Anthony Gormley hace de esta escultura un Tetris daliniano. Lo que me llama la atención es la queja hacia el cielo como si contempláramos y oyéramos el último grito antes de que las anunciadas piezas... estuvieran a punto de explosionar.
Yo le miro, le pongo una mano en el hombro y la otra trato de escuchar con ternura su descubrimiento, unos instantes antes de que los átomos metálicos queden suspendidos en el aire, desapareciendo su existencia en forma humana.
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