jueves, 22 de septiembre de 2016

Better Call Saul


Reconozco que cuando vi que Netflix había incluido esta serie en su catálogo no le presté mucho interés. Vi que era una serie de “abogados”. A fin de cuentas, en nuestra infancia y juventud nos saturamos de estas series, desde Perry Mason (1957-1966) hasta la insufrible Ally McBeal (1997-2002), pasando por la española Turno de oficio (1986-87, con el inolvidable Juan Luis Galiardo y el estreno televisivo de Juan Echanove que, quién lo diría, en otro tiempo fue joven), la desternillante Juzgado de Guardia (1984-1992)  y la insuperable The practice (1997-2004). En nuestro paso por la vida, no tuvimos bastante con esa extraña raza de leguleyos, y preferimos no verlos ni siquiera en televisión. Pero, al final, al ver cada día Better Call Saul! en el escaparate de Netflix, cedimos a la tentación. Total, si no gustaba, siempre existe la posibilidad de cortar y a otra cosa. Y gustó.

Gustó porque el planteamiento inicial es bueno y original. En las primeras escenas, el abogado está trabajando en un fast-food friendo patatas. Luego, cuando sale, no tiene un pretencioso coche de importación, sino un vehículo amarillento de tercera o cuarta mano, rallado y abollado de no más de 200 dólares. Y, finalmente, cuando lo vemos ante el tribunal es como los abogados, que hemos conocido. No hay en él nada que sugiera encanto, glamour o, simplemente, sutileza. Es el primer abogado televisivo que pasa la vida pensando en cómo evitar ir a los juzgados. Y, para colmo, es lo que podríamos llamar un “estafador bienintencionado”, no pretende hacer daño, simplemente lo hace (y se lo hace).


De momento, Netflix (y también Movistar) ofrece la primera temporada compuesta por diez episodios de 45 minutos. En EEUU y Canadá ya se ha proyectado la segunda y Hollywood está empezando a rodar la tercera. Comercialmente, pues, el producto funciona. No es raro que así sea: la serie es entretenida, sorprendente, repleta de giros abracadabrantes, saltos mortales sin red y personajes surrealistas. El público ha respondido favorablemente a esta tragicomedia “de abogados”. Se cuenta de esta serie que ha sido la que en su estreno ha causado más expectación entre las distribuidas por cable: casi siete millones de espectadores.

Parte de este éxito radica en que se ha asociado como “precuela” de una de las series de mayor impacto televisivo en los últimos años, Breaking Bad (2008-2013) en donde aparecía la figura del “abogado Saul Goodman”. Éste pasa a ocupar el papel protagonista en Better Call Saul! En el capítulo inicial vemos a Goodman en la situación que se encontró tras los episodios de Breaking Bad. Lo que se nos cuenta esta nueva serie no es más que un flash back de todo lo que ocurrió en los seis años anteriores a su irrupción en Breaking Bad, cuando era el abogado James Morgan “Jimmy” McGill. De todas formas, para los que no vieron la serie matriz o no se interesaron por ella, Better Call Saul! puede visionarse sin que dé la sensación de que se han perdido algo. 


La serie ha sido creada por Vince Gilligan y guionizada por Peter Gould. El primero se curtió, casi imberbe, con Los Experientes X (1993-2002), pero pasará a la historia de las series televisivas por haber creado, escrito, dirigido y producido Breaking Bad. Se nota que Better Call Saul! es producto de las mismas neuronas: las situaciones imprevistas, los personajes bizarros, los giros inesperados, y el mismo tipo de delincuentes, se repiten en ambas. La diferencia es que están vistos desde perspectivas diferentes: la del profesor de química al que se le acaba la vida y busca un medio rápido de enriquecimiento para mantener a su familia cuando falte y la del abogado buscavidas al que le resulta insoportable cobrar 700 dólares por actuación en el turno de oficio. En ambos casos, se trata de protagonistas que no están conformes con su destino y que intentan rectificarlo de manera anómala. ¿Quién no ha tenido esa tentación alguna vez?

Breaking Bad se sostenía en gran medida por las cualidades interpretativas de su protagonista, Bryan Cranston (que finalmente han sido reconocidas con una nominación al mejor papel en la edición de los Oscars 2016 por su interpretación en Trumbo). El éxito de una serie depende en gran medida del carisma del protagonista. En Better Call Saul! la responsabilidad recae sobre las espaldas de Bob Odenkirk, un actor veterano que ha ejercido también como guionista, productor, director y monologuista. Lo que le gusta y el terreno en el que se mueve mejor es en el humor. Hemos encontrado declaraciones suyas en las que reconoce como sus “maestros del oficio” a los Monty Python’s. De ellos sacó la idea de combinar siempre eso que con cierta pedantería se llama “humor inteligente” con ese otro “humor de sal gruesa”, lo sutil con lo descarado, lo irónico con lo burlesco, lo afinado con lo áspero. Por lo demás, tiene una buena formación académica y una vis cómica que salen a relucir en cada escena de Better Call Saul! Su presencia en Breaking Bad fue la confirmación de sus méritos y su papel protagonista en este spin off es la oportunidad para pasar al pelotón de actores de primera división. Oportunidad que no ha desaprovechado.


Otro papel que vale la pena recordar en esta serie es el asumido por el veterano Jonathan Banks que aparece tímidamente en los dos primeros episodios, atrincherado en su caseta de cobrador del parking de los juzgados. En esos primeros episodios consigue sacar de sus casillas al protagonista requiriéndole las pegatinas para salir del parking sin pagar. Cuando creíamos que ese iba a ser todo su papel en la serie (y nos resultaba extraño porque es un rostro bien conocido por los seriéfilos (CSI, Castle, Dexter, Modern Family, Breaking Bad, Dos hombres y medio…), a partir del cuarto episodio su rol se convierte en central. Nos enteramos así de que encarna a Mike Ehrmantraut, ex oficial de policía, y en horas libres, cuando sale de la cabina de aparcacoches, detective privado, solucionador de problemas y guardaespaldas. Banks, que lleva trabajando en televisión desde los años 70 se convierte, pronto, en el segundo pilar de la trama.

La serie gustará a las decenas de miles de abogados que troquelan las universidades de este país cada año. Si no se ven reconocidos ellos, verán reconocidos en los rasgos del abogado McGill, a muchos de sus compañeros. Gustará también a los amantes del cine de abogados (que los hay) a los que les es dado ver una serie que no se parece en nada a las series previas sobre el mismo oficio que hayan podido ver o imaginar. Gustará especialmente a los que les atrapó Breaking Bad (y se cuentan por millones) y a los que quieren ver una serie entre policial y cómica, pero sin excesos, ni en lo uno ni en lo otro. Y, finalmente, gustará a los que sepan apreciar ideas nuevas y campos no explorados hasta ahora por la ficción televisiva. 

Cuesta encontrar críticas adversas a esta serie que ha merecido elogios unánimes. Por nuestra parte, no tenemos nada que objetar. Quizás –por decir algo y, por que como dicen los islamistas, la “perfección solamente corresponde a Alá”– la apertura y los créditos sean algo flojo a la vista del general empeño que ponen últimamente todas las series en ofrecer una buena envoltura exterior. Cabe decir, en su descargo, que esta serie no la necesita. Una advertencia final: si usted es propenso a los enganches televisivos, no vea ni siquiera el primer episodio de la serie. Quedará capturado a las pocas escenas…

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