Por azares del destino, el día del atentado terrorista en el Maratón de Boston, el 15 de abril de 2013, no andaba muy lejos de los EEUU. El impacto que supuso aquel atentado tuvo tal alcance que repercutió incluso en el vecino Canadá en donde nos encontrábamos. La reacción que percibimos en vivo y en directo, fue muy diferente a la que suelen tener este tipo de acciones en Europa.
Lamentablemente, el terrorismo yihadista va dando zarpazos a diestro y siniestro en el Viejo Continente y sorprenden las reacciones tan timoratas que registra en su contra y que, habitualmente, se limitan a lamentar los muertos, evitar recordar que han sido asesinados por extremistas pertenecientes a una confesión religiosa muy concreta, difundir consignas buenistas y velar por los derechos humanos de los asesinos intentando, para colmo, encontrar explicaciones e incluso justificaciones para su proceder…
En EEUU, en cambio, el dolor ante los muertos, genera irá, deseo de que los culpables sean cazados lo antes posible, estimulan el patriotismo y movilizan a la población para identificar y localizar a los terroristas. Así pues, cuando veamos esta película, Patriots Day, debemos de tener presente estas consideraciones: lo que se nos muestra es lo ocurrido en una ciudad de los EEUU país cuya reacción ante el fenómeno terrorista es muy distinta a la habitualmente se produce en Europa ante fenómenos similares. Si uno está dispuesto a reconocer esta diferencia, conviene que vea esta película, de lo contrario, absténgase.
Patriots Day nos aproxima a lo que ocurrió después del atentado de Boston y cómo se localizó a los terroristas. Como siempre que se dice que una película “está basada en hechos reales”, hay que poner ciertas reservas: si queremos saber cómo fueron los “hechos reales”, mejor recurrir a documentales. Patriots Day es una película de acción y dramatismo, no una reconstrucción histórica. Lo que si recoge la película con alto grado de verosimilitud es la reacción global de la ciudad contra un ataque terrorista: todos arrimaron el hombro para tratar de localizar a los asesinos lo antes posible en lugar de apresurarse a cambiar los iconos de sus perfiles en facebook por aquellos cursis y blandengues “Yo soy Charlie” que tanto predicamento tuvieron en Europa. El 15 de abril de 2013, el terrorismo declaró la guerra a Boston. Bostón ganó.
Algún crítico ha dicho que la película destila “patriotismo barato”. Si el patriotismo fuera “caro”, no sería patriotismo, sino un objeto de lujo. Afortunadamente, el patriotismo está al alcance de todos: evidencia un alto sentido de unión con lo que es una comunidad, no sólo con su presente, sino también con su pasado y la voluntad de construir un futuro común. Valores que están en vías de perderse en la Vieja Europa pero que aún siguen vivos en EEUU. Obviamente, existe una carga política en el film (¿cuál no la tiene?) pero resulta bastante razonable llamar a la colaboración ciudadana cuando aparezcan –porque aparecerán más, están apareciendo casi todas las semanas en Europa- atentados de este tipo.
El director Peter Berg ha hecho un trabajo en ciertos momentos electrizante, con un Mark Wahlberg comedido y sin estridencias en su rol protagonista. Vemos también a John Goodman como comisario de policía y a Kevin Bacon como agente responsable del FBI. Es de agradecer también que el director no haya cargado las tintas al describir a los dos hermanos Tsarnaev que cometieron el crimen (interpretados por los muy convincentes Alex Wolff y Themo Melikidze. Quizás adentrarse en la psicología que llevó a este par de yihadistas a tener sus quince minutos de fama mediática asesinando a tres personas causando 250 heridos, constituya uno de los factores imprescindibles y más meritorios de esta película.
No es una película de 10, pero sí una película aceptablemente bien construida y detallista. Quizás su metraje sea excesivo y hubiera podido concentrarse en algunos tramos, pero el efecto resultante tiene bastante más de positivo que de negativo y el mensaje que transmite –guste o no guste- diáfano y sin equívoco. Si no volvieran a producirse más atentados yihadistas, valdría la pena ver esta cinta como un ejercicio de reconstrucción histórica. Pero, a la vista de que en Europa, los atentados low-cost ya han alcanzado una cadencia semanal, conviene no perderla de vista porque así se pelea contra el terrorismo.
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