sábado, 3 de diciembre de 2016

Vacaciones en el mar: ya no hay cruceros como los de antes


Quienes a finales de los años 70 y durante los 80 no habían hecho un crucero, creían que se viajaba así por mar. Un crucero lujoso, repleto de glamurosas rubias en las piscinas, con un personal solícito que te ayudaba hasta en los menores detalles y siempre, absolutamente siempre, con final feliz. Mi padre, que en esto de los cruceros tenía experiencia, cuando me casé y nos embarcamos hacia Génova, me lo advirtió: “Reza para tener buena mar”. Debió ser en los años 30 cuando él, siguió la misma ruta: “Vomitó hasta el capitán”. Dos días después de llegar, todavía el monumento a Colón del puerto parecía como si oscilara. A nosotros nos pasó exactamente lo mismo. Y, sin embargo, en Vacaciones en el mar (que, originariamente y en Iberoamérica se llamó “El crucero del amor”) nunca jamás –que recuerde- estalló ninguna tormenta. Hoy ya no se hacen cruceros así. 

TRES HISTORIAS PARA UNA FORMA DE VIAJAR

La serie Vacaciones en el mar fue emitida por TVE en los años en los que no tenía competencia. Los cruceros parecían ser solamente patrimonio de ínfimas minorías. Tampoco la masificación había llegado a los aeropuertos. El escenario de la serie era un lujoso buque dirigido por el “capitán Stubing” (Gavin MacLeod) al mando de una tripulación abnegada preocupada solamente por el bienestar moral, material y espiritual de los pasajeros. La idea había salido de una novela de Jeraldine Saunders, The Love Boats a la que el genial Aaron Spelling dio forma televisiva. Era una forma de generar una fantasía en el espectador. Tres historias, siempre tres líneas argumentales, se desarrollaban paralelamente, sin relación entre sí y terminaban felizmente como en cualquier novela rosa. 




En aquel tiempo, viajar en crucero era muy distinto de cómo se hace hoy. Esas grandes ciudades flotantes son colmenas masificadas que transportan ¿1.500-2.000? personas, en cubículos exactamente iguales como un carguero transporta contenedores. Lo que va de esos modernos cruceros al “barco del amor” del capitán Stubing es lo mismo que va de la masificación a lo personalizado. En los puertos veo cruceros más pequeños y lujosos a los que habrá ido a parar el turismo de élite que quiere evitar travesías agobiantes, desembarcos tan masivos como el del día D en Normandía y repletos de enganches de consumo y ocio para matar las horas. Y es que, solamente, ver uno de esos grandes trasatlánticos genera casi cansancio y agobio. El “barco del amor” era otra cosa.

Sus historias siempre terminaban bien. Era una especie de “casa de la pradera” entre olas. Las fuerzas del mal nunca prevalecían contra los pasajeros protegidos por una tripulación angelical. No es raro que la serie fuera criticada por muchos por ser excesivamente almibarada, edulcorada hasta el coma diabético, y rutinaria en su planteamiento. Siempre se sabía que todo acabaría bien, así que ¿para qué preocuparse por la suerte de los pasajeros? Y, en efecto, al terminar, una y otra vez, semana tras semana, este esquema rígido y repetido a lo largo de 249 sin modificación alguna, se cumplía a rajatabla. No creo que haya un solo espectador que, antes o después, no hubiera tirado la toalla, harto de tener la sensación de ver siempre el mismo planteamiento resuelto de la misma manera.

LOS ACTORES DE LA TRIPULACIÓN

Gavin MacLeod estaba al timón del “crucero del amor”. Cuando alcanzó los galones de capitán ya lo teníamos visto de otras series televisivas de los primeros años 70 e incluso su rostro apareció en muchas películas de los 60: El Guateque (1968) junto a Peter Sellers y antes aún, en Operación Pacífico (1958), con Gary Grant y Tony Curtis. Pero fueron sus papeles televisivos los que lo fijaron en nuestra retina: apareció en La marina de McHale (1962-1966) junto a Ernst Borgnine. Por entonces ya quedó claro que le sentaba bien el uniforme de marino. Su siguiente intervención en el Show de Mary Tyler Moor (1970-1977) le reportó varios premios. Y de ahí al puente de “el barco del amor”, su consagración definitiva. Luego se dedicó a ser predicador evangélico sin desconectar por completo de la tele. Se le visto en JAG. Alerta roja (1995-2005) y en Aquellos maravillosos años (1988-1983) en papeles de reparto.

