1. Edward Teach. También conocido como Barbanegra, el pirata más siniestro del Caribe. Más que siniestro... satánico y más que satánico... cabronazo redomado. No era muy sanguinario. Le precedía su fama y los barcos se le rendían. Le gustaba jugar con sus hombres a ver quien aguantaba más tiempo respirando azufre; decía: "Venga, fabriquemos muestro propio infierno". Ganaba siempre él quizás porque seguramente venía del infierno. En cierta ocasión en el curso de un abordaje se colocó dos docenas de mechas encendidas debajo del gorro, dando la sensación de que su cabellera -frondosa por lo demás- estaba ardiendo como la de Satanás en persona. Le gustaban este tipo de juegos tirando a bestias. Ha conocido éxito en el cine: en los 50 Raoul Walsh rodó "Barbanegro, el pirata". Películas aparte, estaba como un cencerro desafinado.
2. Henry Morgan. Pirata de la vieja escuela... siniestro... tirando a borde y, más bien, por simplificar... hijoputa. Autor del famoso código de los piratas que prefigura la seguridad social moderna (una parte del botín se guardará para cuando el pirata se jubile, si pierde una pierna se le paga tanto, si se queda tuerto tanto más, si necesita un garfio para el muñón le queda cubierto...). Por lo demás, alternó grandes tropelías con fracasos sonoros. Uno de los cronistas piratas dice sobre la federacion pirata que dirigió -los "Hermanos de la Costa"- que cuando tocó repartirse el botín apenas alcanzaba para una pinta de cerveza por barba. Actuó sobre todo en el Caribe y tomó Portobello y Maracaibo. Y aquí el reparto de botín... al menos dio para un barril de cerveza per capita.
3. Jean Lafitte. Siniestro personaje de origen vasco-francés. Llamado "el último rey de Galveston". Comerció con los rebeldes de las colonias de Nueva Inglaterra, vendiéndoles armas, municiones, ron y prostitutas, gracias a las cuales los EEUU alcanzaron la independencia. Al muy bestia se le ocurrió montar un reino -Barataria- en los pantanos de Nueva Orleans, por supuesto inaccesibles e infestados de mosquitos, caimanes y prófugos sandungueros. La acción de sus 1000 piratas determinó el final de la guerra y la independencia de los EEUU. No contento con eso, financió la primera edición del Manifiesto del Partido Comunista de Carlos Marx. Cecil B. de Mille, le dedicó una película bastante infumable: El Bucanero.
4. Don Gelmirez. Como siempre... un español... gallego por más señas, tenía que dar la nota. Además era clérigo. Es posible que sea una leyenda medieval, pero se cuenta que en la diócesis de Tuy existía un tal Gelmirez conocido como el "obispo pirata", pues no en vano unía a su rango eclesiástico una vocación de marinero y una afición de pirata, ambas desmedidas. La leyenda de Gelmirez afirma con una seriedad pasmosa que oficiando la misa, al levantar la hostia y el copón, oyó el grito de "Nave a la vista". Dejó colgados a los feligreses, se encajó entre las mandíbulas el sable de abordaje y allí que fue en busca de botín, gloria, aventura o redención... nunca se sabe. No sabría decir si la historia del obispo Gelmirez es leyenda o realidad, pero, en cualquier caso, es... encantadora.
5. El capitan Misson. Oriundo de la Provenza francesa. Actuó en Madagascar... que ya son ganas. Se le considera el prototito de "pirata humanista". Quiso formar una "república pirata" inspirada en la Revolución Francesa y en la filosofía de las Luces. Y se le ocurrió hacerlo en las costas de Madagascar. Mas bestia que un arado, hablaba una mezcla de catalano-provenzal, francés, italiano, inglés y holandés que prefiguró el esperanto y la "interlingua" de Blade Runner. Sus ideas humanistas no eran suyas sino de un dominico rebotedo, un tal Carachioli que se las metió... ideas en una cabeza ya de por sí bastante desordenada. Montó en el norte de Madagascar la República de Libertonia mucho antes de que los hermanos Marx utilizaran ese nombre en una de sus películas. Su locura fue in crescendo -como todas las locuras- y finalmente los indígenas se cansaron de tantas leyes y tantos protocolos y asaltaron la "república". Misson pudo huir, pero a Caracholi se lo comieron los indígenas hecho... a vuelta y vuelta. Poco después, a la vista del éxito, Misson montó un "república naval" con tres buques y seiscientos piratas. Una tempestad se lo llevó al infierno.
2. Henry Morgan. Pirata de la vieja escuela... siniestro... tirando a borde y, más bien, por simplificar... hijoputa. Autor del famoso código de los piratas que prefigura la seguridad social moderna (una parte del botín se guardará para cuando el pirata se jubile, si pierde una pierna se le paga tanto, si se queda tuerto tanto más, si necesita un garfio para el muñón le queda cubierto...). Por lo demás, alternó grandes tropelías con fracasos sonoros. Uno de los cronistas piratas dice sobre la federacion pirata que dirigió -los "Hermanos de la Costa"- que cuando tocó repartirse el botín apenas alcanzaba para una pinta de cerveza por barba. Actuó sobre todo en el Caribe y tomó Portobello y Maracaibo. Y aquí el reparto de botín... al menos dio para un barril de cerveza per capita.
3. Jean Lafitte. Siniestro personaje de origen vasco-francés. Llamado "el último rey de Galveston". Comerció con los rebeldes de las colonias de Nueva Inglaterra, vendiéndoles armas, municiones, ron y prostitutas, gracias a las cuales los EEUU alcanzaron la independencia. Al muy bestia se le ocurrió montar un reino -Barataria- en los pantanos de Nueva Orleans, por supuesto inaccesibles e infestados de mosquitos, caimanes y prófugos sandungueros. La acción de sus 1000 piratas determinó el final de la guerra y la independencia de los EEUU. No contento con eso, financió la primera edición del Manifiesto del Partido Comunista de Carlos Marx. Cecil B. de Mille, le dedicó una película bastante infumable: El Bucanero.
4. Don Gelmirez. Como siempre... un español... gallego por más señas, tenía que dar la nota. Además era clérigo. Es posible que sea una leyenda medieval, pero se cuenta que en la diócesis de Tuy existía un tal Gelmirez conocido como el "obispo pirata", pues no en vano unía a su rango eclesiástico una vocación de marinero y una afición de pirata, ambas desmedidas. La leyenda de Gelmirez afirma con una seriedad pasmosa que oficiando la misa, al levantar la hostia y el copón, oyó el grito de "Nave a la vista". Dejó colgados a los feligreses, se encajó entre las mandíbulas el sable de abordaje y allí que fue en busca de botín, gloria, aventura o redención... nunca se sabe. No sabría decir si la historia del obispo Gelmirez es leyenda o realidad, pero, en cualquier caso, es... encantadora.
5. El capitan Misson. Oriundo de la Provenza francesa. Actuó en Madagascar... que ya son ganas. Se le considera el prototito de "pirata humanista". Quiso formar una "república pirata" inspirada en la Revolución Francesa y en la filosofía de las Luces. Y se le ocurrió hacerlo en las costas de Madagascar. Mas bestia que un arado, hablaba una mezcla de catalano-provenzal, francés, italiano, inglés y holandés que prefiguró el esperanto y la "interlingua" de Blade Runner. Sus ideas humanistas no eran suyas sino de un dominico rebotedo, un tal Carachioli que se las metió... ideas en una cabeza ya de por sí bastante desordenada. Montó en el norte de Madagascar la República de Libertonia mucho antes de que los hermanos Marx utilizaran ese nombre en una de sus películas. Su locura fue in crescendo -como todas las locuras- y finalmente los indígenas se cansaron de tantas leyes y tantos protocolos y asaltaron la "república". Misson pudo huir, pero a Caracholi se lo comieron los indígenas hecho... a vuelta y vuelta. Poco después, a la vista del éxito, Misson montó un "república naval" con tres buques y seiscientos piratas. Una tempestad se lo llevó al infierno.
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