Cromo o la consagración de las series argentinas en Netflix
Hace unos meses veíamos la primera temporada de Club de Cuervos, una serie mexicana que nos llamó la atención por su brillante ejecución. Era el primer signo de que en el ámbito hispano se pueden hacer series que compitan –y superen– con las elaboradas por las grandes potencias cinematográficas. Ahora, esta impresión nos queda confirmada por el visionado de la serie de televisión argentina Cromo.
Estrenada en octubre de 2015, la serie no deja cabos sueltos para que se filme una segunda temporada. No sé hasta que punto a Cromo le cabe el calificativo de “miniserie” cuando la trama se desarrolla a través de doce episodios. Con un guión ágil que hasta el último momento mantiene el interés y las sorpresas, una interpretación inmejorable y unos paisajes que nos muestra la variedad y la riqueza natural de la República Argentina (desde los esteros de Corrientes, hasta los glaciares de la provincia de Santa Cruz), la serie roza la perfección. No sabríamos encontrarle defectos, ni puntos débiles.
La serie recuerda extremadamente las dos temporadas de True Detective. No estamos en la América profunda, sino más al sur, en una Argentina alejada de los bulevares de Buenos Aires o de la planicie de Córdoba. Estamos en una Argentina recóndita, áspera y salvaje. No existe ley, ni norma que proceda de fuera de la pequeña comunidad en la que se desarrolla lo esencial de la serie. Una tanería (curtimbre, en Argentina) está en el centro de la trama. Genera enfermedad y muerte (por el cromo contaminante que arroja a los esteros, de ahí el nombre de la serie), pero es la única fuente de ingresos de aquella comunidad. Todos son culpables, pero, al mismo tiempo, también son víctimas atrapadas en una trampa mortal. Las sorpresas se suceden en cada episodio.
Nada es lo que parece y no hay grandeza en los personajes.
Esta serie nos dice mucho sobre esa otra Argentina que nunca aparece en los informativos y que cuesta situar en el siglo XXI y en el continente americano. Podría ser la Calabria de hace unas décadas, con la omertá mafiosa que durante mucho tiempo aportó la cohesión vincular a toda la comunidad. Pero es la República Argentina, aquí y ahora. No hay instante alguno de la trama que no sea creíble o que suponga una pérdida de ritmo narrativo o la posibilidad de que pensemos en otra cosa más que en lo que vemos. La serie atrapa. En algún momento recuerda a la Isla Mínima, aunque su modelo innegable es True Detective. Pero, advertimos, no es una serie policíaca, sino un thriller dotado de una carpintería interior perfectamente armada.
Hay que congratularse de que en la America hispana se hagan cada vez productos televisivos de la mejor calidad. Tanto la serie mexicana Club de Cuervos como ésta otra (que ni de lejos se parecen) muestran la pujanza, la imaginación y las ganas de componer productos competitivos en el mercado mundial. Hasta ahora, las series televisivas estaban indiscutiblemente dominadas por las productoras norteamericanas. Pero en los últimos años, potencias cinematográficas que hasta ahora eran poco menos que irrelevantes a la hora de elaborar productos exportables al mercado mundial, están acortando distancias con el liderazgo norteamericano que debe empezar a preocuparse por las cinematografías nórdicas y por las que bullen al sur del Río Grande. Suecos, noruegos y daneses están haciendo muy buenas series en los últimos tiempos. Los rostros de sus actores nos empiezan a ser familiares y sus estilos narrativos no tienen nada que envidiar a las series norteamericanas. A este pelotón de cinematografías emergentes se une ahora Argentina con Cromo.
La serie ha sido creada por Lucía y Nicolás Puenzo. Fue la única representante de Iberoamérica en el Festival de Cine de Toronto el pasado mes de septiembre en donde debió competir con series norteamericanas y francesas, causando excelente impresión incluso para la crítica norteamericana. La serie se estrenó en la televisión pública argentina con enorme éxito. Todo en ella es “nacional”: actores, guión, equipo técnico, encuadres. Un producto argentino al que auguramos un triunfo en todo el mundo.
Cromo demuestra se pueden hacer series que estén al mismo nivel de las mejores series norteamericanas en Iberoamérica. La pregunta es ¿por qué en España cuesta tanto? Y la respuesta es simple: falla la guionización y la realización carece de ambiciones. Incluso en algunos casos, el casting es nefasto. Y llevamos mucho tiempo así. De la producción actual española se salva Los casos de El Caso y, justo porque el guión y el casting son aceptables. Bruscamente, aparece esta serie argentina que puede enseñar mucho a quien se dedica a este oficio en España y todavía no ha aprendido a realizar algo exportable que se pueda codear con lo mejor. En la mayoría de series producidas en España lo menos que puede decirse es que “pasan pocas cosas”, son demasiado estáticas, hay diálogos interminables que aportan poco a la trama, los movimientos de cámara mínimos, cuando hay destellos de humor, abunda la zafiedad insultante y la pobreza en el vocabulario y si se trata de generar suspense, se suelen utilizar recursos poco imaginativos. De tanto en tanto, se produce alguna buena serie por aquello de que “ya tocaba”, pero el nivel medio es bajo y demuestra que el público que le queda a las televisiones generalistas es poco exigente y que para las empresas lo importante es la publicidad que puedan colocar en esa franja horaria mucho más que el producto en sí. Olvidan que, a veces, la rentabilidad de una de estas series depende de su venta a otras cadenas y no solo de la publicidad.
Otro aspecto interesante de Cromo es la variedad de temas que aborda la trama. Hay un trasfondo ecologista y social, pero también nos habla de relaciones paterno-filiales y de triángulos amorosos imposibles. Hay detalles que remiten a la globalización y otros a la supervivencia de sociedades rurales. Se alude a la responsabilidad de los contaminantes químicos sobre los tumores y a la irresponsabilidad de quienes son conscientes del envenenamiento de las aguas por vertidos tóxicos (porque les afecta a ellos y a sus familias de forma demoledora), pero persisten arrojando contaminantes. Cuando se tocan tantos temas, es que hay mucho que decir y hay necesidad de decirlo. Y, créanme, en esta película no se salva nadie. El guión dista mucho de ser maniqueo: no hay personajes “buenos”, ni “malos”, contrariamente a lo que se piensa en los primeros capítulos, los tonos grises están presentes en distintas medidas en todos ellos. Cada cual tiene sus razones para actuar como lo hace y ninguna razón es pura. En la lucha de cada personaje entre la defensa de sus intereses individuales y la de sus principios, siempre vencen los primeros. Real como la vida misma.
El cuadro final que nos presenta la película no es en absoluto halagüeño. Nos muestra que en la República Argentina no hay ya golpes de Estado, ni desaparecidos, pero la situación dista mucho de ser democrática y no es, desde luego, el imperio de la ley. Argentina está en crisis, pero el cine argentino, parece vivir uno de sus mejores momentos. Al menos Cromo permite intuirlo.
Lucía Puenzo, Sergio Bizzio, Leonel D'Agostino, Nicolás Puenzo
Guillermo Pesoa
Nicolás Puenzo, Julián Perini
Historias Cinematográficas / Blue Productora
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