martes, 27 de septiembre de 2016

Hamarinn... para conocer la Islandia profunda



En Islandia se hacen series televisivas. Islandia se suele encuadrar entre los Países Nórdicos aunque algo descolgada. Las series nórdicas suelen tener una calidad más que aceptable (o, simplemente, ser muy buenas). Luego –en conclusión– vale la pena ver una serie islandesa, aunque solamente sea para conocer el estado de salud de aquella cinematografía. Tal fue el razonamiento que nos invadió en cuando tuvimos acceso a los cuatro capítulos de esta miniserie producida en aquella isla. Total, lo peor que nos podía pasar era que nos aburriera, pero entre que Hamarinn es breve y que siempre se puede cortar en el momento en el que apareciera el tedio, nos decidimos a verla sin saber mucho de ella.

Empecemos por decir que el Hamarinn es un volcán islandés, también conocido como Loki-Fögrufjöll o Lokahryggur. Tomen nota de esto que es el leit-motiv de la producción: Loki es el dios embaucador, mentiroso y fullero de la mitología nórdica. Se pasa la vida engañando a otros dioses y, por supuesto, a los humanos. En realidad, no existe culto a Loki, ni templos que le estuvieran dedicados, ni tuvo jamás sectarios. Es un “dios menor” o, ni siquiera eso, sino más bien un “ser mitológico”. El volcán de Loki es también conocido como Hamarinn y es el que da nombre a esta serie. Rugió por última vez en 1910, pero en 2006 y 2008 se registraron temblores en la isla que procedían de sus entrañas. 
Un año después, en 2009, en lo peor de la crisis económica islandesa se filmó esta miniserie. La crisis tuvo allí otras características: en los años previos los bancos islandeses habían recibido un importante flujo de capitales extranjeros con la excusa de dar mayores intereses y ocurrió lo esperado: que quebraron; a lo que siguió lo absolutamente inesperado en otras latitudes: el gobierno se negó a rescatarlos. En consecuencia, Islandia no tuvo la crisis de la deuda pública que apareció en países que habían apoyado hasta las trancas a los bancos culpables de ejercer las artes de Loki: el fraude y el engaño. En consecuencia, Islandia, pasó por una breve crisis que afectó a las familias, pero salió de ella antes que ningún otro país. Pero esta es, por supuesto, otra historia.



Si insistimos en el contexto geográfico y económico en el que discurre y se filmó esta serie es porque tiene mucho que ver con su contenido. La serie islandesa nos muestra cómo es la Islandia profunda, situada a los pies del Hamarinn y alejada de la costa. Las laderas del volcán de Loki y sus acantilados están en el centro de la isla y, una vez más, la geografía influye sobre la psicología de las poblaciones: mientras los habitantes de la costa, al tener más trato con turistas, comerciantes y foráneos, son más abiertas, las poblaciones aisladas del interior, encerradas en sí mismas, rodeadas de páramos más amplios que el campo de fútbol de Oliver y Benji, se ven corroídas por las frecuentes rencillas entre vecinos, las desconfianzas recíprocas, las venganzas y los odios seculares. Pero también esas poblaciones del interior son más duras, más austeras, más apegadas a sus tradiciones que las de la costa.

En las zonas del interior, el cristianismo ha teñido apenas superficialmente a las poblaciones. Tampoco existen, salvo en unas pocas mentes calenturientas, cultos neo-paganos, pero, en cambio, subsisten las viejas tradiciones, supersticiones y creencias, la seguridad de que algo ha podido desencadenar un mal de ojo o que la Luna de Urd es una advertencia para los humanos (Urd es una de las “tres Nornas” de la mitología nórdica que rigen los destinos de los humanos y, en concreto, la Luna de Urd es un fenómeno atmosférico conocido, las centellas en nuestras latitudes, similar también al fuego de San Telmo), se cree en que los volcanes albergan presencias sobrenaturales  y que determinadas zonas del país no pueden tocarse por mucho que lo exijan las necesidades de promoción turística o los ingenieros de caminos hayan determinado que por ahí debe pasar una carretera. Esta película va sobre esto: asesinatos cometidos en este contexto rural. Decir más supondría impedir que el espectador pudiera intuir lo que él mismo debe descubrir si decide ver esta serie.

En sus dos primeros capítulos, la serie tiene un remoto parecido con Twin Peaks (1990-1991). Hay algo en ella que remite al mundo de lo inexplicable y de lo paranormal y que discurre enmascarado en una narración convencional y en la investigación que una pareja de policías, no menos convencionales, realiza. 


La serie tiene dos atractivos que pueden interesar al espectador: en primer lugar, los paisajes del interior de Islandia: páramos interminables, montañas escarpadas cubiertas de nieves perpetuas, acantilados de vértigo. Ayuda a conocer unos lugares a los a la mayoría de nosotros jamás se nos ocurrirá viajar jamás, incluso poniendo los pies en la isla. Seguramente iremos a visitar el Etkla (en el que Julio Verne se inspiró para escribir su Viaje al centro de la tierra, tantas veces llevado al cine), pasearemos por las calles de Reikiavik, intentaremos ver alguna aurora polar, las “noches blancas” o el “sol de medianoche”, los geiséres y sobre todo, las poblaciones a las que llega el Hringvegur, una especie de “periférico” que comunica a todas los núcleos costeros, olvidándose del interior: ese interior en el que discurre la miniserie Hamarinn.

En cuanto a la trama logra mantener un interés creciente en sus cuatro entregas. La interpretación: correcta, asumida por actores completamente desconocidos en nuestro ámbito, creíble y sin objeciones (con nota en lo que se refiere a la actuación de uno de los protagonistas, Björn Hlynur Haraldsson). Interés de la trama: creciente, entra en su apogeo en la segunda parte. Acompañamiento musical: muy bueno (para eso está Björk, gloria nacional una de cuyas canciones se utiliza como entrada). Localizaciones: cuidadas, procurando el contraste la grandeza de los acantilados, con la modestia y austeridad de los domicilios particulares. Calidad media: por encima de lo aceptable. 

Gustará a quienes sientan una atracción particular por el “cine negro nórdico” (en el que es posible encuadrar a esta serie) y a los que les haya gustado Broadchuch (2013) o Hinterland (2013). Interesará a los amantes de las cinematografías minoritarias y a quienes en algún momento hayan sentido la “llamada del Norte” o estén preparando un viaje a Islandia. Y, sin duda, a los que amen todo lo que es “folkista” (esto es, a las culturas, las tradiciones y las creencias ancestrales). Ahora bien, si usted busca policías dinámicos a lo Starsky & Hutch (1975-1979) o a lo Vic Mackey y a su equipo de policías impresentables de The Shield: al margen de la ley (2002-2008) o a aquellos otros policías del CSI que lo mismo entienden de entomología como de física de partículas, que con seriedad de cartujos cuando colocan una puta hormiga en una bolsa de plástico, entonces, esta no es su serie. Absténgase de verla.

La serie no ha sido emitida por canales de televisión convencionales, ni, de momento, por plataformas por cable, pero puede conseguirse subtitulada mediante “peer to peer” o a través de algunas webs on line. La duración total de la miniserie son tres horas y media. Luego ya podrán decir que, además de las canciones de Björk, conocen algo de lo que se cuece en el caldero de la “cultura pop” islandesa.

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