Bernie Kopell, pasó de ser el peligroso jefe de KAOS “Sigfried” del Superagente 86, al ligoncete y mujeriego “doctor Bricker”. Lo hemos visto últimamente en ese descomunal enredo que es Arrested Development (2003-2013) y antes, parodiándose a sí mismo, en algún episodio de El príncipe de Bel-Air. Literalmente, el personaje que asumió en Vacaciones en el mar, se tragó su carrera. Ted Lange está hoy irreconocible sin ese pelo afro con el que aparecía en la serie que hizo de él uno de los personajes más representativos de su estilo, el “camarero Isaac Washington”. Con posterioridad no ha hecho nada especial en televisión. El camino del cine también se cerró para Fred Grandy (“sobrecargo Gopher”), pero como se trataba de proseguir su carrera como actor se dedicó a la política con bastante éxito porque en 1986 obtuvo un escaño por Iowa en la Cámara de Representantes y en la lista del Partido Republicano que renovó durante cuatro mandatos. No ha vuelto al cine. Peor lo llevó Lauren Tewes (“relaciones públicas Julie McCoy”) cuya adicción a la cocaína la apartó de la serie en 1982.  

UNA SERIE ESPECIALMENTE DISEÑADA PARA MENTES INGENUAS

Ser ingenuo no es ningún desdoro. La candidez nunca es una falta, como máximo una afrenta al sentido común. Una serie como Vacaciones en el mar, puede ser acusada de ingenua o de trasmitir un mensaje idílico en el seno de un mundo de víboras y tiburones. Las críticas que en su momento se vertieron sobre esta serie y que son recurrentes cada vez que se habla de ella aluden solamente a la irrealidad del mensaje que transmite: “todo, por grave que sea, se puede resolver, basta para ello con embarcarse”, ó como decían los romanos "navegar es una necesidad". Resulta inevitable pensar que esta serie respondía a los intereses de las navieras y era una publicidad de sus cruceros, pero la serie no hubiera podido mantenerse durante diez años si, de una manera u otra, no sintonizase con alguna fibra del corazoncito del espectador. 

Para muchos, aquella serie planteó un objetivo en la vida (hacer un crucero), para otros determinó su carrera (marino). Enseñó que el mundo, contrariamente a lo que pensamos habitualmente, no es una especie de infierno en el que dominan fuerzas destinadas a destruir a lo humano, sino que también existe una tendencia a la dicha, la bondad y la felicidad. No es, desde luego, una serie malintencionada o depresiva. Todo lo contrario: podría ser recomendada para superar estadios depresivos, tristezas y miedos. Al final todos hemos deseado alguna vez encontrar con el “capitán Stubing” y su abnegada tripulación. 


En España, en la primera mitad de los años años 80, cuando se emitió, el país acababa de vivir las tensiones de la transición y estábamos ya inmersos, sin solución de continuidad, en lo que se llamó “el desencanto”. El régimen había cambiado. Antes no podía decirse nada, el país había tenido “hambre” de libertad. La euforia de los primeros años de democracia nos impidió ver que la inflación crecía mucho más que los salarios, que empezaba a existir una brecha entre la “España oficial” y la “España real”. En esas circunstancias, entre tensiones, desencantos y pataleos, la serie Vacaciones en el Mar, aliviaba un poco la crispación que se había ido apoderando del país. A fin de cuentas, el ciudadano de a pie, aspira, sobre todo, a ser feliz.

La serie gustará a los que vivieron aquella época y les recordará mucho de aquellos años, de cuáles eran sus aspiraciones e ideales. Dirá poco a las nuevas generaciones, como máximo les indicará lo que veían los “carrozones” de sus padres. Los amantes de los cruceros y los que hoy hayan hecho de esa forma de viajar un hábito, no se reconocerán en esta serie. Contraindicada, desde luego, para los que busquen series de acción trepidantes. Apta especialmente para cardíacos (las sorpresas nunca sobresaltarán los resortes de su marcapasos), depresivos (si cientos de pasajeros del “barco del amor” pudieron encontrar la felicidad ¿Por qué usted no va a conocer la dicha?) y crédulos en el “poder del amor”. Resto, abstenerse.



FICHA:

Título original: The Love Boat
Título en España: Vacaciones en el mar
Temporadas: 10 (249 episodios autoconcluidos)
Duración episodio: 43 minutos
Año: 1977-1987
Temática: La vida en un lujoso trasatlántico en el que en cada crucero interactúan los nuevos pasajeros con el personal de servicio en el navío.
Género: Comedia de situación
Subgénero: Naval.
Actores principales: Gavi MacLeod, Bernie Kopell, Fred Grandy, Ted Lange, Lauren Tewes,Jill Whelan,PatKlos, Ted McGinley, Marion Ross.
Lo mejor: un personal abnegado al servicio de unos pasajeros sedientos de felicidad.
Lo peor: rutinaria.
Puntuación: 6
Tema musical de la serie: 
Curiosidad: Vacaciones en el Mar en Barcelona (1985): 

¿Cómo verlo?: Algunos episodios pueden verse en youTube en versión original. Están a la venta en DVD y BlueRay. También pueden bajarse mediante programas “peer two peer”.

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