martes, 15 de enero de 2013

Praga... 5-10.Enero.2013


Viaje a Praga del 5 al 10 de Enero de 2013 

Descendimos del avión de la línea Wizzair y solo faltaba salir del aeropuerto de Barcelona por el pasillo que comunica con el tren. El suelo está remendado con parches, la goma que forra el suelo presenta un estado lamentable... enseguida nos sentimos avergonzados de la imagen turística que Barcelona ofrece a las personas que enlazan con los trenes para llegar al centro de la ciudad. Incluso la cinta transportadora ha sido sustituida por un suelo liso y nada vistoso, casi cutre, que suaviza el sonido del traqueteo de las maletas. 

El piloto condujo el avión fantásticamente, nosotros logramos dormir y ver el perfil de luces de la Tierra a 9000 metros de altura a medida que nos aproximamos a España entrado por el litoral.

En 2 horas y media habíamos dejado nuestro hogar en Praga, nuestra rutina de caminar más de 20 kilómetros al día, de tomar cafés y pollo al estilo Kentuky, (tiene una explicación entrábamos en los lugares que había Wiffi. McCafé, MacDonal, Kentuky)... De recorrer las infinitas calles con lluvia, los parques, los enclaves estratégicos militares dónde guardan sus iglesias. 

Todo nos parecía extraño y conocido en el tren a Massanet, la gente, sus ropas taaan oscuras, la forma de hablar taaan alta, los modales cívicos tan ostentosamente agresivos o vulgares... estábamos en Barcelona camino del Maresme.

El proceso de adaptación de nuestros oídos llegados de Praga nos descolocaba. Si, la gente habla en Praga, no es que la ciudad esté en silencio, pero los Hrz son confiables.  Miramos el reloj... 20h, ahora estaríamos ó durmiendo, viendo la tele, comiendo chocolate con nueces, naranjas o abrazados en la cama disfrutando del viaje.

No me imaginaba Praga... aunque habíamos leído a Kafka, a Gustav Meyrink, el Golem, La Metamorfosis, el Castillo. Antes de salir de casa por todo lo que estábamos documentándonos en Internet teníamos que tener cuidado con los taxistas. Había que pactar el precio en euros antes de subir, nos avisaban de que los inspectores de metro y tranvía eran dudosos y que pedían dinero alegando no sé que defecto en el billete, carteristas y demás tensiones variopintas.

El susto con el que viajamos hacia la ciudad lo originamos nosotros mismos. El primer día que empezamos a caminar por Praga, a las dos horas de estar perdidos por Praga y de sentirnos alegres como niños, decidimos sentarnos en un MacDonal y preguntar dónde estábamos. Estábamos muy cansados. Llevábamos la Tablet pero no habíamos conectado el GPS (falta de práctica viajera). Mientras con mi sencillo ingles averiguo dónde estamos, al volver a la mesa ernest me dice que el dinero se ha perdido, unos 800 euros. Sólo teníamos unos 150 euros cambiados en Koronas. 

Ernest tiene la presión alta y esos momentos fueron muy impactantes. Fue un golpe. Ambos asumimos que los minutos que iban a seguir deberían estar sometidos a un balanceo entre el stress de saber que los ahorros para el viaje habían volado. Que el viaje acababa de empezar y que nos quedaban otros cinco días "sobreviviendo" en Praga. Y descubrir las posibilidades de tranquilizarnos para no entrar en pánico. 

Decidimos volver al hotel y relajarnos cerrando los ojos. Mientras ernest intentaba que su presión arterial quedara normalizada yo mandé Whatsapp a nuestros hijos en Canadá y Costa Rica gracias a una amiga. Necesitaba hablar con alguien. Necesitábamos la protección de nuestros hijos. A nuestra hija no queríamos preocuparla. 

En poco tiempo nuestros hijos se coordinaron. Nos ingresaron un dinero para que siguiéramos disfrutando del viaje ya que ir a Praga era una sugerencia mía aunque inmediatamente quisieron convertirlo en un regalo de ellos hacia su papa que cumplió 60 años. También porque no pudieron venir en navidades, porque se responsabilizaron de todo... del hotel Ostruvec, de los billetes de avión.  Y a mi me entró la risa. Ahora el miedo de que nos quitaran el dinero había desaparecido. Ya lo habíamos perdido. Cuando despertó mi esposo, ya tenía la tranquilidad en mi rostro. Nuestros hijos estaban ahí, detrás del móvil. 

Planificamos gracias a activar el GPS y volvimos a salir a recorrer Praga. Tranvía 11, parada en el Museo..... y caminar hasta llegar al río. Recorrimos el paseo hasta llegar al castillo de Carlos IV. Allí en medio de una fina lluvia le hice una foto a ernest que parecía un personaje esperando a Kafka. Me gusta esa foto, aunque sea desde un móvil. 

Llegamos a la plaza de Wenceslao, dónde todavía estaba instalado el árbol de navidad. Empezábamos a estar fascinados por la plaza, la iglesia de San Nicolás, el árbol, los tenderetes de recuerdos y comidas variadas todo de un color y de un diseño misterioso, mágico y con telas de un rojo sangre en los techos de los puestos que parecían sacados de un cuento medieval. Las agujas de las iglesias que rodean la plaza hacen que no nos creamos que estamos en la Praga de 2013. Cuanto más se mira al cielo, uno cree que al bajar la mirada se va a encontrar en otra época. 

