jueves, 13 de octubre de 2016

Les Revenants, zombies lustrosos y de buen ver




En los últimos años hemos visto zombis de todos los colores y condiciones: zombis guasones (Zombieland [2009], Shaun of the Dead [2204]), zombies glamurosos (Fido [2006]), zombis a mogollón (La noche de los muertos vivientes [1968 y 1990]), zombis maquillados y reciclados en grupos de ayuda (In the Flesh [2013–2014]), zombis mexicanos (Los infectados [2011]), zombies a la española (REC 3 [2007]), zombies japoneses (incontables) y así sucesivamente. Faltaba una serie de zombies que no se hubieran enterado de que son zombies. Con Les Revenants se riza el rizo y aparece una nueva categoría de zombis que, a efectos taxonómicos podemos definir como “zombies de buen ver”.

El argumento de partida es fácil de situar: en un pueblo francés, acaso en las estribaciones de los Alpes (la serie fue rodada en Alta Saboya), a las orillas de una presa que genera un enorme lago artificial, regresan algunos jóvenes que han muerto años antes. Una de ellas fue víctima, junto a otros compañeros de clase, de un accidente de autobús, otro es un joven que se suicidó, también hay un niño que había sido asesinado por sus secuestradores y, la guinda, un asesino en serie. Están físicamente como cuando murieron. La serie trata sobre sus pensamientos, sentimientos y acciones, y las esperanzas y temores que suscitan en el ambiente que les rodea. Al igual que en In the Flesh, parte de sus vecinos, se ven ganados por el miedo a lo inexplicable. A partir de aquí la trama se va deslizando por canales inusuales en películas de zombies. Porque, de eso se trata, cualquier muerto que regresa, aunque no sea para devorar al primer paisano, puede ser considerado como zombie, al margen de si su aspecto es glamuroso y atractivo, o pálido y descarnado.



El terror que puede generar esta película, no deriva del desparrame de higadillos habitual en la temática zombie, sino, más bien, de lo inexplicable de la situación: hasta que a alguien se le ocurrió dar una explicación al por qué aparecían los zombies (que recordemos debió ser en 28 días después [2002] donde un virus de laboratorio robado por un grupo de descerebrados defensores de los animales, en donde apareció una interpretación racional a la aparición y comportamientos del muerto–vivo), lo más terrorífico es que no existía explicación al fenómeno (en ciencia se dice que más vale una mala teoría que no tener teoría y en terrorismo que la bomba que nadie reivindica causa más terror que el atentado firmado). Aquí, en Les Revenants, la serie se instala en un tema análogo: nadie se explica por qué han aparecido los  que en otro tiempo murieron, ni porque su presencia viene acompañada de algunos fenómenos físicos (cortes de luz, bajadas en el nivel de las aguas del pantano), ni porqué, a partir de cierto momento, los interesados empiezan a experimentar laceraciones y problemas de necrosis en la piel. Poco a poco, especialmente en las últimas escenas de la primera temporada, el ambiente de la pequeña comunidad se va convirtiendo en cada vez más asfixiante y opresivo, llegando a su clima cuando unos protagonistas intentan abandonar el pueblo pero siempre, inevitablemente, regresan al mismo lugar (recurso utilizado en algunas películas de terror y siempre efectista). 

La serie está bien construida. Mantiene suficientes similitudes con la serie norteamericana Resurrection (2014–2015) como para decir que ésta fue una adaptación del original francés que, a su vez, era una traslación a la pequeña pantalla de la película del mismo título dirigida por el francés Robin Campillo en 2004. En ésta, eran millones los muertos que regresaban a la vida y el rasgo que les caracterizaba era que su temperatura corporal era algo más baja que la de los vivos–vivos lo que permitía al gobierno controlarlos mediante cámaras térmicas. Eliminado este elemento, lo que queda es Les Revenants que hemos visto en televisión: se da prioridad a la calidad que a la cantidad y, así se pueden seguir los problemas que genera en familias, parejas y en la sociedad rural, el retorno de los que se creía desaparecidos para siempre. Resurrection, a todo esto, constituyó un fracaso histórico para la cadena ABC que ni siquiera se dignó darle un final en la segunda temporada. 


