viernes, 14 de septiembre de 2018

Oporto I... la ciudad que me invita a volver.


Escribo estas notas después de superar nuestra primera noche en un barco/barquito de 8m de eslora. Estamos en la Marina de Oporto, en el lado Sur del Río Duero. 

A medida que por la noche, con la sana intención de dormir, hemos cerrado las partes más vulnerales del barquiri, se ha ido reduciendo el espacio para movernos.

No he parado de reír, en plan ataque de risa. La risa seguía aumentado al acordarme de la película Una noche en la Opera(a Night at the Opera) de los hermano Marx. Mi marido de 1,83 cm y yo, movéndonos como si bailáramos un chotis de Madrid. El mini lavabo, la mini cocina y la cama del tamaño para un japonés. Hemos dormido como si fuéramos 2 varillas guiando una tomatera por los pies. 

He descansado mucho porque el barco se mece como si fuera un guisante flotando en el cazo de agua a punto de hervir. 

Resulta muy emocionante el regalo que me la dado el Destino... en el 2015 visité Oporto como quién en la guerra avanza dejando las tropas para descubrir zonas amigables. Ahora en septiembre de 2018 nunca pensé que volvería pudiendo dar la mano a mi marido. 

Volver a Oporto y volver a caminar por la ribera del río Duero supone una alegría placentera. Ver a la gente correr, caminar, ir en bicicleta en plan "tira millas en superficie plana". Los 6 puentes magníficos y por supuesto contemplar la ardiente y luminosa puesta de sol sobre el cruce del Duero con el Atlántico.

Hay barco turísticos de un color marrón rojizo. Se llaman Rabelos. Su diseño responde a que transportaba las barricas de Vino de Oporto con la finalidad de almacenar, comercializar y ser enviado a otros países. Responden a un estilo nórdico con aire wikingo desde 1792. Nada que ver con los barcos de estilo mediterráneo.

Ahora mismo el Sol de esta mañana de viernes 14 brilla intensamente y sale entre los mástiles de los barcos e iluminando el papel dónde escribo estas líneas. Nos acordamos de malta, concretamente de La Valletay los magníficos despertares.

Para finalizar recodar que... no puedo imaginar la vida sin salir de mi zona de confort.

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