla más de exorcistas que se satanistas (véase Stranger Things). No es tanto, pues, que la película de Holland haya caído en el vacío, sin ser aburrida, mal construida o mediocre: es que, además de la altura del listón en el que dejó Polansky el tema, la cuestión del satanismo ha dejado de interesar.
UNA PELÍCULA MÁS PARA LAS TARDES DE LOS SÁBADOS QUE MINISERIE
Zoe Saldana está discreta; nada del otro mundo y, desde luego, incomparable con Mia Farrow quien encarnó el mismo papel de futura madre poseída por Satán casi media siglo antes. Tampoco Patrick Adams hace sombra a John Cassavetes en su papel de marido oportunista ganado por el satanismo. Comparativamente Jason Isaacs, el jefe del grupo satánico y su siniestra esposa interpretada por Carole Bouquet, mujer de belleza fría que en esta ocasión quema, están más brillantes de lo que estuvieron en sus respectivos papeles Sidey Blackmer y Ruth Gordon, “los Castevet” en la película de Polansky.
TVE, Antena 3, especialmente, suelen regalarnos invariablemente en la tarde de los sábados, películas de Serie B, entretenidas en el mejor de los casos, pero que nunca pasan de la modestia en sus pretensiones y en su realización. Ésta de El bebé de Rosmary hubiera podido aparecer en esa franja horaria e incluso nos hubiera dejado medianamente satisfechos. Pero, por algún motivo, los productores (Lionsgate lo elaboró para la NBC) optaron por emitir sus 170 minutos en dos capítulos y como miniserie.
La miniserie gustará a quienes tiendan a establecer comparaciones entre originales y remakes. Sea cual sea su edad, comprobarán qué versión es superior en todos los sentidos, pero si la película de la Holland ha contribuido a que viéramos o revisáramos la de Polansky, bienvenida sea. Satanistas que puedan apreciar esta película, los habrá, pero pocos y poco significativos. Así que el recomendarla a ellos parece ocioso. Les satisfará saber que también aquí se produce un final feliz para ellos. Pero, sobre todo, esta película puede gustar a los enamorados de París. El edificio La Chimére no existe, pero todo lo demás no son decorados: París es así, una mezcla de mundano y monumental. Debemos reconocer que, pesar de haber vivido durante un tiempo en la capital francesa, desconocíamos algunos de los lugares que nos muestra la miniserie. París siempre será París, a pesar de los parisinos que, por cierto, cada vez se reconocen menos en el París realmente existente hoy.
Ficha
Título original: Rosemary’s Baby.
Título en España: La semilla del diablo.
Temporadas: 1 (2 episodios - miniserie)
Duración episodio: 85 minutos
Año: 2014.
Temática: Thriller.
Subgénero: Satanismo.
Tema: Nueva versión de la novela de Ira Levin, en la que una pareja joven va a parar a un siniestro edificio y se relaciona con satanistas.
Actores: Zoe Saldana, Jason Isaacs, Patrick J. Adams, Carole Bouquet, Christina Cole, Stany Coopet, Weronika Rosati, Olivier Rabourdin, François Civil
Lo mejor: que anima a ver la versión de Polansky de 1968…
Lo peor: …que se percibe la superioridad de la versión de Polansky en 1968.
Puntuación: 6
Web en castellano (Movistar+):
Web en castellano (Netflix): https://www.netflix.com/es/title/80029369
Trailer subtitulado: https://youtu.be/SACMFT3raKk
Trailer en castellano: https://youtu.be/DMaY_SCADkE
¿Cómo verla?: Se emite en Neflix y en Movistar+
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