El elemento gore está, pues, completamente ausente en la serie y es sustituido por reflexiones sobre la muerte, diálogos sobre lo que ocurre al abandonar la vida, sobre la finitud de lo humano,  sobre la esperanza, la imposibilidad de huir a la muerte. A fin de cuentas, cuando se ha dejado de creer en la evangélica “resurrección de los muertos” y la exótica creencia en la reencarnación es poco tranquilizadora para occidentales (la posibilidad de reencarnarse en un cerdo o en una tortuga, según la vida que hayamos llevado, no es el mejor consuelo ante la muerte), para algunos puede resultar sedante el que llamen a la puerta y sea aquel amigo del alma o aquel familiar bienamado, el que retorno del más allá. Todas estas actitudes son negaciones ante lo inevitable (la finitud de la vida humana) y formas de cubrir ese nihilismo, suscitando esperanzas para desesperados. Esta serie crea esa esperanza. Pero en la racionalista Francia, una temática así no podría terminar bien. Ir más allá sería revelar aspectos de la trama. 

Los intérpretes no son conocidos en España, aunque se trata de rostros habituales en la escena francesa. Algunos han participado en películas notables como Céline Sallette, actriz de semblante frágil y enfermizo (ella misma se pregunta si no será una muerta–viva), ha aparecio junto a Depardieu (Saint–Amour [2016]) o actuado a las órdenes de Costa–Gavras (en El Capital [2012]). Ana Girardot, así mismo, tiene un amplio historial cinematográfico que evidencia que es algo más que la hija de Annie Girardot. Hasta el más joven de los intérpretes, un niño que apenas levanta un metro del suelo –Swann Nambotin– y que, a causa de su inexpresividad facial, sabe transmitir esa sensación de inquietud presente en todo zombi que se precie. Pero si vale la pena resaltar algún papel es el de “Camille”, una de las renacidas, interpretado por Yara Pilartz, actriz franco–libanesa con apenas 17 años cuando se filmó la serie y que aporta ese rostro melancólico que permite intuir profundos abismos interiores, expresión propia del adolescente que, además, de la revolución hormonal, soporta el ser  una “renacida”.


Serie que se puede recomendar a los amantes no fanáticos de las películas de zombies (siempre y cuando sean conscientes de que no verán efusión de gore), a los que tienen posiciones existencialistas–nihilistas sobre la vida y sobre la muerte; también a quienes desean ver series de tensión sin sobresaltos demoledores y, finalente, a los que aman el cine y las seres europeas. Cuando termina la temporada, el público que la ha seguido descansa de una tensión y una ansiedad crecientes antes de que se inicie la segunda. Si eso es lo que busca, eso es lo que encontrará.

La serie consta de dos temporadas con  ocho capítulos cada una de 50 minutos de duración. Se proyectó en Francia entre 2012 y 2015 y fue proyectado en el Canal + Series Xtra poco después de su filmación. Por cierto, la serie se ha proyectado en España con el nombre original. “Revenants” en francés se aplica tanto a “fantasmas” como a los que “han retornado”. Evitar la tentación de traducirlo como “revenidos”. 

FICHA

Título original: Les Revenants
Título en castellano: Les Revenants
Temporadas: 2 (de 8 episodios cada una)
Año: 2012, 2013
Temática: ciencia ficción.
Subgénero: zombies
Actores principales: Samir Guesmi, Yara Pilartz, Jenna Thiam, Anne Consigny, Clotilde Hesme, Céline Salette, Swann Nambotin, Ana Girardot, Guillaume Gouix.
Lo mejor: el planteamiento original para el muy trillado cine de explotación zombie.
Lo peor: podía haber sido algo más rápida.
Puntuación: 7
¿Cómo verlo?: se pasó a través de Canal +, en versión original a través de eMule y bitTorrent, con subtítulos en http://www.subdivx.com/

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