viernes, 23 de septiembre de 2016

Club de Cuervos


De México no tienen porqué llegar necesariamente culebrones, ni productos infantiles como aquel memorable Chavo del Ocho (1971-1980) o El chapulín colorado (1972-1979) todavía inédito en España. Al igual que otras cinematografías hispanas –como la argentina, consagrada internacionalmente por su serie Cromo (2015)– el paso de los años, ha permitió formar a equipos de profesionales en condiciones de hacer series capaces de competir con los  de Hollywood. Estas modernas cinematografías hispanas están obteniendo resultados, como mínimo, tan notables como las nuevas cinematografías nórdicas y pueden competir con las teleseries norteamericanas, dando un revolcón a más de una. 
Club de Cuervos, es una serie de producción íntegramente mexicana. Se trata de un producto generado directamente por Netflix, estrenado el pasado 6 de octubre de 2015 y compuesto por 13 episodios de 45 minutos. La serie ha sido creada por Lucía y Nicolás Puenzo y dirigida por Gary Alazraki que solamente dos años antes había filmado Nosotros los Nobles (2015), una comedia familiar a la mexicana que tuvo gran éxito en el país de origen y cosechó venas críticas a nivel internacional y abrió el camino que ahora aprovecha Club de Cuervos.

Se trata de una tragicomedia (equilibrada en la parte dramática y en la cómica) en torno a las vicisitudes de un club de fútbol del “México profundo” (los “Cuervos de nuevo Toledo”), dirigido por el patriarca de una familia que, al morir bruscamente, deja al frente al más inútil, vacuo, alucinado e inexperto de sus hijos, “Chava”. A partir de ahí, la serie arranca con velocidad y fluye sin obstáculos. Se trata de una serie con una concepción muy moderna, realizada con extraordinaria pericia, un guión ágil, perfectamente interpretada, filmada con una calidad técnica y estética idéntica a los mejores estándares del género. 


En la serie se denuncia el mundo del fútbol profesional tomando como referencia a un modesto club de provincias cuyas riendas han sido cogidas por un perfecto imbécil que quiere transformarlo, de manera irresponsable, en un Real Madrid o en un Fútbol Club Barcelona, de los que quienes entienden y les interesa el fútbol nos cuentan que son “vanguardia y modelo para el fútbol mundial”. Así será, si así os parece. Se denuncian todos los problemas del fútbol profesional moderno, empezando por el divismo de algunos jugadores estrella, la indigencia intelectual de la mayoría, la presencia de directivos poco o nada cualificados, la compra de partidos y de jugadores al peso, los representantes que dominan el mercado de entrenadores y de futbolistas y todas las lacras de un deporte que cada vez destila más olor a podredumbre. 

La serie, desde el primer momento, sorprende, abunda en giros inesperados, gags efectistas y situaciones; no cansa en ningún momento, mantiene un interés constante, e incluso creciente, y puede figurar entre las mejores series mundiales producidas en 2015. Todos aquellos que puedan tener reservas ante esta serie al tener la misma nacionalidad que algunos de los culebrones más abracadabrantes de los últimos cuarenta años, pueden, tranquilamente, dotarse de su ración de palomitas, sentarse ante el monitor y desgranar los trece capítulos casi de maratón, con la seguridad de que, no solamente no saldrán decepcionados, sino que les ganará desde las primeras escenas


Para el público español, uno de los elementos más sorprendentes de esta serie es el acento y el léxico utilizado en los diálogos. Ya no encontraremos aquel castellano con otro acento, pulcro y huérfano de palabras malsonantes que caracterizaba a las películas de Cantinflas y, si se nos apura, a la serie de El enmascarado de plata. Ciertamente, sería un error doblar esta serie al castellano hablado en España, porque se perderían muchos matices y uno de ellos es precisamente la desintegración que está experimentando el idioma español en aquel país. La jerga utilizada en la serie es reiterativa y casi onomatopéyica: pero no por ello menos real. A pesar de que parte de los protagonistas pertenecen a las clases acomodadas, utilizan ese léxico compuesto por una retahíla de palabras ignoradas en España e, incluso, intraducibles. Lo curioso es que esta jerga es, finalmente, inteligible, pero lo preocupante, es que supone un “holocausto lingüístico”. 

No es una crítica a la serie, sino a la deriva de la sociedad mexicana. En efecto, la utilización de esta jerga nos dice mucho sobre el México actual: las distintas clases sociales no han atenuando sus diferencias “por arriba”, a través de una creciente nivelación económica (inexistente, por lo demás) sino, “por lo bajo”, mediante la utilización de un habla común en la que la sintaxis, la fonética y la prosodia, la morfología y la ortología, derivando hacia una forma cada vez más “nacional”, y menos “hispana”. No más de dos docenas de palabros son repetidos una y otra vez en los diálogos, adquiriendo su sentido por la gesticulación de los actores y el contexto, mucho más que por el significado que puedan tener en sí mismos. Valdría la pena que la Real Academia de la Lengua y su homóloga mexicana tomaran nota del fenómeno que no es más que un síntoma de decadencia cultural. 

Los espectadores reconocerán en uno de los protagonistas, “Aitor Cardoné”, a la síntesis de lo peor de Cristiano Ronaldo y de David Beckham; un jugador estrella, neurótico, “pansexual”, desmadrado y metepatas, que en un tiempo fue figura mundial pero del que todos los clubs por los que pasa, finalmente, quieren deshacerse a causa de su carácter excéntrico. Cabe decir que en la serie se presenta al tal “Cardoné” como comprado al Barça. Puede intuirse que a lo largo de toda la serie no faltan referencias al fútbol español. 
Se trata de una tragicomedia que ayuda a entender mejor el mundo del fútbol e incluso a la misma naturaleza humana. Lo que nos sorprende es su perfecta realización, su agilidad, las dotes interpretativas de todos los personajes, el casting extraordinariamente riguroso. Casi podemos decir que no hemos encontrado ninguna falla en su conjunto. Puede recomendarse sin miedo a decepcionar. 


Los rostros de la mayoría de actores no dirán gran cosa al público español, salvo uno, Carlos Bardem, al que le toca asumir el papel de más malvado entre los malvados. Se ve que el karma de la saga familiar de los Bardem va siempre por ahí. Hace un buen papel y da la talla. El protagonista indiscutible es Luis Gerardo Méndez, en el papel de “Chava” Iglesias Jr. Un muy buen actor que encarna a un perfecto impresentable, con menos cerebro que un mosquito, ansioso de pasar a la historia del fútbol mexicano transformando a un equipo mediocre en el “Real Madrid de América”; ahí es nada. Su hermana –el segundo pilar de la serie, papel interpretado por Mariana Treviño– más seria y con mejor preparación económica, sufre las consecuencias de ser mujer en una sociedad con resabios machistas muy marcados. Buena parte de la trama gira en torno a la oposición entre ambos hermanos. Así mismo, todos los actores secundarios y los jugadores del equipo están elegidos con una precisión asombrosa para desempeñar los papeles que les corresponden. 


En su conjunto, es una serie que dice mucho sobre los niveles de excelencia de la cinematografía mexicana, algo de lo que nos congratulamos en tanto que hispanos. Sorprenderá a muchos que hasta ahora habían desconsiderado a esta cinematografía y gustará a un amplio espectro de público: a los fanáticos del fútbol les interesará porque la serie muestra los entresijos inconfesables de este deporte, lo que no les cuentan habitualmente los medios deportivos; y los que odian al fútbol encontrarán razones para profundizar en esa hostilidad. Y, lo mejor de todo, divertirá, entretendrá y proporcionará información a unos y a otros.

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