RIVER: GÉNERO NEGRO CON INCRUSTACIONES PSICOLÓGICAS
John Read, psicólogo especializado en abusos sexuales y psicosis, decía recientemente en una entrevista realizada por el diario La Vanguardia que un 15% de la población oye voces y un número menor “ven” y departen con seres que no están ahí, meros productos de su imaginación o familiares y amigos fallecidos. La miniserie River va de todo esto.
Producida por la BBC, se estrenó en octubre de 2015 y ha llegado recientemente a España a través de la plataforma Netflix. El papel protagonista corresponde al actor sueco Stellan Skarsgård que da lo mejor de sí y borda una interpretación que lo consagra como uno de los grandes actores del momento (y de los más discretos). Skarsgård es “River”, detective de la policía británica que da nombre a la serie. “River” dialoga (y se pelea) con seres inexistentes, entre ellos, su compañera “Jackie Stevie” (interpretado por Nicola Walker otra actriz de largo recorrido en la escena británica y que en su arranque tuvo un papel secundario hasta lo irrelevante en Cuatro bodas y un funeral, 1994) asesinada poco antes. La tercera pata de la serie es “Chrissie Read”, responsable del grupo de policías que protagonizan la trama y que es representada por otra actriz veterana, Lesley Manville, un rostro habitual en las teleseries británicas (la recordamos como la “señora Lorrimer” en la serie Agatha Christie’s Poirot) y que va cosechando premios de interpretación como el BAFTA a la Mejor Actriz Secundaria que ha obtenido por su interpretación en esta serie. Finalmente, respondiendo a la realidad actual de la sociedad británica, un actor de origen pakistaní integrado en la sociedad isleña, encarna a “Ira King”, el policía compañero de Skarsgård que ha sustituido a la policía asesinada. En torno a estos personajes centrales se va articulando la miniserie que no decepciona en ningún capítulo (si bien en los dos centrales, el ritmo baja y se hace ostensiblemente lento, para recuperarse luego en los dos episodios finales de la serie).
Lo que se puede pedir, en primer lugar, a una miniserie de detectives es que no reproduzca esquemas habituales en el género; que sea, en definitiva, original y aporte algo por lo que será recordada. La concepción de River es original: policía con un desarreglo psicológico que hace interlocutor suyo a personajes muertos. No se trata del habitual héroe seductor y ligón de este tipo de películas, sino de un policía sistemático e intuitivo con esos animados diálogos con proyecciones inexistentes de personas muertas. No se trata de una miniserie estilo Ghost Whisperer (2005-2010, Entre fantasmas) con su carga parapsicológica y seudo-espiritista, sino de proyección psicológica, cuyo protagonista pertenece a ese segmento del 15% que oye voces y ve personas inexistentes. A partir de este elemento axial, la serie resuelve, en el curso de sus seis episodios, los motivos porqué la co-protagonista resultó asesinada, para qué y por quién.
El cine es, en cierto sentido, un reflejo de la sociedad. El cine británico, por tanto, debe reflejar los problemas e inquietudes de aquella sociedad si pretende interesar a su público. Esta serie ha constituido un éxito en las islas británicas, tanto como la primera película dirigida por Robert Carlyle, La leyenda de Barney Thomson (2015) que acabamos de ver. River y Barney Thompson tienen un hilo conductor común: en la segunda, el protagonista busca su identidad originaria, quién es, en definitiva y cómo ha llegado a ser como es. En River, ocurre otro tanto, porque el asesino resulta ser alguien que se formulaba esas mismas preguntas, ignoraba quien era su madre y termina sabiéndolo en los últimos minutos del capítulo que remata a la serie. Es que, todo el Reino Unido se está preguntando en estos momentos quién es, porque eso es definitiva lo que se les está preguntando a los británicos con el referéndum sobre el Brexit: ¿son europeos? ¿son multiculturales? ¿son anglosajones y nada más? No es de extrañar que productores avisados hayan lanzado productos cinematográficos, en distintos registros, a través de los cuales el público puede formularse esas mismas preguntas a través de los protagonistas. Es significativo, por lo demás, que el eje de la trama sea la inmigración, el tema que constituye el fondo del debate en torno al Brexit, mucho más que sus repercusiones económicas.
El trabajo de guionización es correcto, coherente y cerrado. La trama no deja cabos sueltos, está resuelta brillantemente y es creíble en todo momento. Las pinceladas de todos los personajes son verosímiles, no hay “héroes” maravillosos, ni villanos de maldad elevada a la enésima potencia. Usted o yo, los podemos encontrar en cualquier calle de nuestra ciudad. Quizás por eso, el papel de actores brillantes pero sobrios, discretos pero eficientes en su trabajo, es lo que ha hecho que esta serie de TV se recuerde especialmente por ellos, incluso por los secundarios. Fotografía y banda sonora contribuyen a dar credibilidad al guión, tanto como los silencios y los primeros planos que la cámara dedica al expresivo rostro de Stellan Skarsgård y que hacen innecesario cualquier diálogo.
La creadora, guionista y directora de la serie, Abi Morgan, lleva años en la profesión. Procede del mundo del teatro y la televisión ha sido el campo en el que ha cosechado sus éxitos más notorios reconocidos por su colección de premios Emmy, BAFTA recibidos. Entre las películas cuyo guión elaboró y que más contribuyeron a que se recuerde su nombre figura The Iron Lady (2011, La dama de hierro) siendo la verdadera artífice de que Meryl Streep encarnase a una Margaret Tatcher creíble. En River, ha co-dirigido la serie, sabiendo rodearse de un equipo de actores eficientes y rigurosos, todos ellos procedentes también del mundo del teatro.
Netflix estrenó River el 18 de noviembre, pero ha tardado siete meses en llegar al desdoblamiento español de la plataforma. Hay que felicitarse de que series de este tipo lleguen a nuestros monitores, aunque sea tarde, liberándonos de la pesada carga de la telebasura. Un producto agradable de ver, imaginativo, entretenido y, sobre todo, perfectamente interpretado. Digno de verse, en definitiva.
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