sábado, 22 de octubre de 2016

Black Mirror, tercera temporada, o la desesperanza



El viernes 21 de septiembre de 2016, se estrenaba en Netflix la tercera temporada de Black Mirror. Los aficionados a esta serie la habían esperado ansiosamente durante casi cuatro años. El resultado fue que entre 20:00 y 23:00 horas el streaming se colapsó para recuperarse solamente al filo de la medianoche. A la hora de escribir estas líneas, cuando el sol del sábado despunta, algún adicto a esta serie, atiborrado de cafeína y/o taurina, debe estar paladeando los últimos episodios de la temporada. 

Todo lo que se ha podido decir sobre las dos temporadas anteriores, queda revalidado en esta tercera que tiene, sin embargo, una característica que es de agradecer: en lugar de “temporadas” de tres episodios, la tercera ofrece el doble. Si los tres primeros episodios emitidos en el ya lejano 2011 sirvieron para engancharnos a esta serie, ahora, cuando se han emitido trece (dos temporadas de tres, un especial en la navidad del 2014 y una tercera temporada de seis entregas), la serie conserva la frescura de aquel inolvidable estreno en el que el Primer Ministro británico debía tener relaciones con un cerdo para evitar la ejecución de un miembro de la familia real secuestrada… ¿Cómo no iba a enganchar una serie que empieza así?



En realidad, Black Mirror es un producto que desafía cualquier clasificación. No es “serie” por el escaso número de episodios de cada temporada. Tampoco es “miniserie” porque en cinco años de emisión ha superado la barrera de las diez entregas que se considera como frontera con algo de más extensión. Serían “mediometrajes” aislados unos de otros de no ser porque la temática es la misma: el futuro imperfecto. Es, en cualquier casi, una serie que cuenta con un público adicto y entregado que agradece las nuevas entregas, primorosamente elaboradas, que  van saliendo del cerebro de Charlie Brooker, su creador y principal guionista.

Cuando le han preguntado a Brooker qué diferencia cualitativa existía entre la tercera temporada y las dos anteriores, se ha limitado a decir que es “algo menos pesimista”. En realidad, no es así: la serie mantiene su tono de desconfianza hacia el futuro que tenemos a la vuelta de la esquina. En prácticamente todos los episodios el ambiente descrito es muy similar al de nuestro tiempo: no estamos ante una serie de ciencia ficción en donde una nave interplanetaria nos lleva por ignotos espacios interestelares, sino que la trama discurre apenas a un lustro vista de nuestro tiempo. Todavía se siguen utilizando los mismos modelos de vehículos y de pret-a-porter. 

Black Mirror es una distopía, un futuro imperfecto, pero posible y, por tanto, preocupante. Es lo que tenemos ante la vista a poco que nos descuidemos. La palabreja se utilizará habitualmente para calificar a esta tercera temporada: algunos elementos que maneja (el chantaje y acoso informático generado por hackers que muestra el episodio Cállate y baila ya están presentes aquí y ahora. En general, lo que Black Mirror pretende es mostrar como elementos tecnológicos ideados para realizar la Utopía (el mundo feliz), nos están conduciendo justo en dirección contraria, a la distopía (del prefijo negativo δυσ y de τόπος, paisaje, escena) un mundo indeseable. 

La técnica, para ello, consiste en tomar las tendencias actuales de la modernidad y llevarlas a sus límites extremos. Tal es la gran originalidad de Brooker. No ha tenido que inventar los videojuegos, simplemente los ha llevado a un límite en el cual el individuo genera sus propios terrores mediante un “sistema interactivo de realidad aumentada” (episodio segundo, Playtesting). La idea ya estaba presente en aquella mítica película de culto que fue Planeta prohibido (1956) en el que una civilización se había destruido tras crear una máquina capaz de hacer realidad sus deseos. Cuando la película se estrenó tardíamente en España (no antes de 1966) muchos adolescentes de la época pensamos que nunca veríamos nada parecido. Hoy, los creadores de videojuegos son conscientes de que el futuro de la realidad virtual va en esa dirección y que el videojuego ideal será aquel en el que la vida del propio sujeto sea su interface y en sus propias neuronas se geste lo esencial del guión. En la primera entrega de la temporada se lleva al extremo esa práctica habitual en redes sociales de colocar noticias que esperan recibir el “I Like” (Me gusta). Los sujetos de ese futuro imperfecto ya no viven para sí mismos, sino para generar aprobación en su entorno. El ser humano, la personalidad, ha desaparecido, sustituida por el “look”, la imagen, esto es la versión que queremos proyectar de nosotros mismos y que no coincide necesariamente con la realidad. Algo parecido aparece en el episodio Odio Nacional desarrollado en un Londres cuya población se ha convertido en víctima de redes sociales perversas… 



