1. Consagración según Melkisedek: La consagración de los reyes deriva de la “orden de Melkisedek”, personaje bíblico, Rey de Salem, a la vez, rey, sacerdote y profeta. Los tratadistas medievales consideraban a esta iniciación como superior a la sacerdotal... según la “orden de Abraham”. El Papa, por supuesto, no estaba de acuerdo. Esta polémica duró toda la Edad Media entre los partidarios del Imperio y del Papado
2. La Corte, del primero al último: Las cortes medievales estaban perfectamente jerarquizadas desde la cúspide hasta el último mono. Éste, por cierto, era el bufón, el personaje grotesco que se consideraba la inversión del Rey. Por eso en alguna conspiración se intentaba asesinar al bufón –siempre más accesible- cuando lo aconsejaba la situación de los astros, para que su muerte implicara también la del rey.
3. El Rey reina pero no gobierna: Inicialmente los reyes no gobernaban sino que se limitaban a delegar funciones. Su papel era de “motor inmóvil”. El mayordomo de palacio gobernaba de hecho y el dux bellorum... jefe de las batallas, era el que dirigía el ejército especialmente cuando se declaraba una guerra. La protección de las fronteras... marcas, era concedida a un “marqués”. Así nació la jerarquía palaciega.
4. La dinastía legítima: Carlomagno para convertir a su monarquía en legítima y superior a cualquier otra, envió emisarios a Palestina para que localizaran a descendientes de la Casa de David, rey legítimo de Israel del que descendió Cristo. Una vez localizados, los instaló en Septimania y casó a su hija con un descendiente. Por eso se dice que todas las dinastías europeas tienen sangre judía.
5. Los reyes taumaturgos: Hubo un tiempo en el que se atribuían a los reyes poderes de curación. Esta manifestación era particularmente acusada en la monarquía francesa y se prolongó hasta el decapitado Luis XVI reduciéndose en esa época a curar las migrañas por imposición de manos.
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