La tarde nos envolvió en un estado amoroso y de seducción por Praga. Queríamos haber obsequiado a la cuidad que nos acogía, con nuestros ahorros de un difícil 2012, pero el misterio de Praga es que nos invitó a que disfrutáramos de su belleza con el poco dinero en koronas que teníamos. Si ya sé que nuestros hijos nos ingresaron dinero. La verdad es que no quisimos tocarlo ya que las pistas del "juego de la oca" de Praga era que nos enamoráramos de la ciudad sin poder entrar en ningún museo, en ninguna exposición, que no entráramos en el cementerio judío, que no viéramos el museo de cera, de las máquinas eróticas, de tortura, de la KGB, de marionetas, que no subiéramos a la Torre del Reloj. Praga quería que camináramos como si fuera el camino de Santiago... todo era muy iniciático. Lo sé ahora que ya estoy en Sant Pol.

El Primer día había concluido por que la oscuridad nos desorientó. A las 16:15 era noche cerrada. Volvimos al hotel y nuestra cena iba a consistir en fruta. Entramos en una tienda regentada por chinos. Compré Chocolate, naranjas, plátanos y nueces. Cenamos muy bien y las naranjas fueron cayendo una a una. Pusimos la TV y canales checos, TV italiana, alemana, francesa, rusa,. Localicé series que veo en España y otras a las que me quería aficionar. El sueño nos invitó a apagarla pronto. 

El segundo día, desayunamos muy bien, café todo el que quería, zumo también, salchichas hervidas muy sabrosas, huevo hervido, beicon, cereales, panes muy variados, tés los que quisieras, mermelada, miel, mantequilla, ensalada, yogourt, etc..

No estamos acostumbrados a desayunar tanto a las 8 de la mañana pero sabíamos que el recorrido iba a ser largo, ya que nuestro propósito era volver al hotel hacía las 18h +/-.  

Nada más llegar al paseo delante del Museo Nacional de Praga, donde a día de hoy se le rinde un homenaje con velas a Vaclav Havel..... ernest se encontró indispuesto y acusó al desayuno de su malestar... quería que ya! nos sentáramos en un McCafé  poco a poco reconoció que tenía que ir al baño pues las tripas se estaban moviendo con cierto malestar. 

Pedimos café en tamaño "male". El enseguida fue al baño con una moneda de 5Kc. ya que tienes que pagar en una máquina que tiene una barra que, si o no, te permite pasar. Tardó unos minutos. Al subir estaba blanco con el sudor en la frente y afirmando que había también vomitado. En segundos pasó de decir que se encontraba bien a ir de nuevo al baño. Estaba bañado en sudor de forma espectacular. Yo esperé, esperé y esperé. No regresaba ernest y pensé que el desayuno no tenía la culpa. Que todo era una consecuencia del susto del día anterior. El cuerpo era el protagonista del susto. Me decidí a recoger todas nuestras chaquetas y la mochila bajé las escaleras y al no llevar monedas me colé agachándome debajo de la barra. Entré en el baño de hombres y le llamé... ¿ernest, ernest, estás bien?. Si, pero oí una voz muy floja. Dijo... sube y espérame. Me giré y al subir la escalera, tropecé con mi abrigo, la mochila, mi bolso, la bufanda, y me caí de frente. Me estrellé con el borde metálico de la escalera, la cara cerca del ojo. Empecé a llorar como una niña sentada en la escalera. Una señora checa me tranquilizada de que no tenía nada. Estaba preocupada por mi aspecto, por si tenía sangre y no me lo veía. Ernest salió del baño y se asustó al verme llorar y ver que la cara se hinchaba un poco. 

Volvimos a sentarnos hasta que ambos estuvimos en el umbral de comenzar de nuevo el trayecto. No dábamos crédito de lo que nos estaba pasando. El en el baño casi pierde el conocimiento hasta que decidió bajar la cabeza y sentado, cogerse las piernas. Ya empezamos a estar curiosos de lo que el viaje nos estaba deparando. 

Nos cogimos de la mano, que entre la lluvia, el frío y nuestro esfuerzo por continuar caminando, era el único consuelo. Que seguíamos caminando y descubriendo la ciudad juntos y de la mano. Dejamos de pensar y volvimos a mirar la ciudad, sus calles, sus gentes...

El tercer día nos despertamos en alerta pensando que nos podría ocurrir. Fijamos una ruta, un recorrido. Todo era espectacular, los puentes, el castillo, los parques, las calles empedradas, los dibujos de sus aceras, las tiendas, las marionetas pero sobre todo el laberinto de sus casas y calles. Llegamos a ver candados en cualquier barandilla de hierro. Nosotros no teníamos ninguno. Vimos candados en todos los idiomas, fechas. 

Llegó el día de pensar en los obsequios para traer a Barcelona. Saqué 100 euros que son unas 2.400 Koronas y a parte de comer muy bien comprando en los supermercados Billa, logramos comprar un calendario de 2013 en blanco y negro de Praga. Había muchos en color pero así no la habíamos conocido. No salió el sol en 6 días. Dos tazas, una de ellas de Kafka, libreta, imanes para la nevera, unas cerillas y una tableta de chocolate con absenta. El resto de koronas las gastamos en el Dutyfree del aeropuerto Vaclav Havel.

Este viaje, este regalo... nos ha iniciado en la aventura iniciática del 2013

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