La moraleja de la serie es que no hacen falta nuevos avances científicos para convertir este mundo en un infierno, sino simplemente esperar a que tecnologías actualmente en uso den otro paso más al frente. En este sentido –y contrariamente a las declaraciones de su creador- la serie es tan desesperadamente pesimista en esta tercera temporada como en las otras dos. En ningún momento queda lugar para la esperanza. Serie perturbadora como pocas, Black Mirror, como su nombre indica, nos pone frente a lo que tenemos ante la vista: basta con mirarnos en ese espejo para ver lo que se avecina a corto plazo. La ciencia ficción más inquietante es, precisamente, aquella en la que el elemento de “ficción” pasa casi desapercibido, la que fluye sin necesidad de escenarios científicos o planetarios distantes, la que creemos poder reconocer en nuestro entorno presente. Esta es la gran diferencia de Black Mirror con otras series televisivas: todos sabíamos, por ejemplo, que Twilling Zone (1969-1964) nos describía situaciones altamente improbables. Eso nos tranquilizaba: nos entretenía sabíamos que nada de todo eso podría existir algún día. Lo mismo puede decirse de la prolífica Guerra de las Galaxias: todo en ella es distante, remoto, improbable, tranquilizador al fin y al cabo. Justo lo contrario de Black Mirror que tiende a sacudirnos en cada episodio; luego, después de verlo –como el terrorífico tema del durmiente que no logra despertar– sentimos que, aquí y ahora, estamos asistiendo a la creación de ese futuro imperfecto, odioso y enfermizo. Y la desesperación aumenta cuando intuimos que no podemos hacer absolutamente nada para detenerlo. 

La serie, de origen británico, fue producida por Zeppotron y distribuida por Endemol. Netflix se ha apuntado un tanto teniéndola en su repertorio. Todos los parámetros de la serie han sido llevados en todos los episodios con corrección y dignidad. El trabajo de los actores es en todos los casos correcto y la acción nunca cae –algo frecuente en el género de ficción– en tópicos intelectualistas o en palizones filosóficos o moralizadores. Los directores de los distintos episodios se muestran como buenos artífices capaces de encandilar al público y logran que cada episodio es sorprendentemente diferente de los demás; la monotonía queda excluida de Black Mirror


Una serie así no precisa solamente de un público sofisticado y concienciado. Está hecha con tal simplicidad que puede ser apreciada por cualquier tipo de espectador. Obviamente, los amantes de la ciencia ficción la aceptarán con un plus adicional de interés, pero también entretendrá a los aficionados a los thrillers, a quienes se extasían con el género de terror, e incluso a todos aquellos que se sienten ganados por la telebasura y los realitys, los videojuegos o la telefonía móvil, los adictos a redes sociales, los que en algún momento se han sentido acosados, los conspiranoicos, los tecnófobos… y así sucesivamente. Es lo que tienen las series bien hechas y mejor concebidas: que pueden ser aceptadas por un público excepcionalmente amplio. Y, por supuesto, Black Mirror, puede recomendarse sin reservas mentales. 

FICHA

Título original: Black Mirror
Título en España: Black Mirror
Temporadas: 3 proyectadas, 
Duración episodio: variable, entre 42 y 90 minutos 
Año: 2011-2016 (13 episodios en total)
Temática: Ciencia ficción
Subgénero: Prospectiva 
Actores principales: varían en cada episodio
Lo mejor: el nivel de interés de cada episodio que no decae a medida que avanza la seire.
Lo peor: la parsimonia con que son elaboradas las nuevas entregas.
Puntuación: 9 

¿Cómo verlo?:. La tercera temporada se ha estrenado en Netflix en donde pueden verse las dos anteriores. Las dos anteriores se proyectaron en TNT y Cuatro y pueden ser encontradas mediante programas “peer to peer”.

No hay comentarios: