sábado, 9 de julio de 2016

A Very Secret Service


A VERY SECRET SERVICE, al servicio de la incorrección política

La primera temporada de A Very Secret Service (Au Service de la France), serie francesa emitida por Netflix, nos ha dejado muy buen impresión. Se trata de una comedia ambientada en 1960 que tiene como protagonistas a los miembros de un “servicio secreto”. Al igual que Lilyhammer, podría ser definida como “comedia negra”, pero esto no sería decir mucho sobre el contenido: hay que añadir también que se trata de un viaje a la Francia de 1960 realizado a través del mundo del espionaje. Y vale la pena verla, especialmente, si usted ama el cine francés, las películas de espías y conoce algo de la Francia de aquellos años. Si esta última condición no le acompaña, se perderá algunos de los mejores gags de la serie. Pero, incluso en ese caso, se distraerá, reirá y sonreirá durante toda a lo largo de los doce episodios. Dato importante: la serie es en algunos momentos “políticamente incorrecta”; valor añadido, por tanto.
En 1960, Francia había perdido buena parte de sus colonias. No pasaba un año sin que un país africano o asiático manifestara su deseo de independizarse de la metrópoli. Algunas independencias habían sido traumáticas (Indochina), otras lo estaban siendo (Argelia), la mayoría se realizaron sin pena ni gloria, aun a sabiendas de que aquellos países (subsaharianos) no estaba preparados para sobrevivir. 
La película nos muestra a un extraño y burocratizado servicio secreto, provisto de unos agentes en los que la estupidez y la haraganería pura y simple, los sitúan solamente un pelo por encima del celebérrimo Maxwell Smart, el Superagente 86. Allí va a parar un nuevo funcionario en torno al cual gira la trama, el único que parece normal, “Ardré Merlaux” (interpretado por Hugo Becker). Todo en dicho servicio es “secreto”, nadie sabe exactamente lo que está haciendo –es “secreto”- y se limitan a cumplir las órdenes transmitidas mediante formularios. El relleno de formularios constituye una parte esencial en la vida de estos agentes, de la misma forma que el sonido de su oficina está salpicado por el ruido de los tampones de caucho golpeando las mesas. 
La narración tiene un deliberado tono surrealista y una lógica absurda que en donde, justamente, reside su atractivo. Las categorías lógicas son abolidas. El absurdo se apropia de las situaciones e impone sus reglas. Y, sin embargo, tanto absurdo no puede hacer olvidar que, en el fondo de la narración, hay un poso de veracidad. 


En 1960, hacía solamente 15 años que se había terminado la Segunda Guerra Mundial. No todos habían restañado sus heridas. Algunos franceses seguían odiando al enemigo alemán. Desconfiaban de él y de todo lo que propusiera. El haber pertenecido a “la resistencia” contra los alemanes durante la guerra, era el máximo título de prestigio para cualquier francés, a pesar de que la resistencia fue extremadamente minoritaria y casi imperceptible hasta el desembarco norteamericano en Normandía, cuando la guerra estaba ya ganada. Igualmente, la quintaesencia del deshonor era haber colaborado con el “gobierno de Vichy” que había negociado la rendición de Francia con los alemanes. En esto que estalló la “crisis de Argelia”: los nacionalistas argelinos querían la independencia, pero allí residían un millón de franceses que no estaban dispuestos a dejar de serlo. Aquello se convirtió pronto en una guerra abierta.
Entonces, algunos franceses vieron en De Gaulle al eximio salvador de la patria en junio de 1940, al nuevo mesías que requería la situación. De Gaulle fue sacado de su retiro y convertido en presidente para que resolviera el problema argelino. Había terrorismo de los independentistas argelinos y De Gaulle llegó para garantizar que Argelia seguiría siendo francesa. Tres años después daba la independencia a aquel país: como si un experimentado piloto hubiera realizado un aterrizaje perfecto en el aeropuerto que no era al que querían llegar quienes fletaron en avión. Como podía esperarse, una parte del ejército, apoyada por la población europea de Argelia se sublevó y generó otra organización terrorista, la OAS. Por si esto fuera poco, para derrotar a la OAS, Da Gaulle autorizó la formación de bandas de delincuentes comunes especializadas en el asesinado de miembros de la OAS, los “barbouzes”. Con De Gaulle, de haber solamente un terrorismo, el del FLN argelino, pasó a haber tres: el del FLN, el de la OAS y el de los “barbouzes”. 
Es en este contexto anómalo y, ya de por sí, surrealista, en el que hay que insertar la trama de esta serie para poder percibir todas sus calidades humorísticas. Las formidables metidas de pata de la política francesa de aquella época, aparecen en esta serie en forma de gags. Se alude a hechos que realmente ocurrieron y se ironiza sobre una época y sobre la mentalidad de quienes tenían las riendas del poder. No es por casualidad que la figura del General De Gaulle aparezca en la presentación de cada episodio o que el jefe del servicio de inteligencia esté caracterizado casi como sus perfecto sosías. 
Los doce episodios de la primera temporada dejan varios cabos sueltos. El 24 de junio de 2016 se confirmó la preparación de la continuación. La recepción por parte del público francés, fue buena, pero no entusiasta. La derecha francesa no gusta que se bromee con la “grandeur” del país y en cuando a la izquierda, las incorrecciones políticas de la serie, debieron incomodarla. El diario Le Monde, a la hora de comentar la serie se limitó a destacar que era “a la vez desconcertante y provocadora”. Lo es, en efecto. Acertó en destacar también que “la fuerza de la serie reside en su atención en los detalles”. Se la ha comparado a la película OSS 117: Le Caire, nid d’espions (2009, El Cairo, nido de espías), pero A Very Secret Service, la supera con mucho y con nota. Recuerda, mucho más a las series de espías de los años 60, incluso en su tema musical. Tiene algo de Los vengadores a la francesa; otro poco de El agente de CIPOL, cómo del tratamiento del mundo del espionaje que le da Superagente 86

Recomendable para los amantes del cine de espías, de las comedias negras de calidad, de las recreaciones históricas y del cine político desenfadado. Si conocen los particulares históricos de aquellos años la sonrisa y la carcajada no les abandonarán mientras visione la serie. Si desconocen por completa la Francia aquellos años, véanla y fíjense en los detalles. Aprenderán historia y la aprenderán sonriendo.

Tamponné, double tamponné


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