Y luego se preguntan por qué los españoles somos tan poco productivos. Las tarifas eléctricas son más baratas por la noche y mi vecina está en crisis, así que son las 2 de la mañana y tengo soportar el zumbido del lavaplatos (cuando no la centrifugadora) que traspasa el techo; desde las 7 de la mañana en las obras a pie de casa se genera un estruendo importante: en este país si no hay ruido no solo no hay nueces, parece que tampoco se trabaja; algún chaval pone reggaetón a tope día y noche y hace que las ventanas vibren con los bajos… y ni siquiera está en mi edificio, pero lo pone a tal volumen que me hace pensar que fue él el encargado de la guerra psicológica a Noriega cuando lo de Panamá: tiene que hacer ruido para que sepan quién es el nuevo macho de la selva.
De nada sirve que hagan una ley sobre el ruido si luego simplemente ni se respeta ni se cumple. Va siendo hora de que los españoles dejemos de ser tan catetos, que parece que sólo somos europeos cuando nos interesa cobrar subvenciones, y dejemos de vivir la cultura del ruido, del ruido como forma de violencia, como forma de poder y sobre todo: como forma de tortura.
De nada sirve que hagan una ley sobre el ruido si luego simplemente ni se respeta ni se cumple. Va siendo hora de que los españoles dejemos de ser tan catetos, que parece que sólo somos europeos cuando nos interesa cobrar subvenciones, y dejemos de vivir la cultura del ruido, del ruido como forma de violencia, como forma de poder y sobre todo: como forma de tortura.
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