El viernes 14 ha comenzado a las 7:30h caminando por la Rua de Praia con el objetivo de llegar a la Estaçao Sao Bento. De buena mañana y con las tiendas y comercios cerrados. No así los "motivadores del ejercicio" corredores, ciclistas y caminantes.
Hasta el 1er. puente de Don Luiz I vienen a ser 1 hora y algo de caminar unos 4,5Km. Objetivo conseguido. Antes de atravesarlo en la base, ya que es para coches y peatones, nos hemos sentado primero para reponer el cansancio tomando unas nueces, avellanas y arándanos y segundo para ver los Rabelos de exposición de las bodegas de vinos de Oporto. Hay muchas con nombres ingleses o casi todas. Antes de llegar a este punto a la altura de las Bodegas Churchill y Ferreira en la Avd. Ramos Pinto hemos visto que reparaban y construían Rabelos con la estructura de barco nórdico-wikingo ya que no tienen quilla, no tienen profundidad o sea de poco calado y son más aerodinámicos.
Atravesamos el puente de Don Luiz I construido por Théophile Seyring y mi marido no se hace el subir las escaleras que nos dejan en línea con la Estaçao de So Bento. Así que observa, mirando con la esperanza de sentirse liberado de futuras agüjetas en las pantorrillas, que hay un funicular y por 2,5€.
Quedo impactada por las cantidad de turistas, grupos de Inserso inglés o francés, que hay circulando por la Avd. Alfonso Henriquez, R. Mouzinho Silveira, Rua das Flores y más arriba llegamos a la Avda. Dos Aliados.
Demasiado turismo, demasiado. La suerte es que es bastante menos ruidoso. Aunque el cambio en 3 años (2015-2018) es alarmante. Espero que no lleguen a los extremos de brutalización en que nos llega el turismo a Barcelona: incívico y de porro.
En la Estaçao de Sao Bento apenas se pueden hacer las fotografías de los azulejos que decoran las paredes, todas de color azul. representando escenas curiosas.
Hay un McDonald en letras de oro en un edificio con una entrada singular. Pedimos algo básico mientras decidimos el recorrido en el mapa.
Después nos hemos querido acercar a la Livraria Lello en la calle R. Clérigos y R. Carmelitas. Imposible y aburrido por la hilera de personas haciendo cola con un calor impresionante. Además son de esas situaciones que después de horas de espera, entras y ya te van empujando para salir.
Hemos llegado al parque de la Pç da Cordoaria donde he vuelto a alegrarme pues hay unas esculturas que, no las olvidas porque no las esperas y los árboles que conocemos como plataneros tienen una base cónica, hinchada y bastantes extraña como si tuviera parásitos haciendo un nido en la base, parecida la textura a los nidos de golondrinas.
Soy una enamorada de las formas clásicas y austeras en la arquitectura y el Palacio da Justiça es sin duda un ejemplo que admiro. Incluso la escultura de la diosa. Es muy curioso que no lleve una venda en los ojos, es muy curioso que debería sostener la balanza en el aire y bien visible. Esta aparece insignificante. El lenguaje poderoso de esta Diosa de la Justicia reside en la espada. la sugerencia es bastante evidente.
Después de reponer las fuerza a base de agua, galletas y frutos secos enfilamos la Rua da Restauraçao que recuerdo habían graffitis muy interesantes. Hoy no hay grandes destellos y ni genialidades.
Salimos por fin a a orilla Norte del río Duero, concretamente en la Rua de Monchique, caminamos hasta la Rua de Ouro y allí esperamos el barco que por 2€ nos llevará al otro margen del río, a pocos metros de la Marina.
Hay una curiosidad en la Marina... la gente tiende su ropa en la calle sobre unos artilugios de palos, piedras y cuerdas.. Hay uno de los pocos lavaderos, que sirve tanto para los lugareños, los que viajan en caravanas y algún que otro limpio indigente.
Lavadero de Afurada. El edificio de lavaderos públicos con señoras alegres que lavan mientras mantienen una animada charla. Hay señoras que incluso lavan por encargo. Es el Twitter y el Facebook de los tiempos antiguos.
Una vez lavada la ropa la tienden fuera en pleno muelle pesquero donde la luz del Sol y la brisa del mar hacen que la escena sea maravillosa. Me produce un salto al mi pasado, a mi infancia donde mi mama y otros mujeres subíamos al terrado a tender las sábanas y los niños jugando al escondite. Una escena maravillosa. Las madres cansadas por el trabajo de lavar, aunque orgullosas de la blancura de las ropas, y la risa y juegos de los niños.
Por fin sobre las 15h volvemos al barco y con los ánimos de hacer una siesta reparadora.
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