lunes, 26 de septiembre de 2016

Wallander... de Kenneth Brannagh


El reestreno de Wallander por TV2 nos da la oportunidad de comentar esta serie como ayer mismo comentamos la matriz original sueca. A la vista de las calidades de ésta, los directivos de la BBC optaron por adaptarla a la televisión nacional colocando a Kenneth Brannagh como protagonista. De ahí salieron los doce episodios de la serie, rodados entre 2008 y 2016, cada uno con una duración de 90 minutos, lo que, más que miniserie y menos que un largometraje, se aproxima al mediometraje para televisión. La serie y el protagonista han recibido varios premios británicos que fueron respondidos por otros tantos en EEUU y, en cualquier caso, contribuyeron al lanzamiento del ciclo de novelas escrito por Henning Mankell en esas áreas lingüisticas. Dado que algunos episodios se rodaron en la villa de Ystad (en donde se filmó la totalidad de la versión sueca), esta localidad del Báltico recibió un alud de visitas de turistas ingleses en los años siguientes (lo que no está claro si es un mérito o una desgracia). Dicho todo lo cual, vale la pena hablar sobre la serie y, como resulta inevitable, compararla con la versión original sueca.

Empecemos por decir, que la serie británica no es mala y, si no conociéramos a la serie sueca, le daríamos una mayor puntuación. Y este es el problema: que confrontadas ambas, una frente a la otra, vence por goleada la nórdica y empequeñece a la adaptación británica. Éste es el principal problema para valorarla: que no resiste la comparación en ninguno de los terrenos en los que se realice. Por lo demás, en la serie sueca, el papel protagonista (el inspector Kurt Wallander) es solamente el jefe de un equipo de policías, cada uno de los cuales tiene fisonomía propia, protagonismo en la trama y carácter. Los actores que los encarnan en la versión sueca, tienen “presencia escénica”: se hacen notar. Todos y cada uno de ellos, pero también dan la sensación de ser un equipo. Esta impresión se diluye extraordinariamente en la producción de la BBC. Este es el primer déficit de la serie británica que no se puede apreciar, si previamente no se conoce la nórdica. 


La elección de Brannagh para encarnar el papel protagonista o la de un juvenil Tom Hiddleston al que, cuando se empezó a filmar la serie, le faltaba mucho para llamar la atención (como después ha hecho en series como El infiltrado [2016] o en largometrajes como High Rise [2015]), no aportan gran cosa. Quizás por efecto de los guionistas o por los tics interpretativos del propio Brannagh, da la sensación de que no ha asimilado los rasgos que el autor de la saga, Henning Mankell le prestó al comisario de la villa de Ystad. Una cosa es que sea “humano” y otro es que se lamente y resople por cada dificultad en su trabajo y tenga una irreprimible tendencia a aparecer como lastimoso ante cualquier altibajo familiar (a la serie inglesa, el comisario, más que “humano”, les sale “humanista” e, incluso, cabría decir “llorón”). Si el equipo interpretativo sueco le podemos calificar con un 8 sobre 10, el británico se quedará en torno a un 6. No más. 

Respecto a la calidad de los encuadres, vence también por goleada la serie sueca. Es evidente: a pesar de que la BBC trasladó sus equipos a Suecia y Letonia, tanto las localizaciones como los encuadres son muy superiores en la versión sueca. En ésta última, al cabo de unos episodios se diría que el espectador ya conoce lo esencial de esta ciudad. Es lo que tiene “jugar en casa” y filmar en el propio país: se sabe dónde está lo que puede resultar más atractivo. La serie de la BBC es casi una serie de interiores, está filmada en tonos “a lo CSI Las Vegas”: azules cobalto, pardo-mostaza y oscuros (que, por lo demás, ya están presentes desde la presentación). Se abusa de filtros y el resultado, sin ser malo, deja la sensación de “inauténtico”, con la falsedad del cartón piedra. 


Con la música que compone la banda sonora le ocurre otro tanto. El tema principal es Nostalgia de Emily Barker y los que ilustran acústicamente las escenas han sido compuestos por Martin Phipps y Vince Pope. No solamente no es mala, ni siquiera mediocre… pero es administrada con demasiada fuerza en algunas escenas, eclipsando la trama y las actuaciones de los actores. Es lo que tiene la música en las películas, que no todo director ni montador es un Stanley Kubrick, maestro iluminado que convertía a la música de sus películas algo inseparable de la imagen y del guión. Al acompañamiento musical en una película se le puede aplicar aquello que se suele decir de una cuerda de guitarra: si se tensa mucho, se rompe; pero si no se tensa, no suena. La música debe tener un tono y un volumen justo en una producción cinematográfica. No se trata de que sea buena, sino que esté bien administrada. Lo que no es el caso.
Antes de abordar la crítica de esta serie nos hemos planteado qué hubiéramos dicho de no conocer la versión sueca. Indudablemente, nuestra opinión sería mucho más favorable. Pero el azar o la fatalidad, han hecho que viéramos ambas series con pocos días de diferencia y que, necesariamente, las comparásemos. De ahí las recomendaciones: si usted ha visto la serie sueca, ahórrese visionar la británica, no le aportará gran cosa y le decepcionará desde el primer episodio. Gustará, también, por supuesto a los que amen el género de películas de crímenes e investigaciones, lo que se suele llamar “género negro”. 


La serie es recomendable también a quienes sigan la carrera de Brannagh y a l@s que se sientan atraíd@s por Tom Hiddleston (si bien en esta serie tiene pinta de lechuguino, algo pasado, con la permanente de la pelambrera desordenada. Daba la sensación de que la carrera del primero se había detenido en los últimos años, limitándose a asumir papeles de reparto o encarnar a malvados, como si el nuevo milenio no le hubiera sentado bien. Atrás quedaban sus producciones e interpretaciones shakespereanas y, especialmente, aquel Enrique V (1989), que nos emocionó y consiguió batir en todos los terrenos a la versión de Laurence Olivier de 1944. A Hiddleston le ha ocurrido justamente lo contrario: poco a poco se ha ido afianzando en la escena internacional y pasa de éxito a éxito en una carrera que casi arranca con su participación en Wallander
Quizás el principal problema del Wallander-Brannagh sea que tiene menos dinamismo que la serie sueca. El comisario pierde mucho tiempo meditando, casi ensoñado y/o empanado. El rostro de Brannagh no se adapta bien a este rol. No da la sensación de que sea un tipo torturado interiormente, melancólico y meditabundo, por mucho que se esfuerce. Cuesta mucho que logre quitarse esa expresión irónica que la acompaña como de cliente de pub inglés poco antes del cierre. El resto de miembros del grupo policial y la fiscala, tampoco están bien perfilados y muestran algo falso y artificial que no se encuentra ni en las novelas que dieron lugar al ciclo, ni en la versión sueca. 



La serie, de todas formas, fue muy bien acogida en el Reino Unido y recibió críticas casi completamente favorables. Hay mucho nacionalismo en aquellas tierras. Es frecuente que los británicos se sientan autosatisfechos con sus series televisivas y reconocemos que, en general, el nivel es alto o muy alto (Sherlock [2010] con Benedict Cumberbatch, Downton Abbey [2010], Doctor Who [2005], Black Mirror [2011], The Fall [2013]… y no tendríamos dificultades en llenar una página entera. Pero con Wallander, simplemente, han llegado tarde. Los suecos les han “pisado” el ciclo, lo han hecho antes y lo han hecho mejor. No siempre se puede ganar.

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