Hay experimentos extraños, insólitos y sobre los que no está muy claro cuál era la finalidad que se perseguía. Parecen el fruto de cerebros enfermos o proyectos de científicos locos. Esta película narra una de estas historias reales que se unen a otros proyectos como el famoso MK-Ultra o el proyecto Haarp. Lamentablemente, el documental deja algunas cuestiones pendientes y suscita más preguntas que respuestas.
Situémonos: dos estudiantes universitarios descubren por pura casualidad que son hermanos nacidos en el mismo parto. Luego logran contactar con un tercero. Inexplicablemente, se trataba de trillizos que fueron separados al nacer. ¿Por qué? ¿Por quién? Ellos son los primeros interesados en recuperar sus raíces y, por tanto, aprovechan el interés mediático en su caso, para indagar. Cada uno de ellos criados en tres distintas clases sociales. Luego consiguieron enterarse que existió un cuarto hermano que murió en el parto. También consiguieron saber que las adopciones se habían realizado siempre en la misma agencia y que cada una de las familias, el año anterior había adoptado una niña. Indagando un poco más se enteraron de que los tres eran de origen judío y que fueron “recolocados” por una agencia judía especializada (Louise Wise Services de New York) y que respondía a un experimento diseñado por dos psiquiatras, igualmente judíos, Viola W. Bernard y Peter B. Neubauer que estaban realizando un experimento de larga duración sobre gemelos judíos adoptivos y trillizos, que fueran separados en la infancia. El experimento -probablemente- quería analizar las repercusiones derivadas del origen social sobre las personalidades de trillizos. Neubauer, de nacionalidad austríaca, dirigía el Centro de Desarrollo Infantil, que luego se integraría en la Junta Judía de Servicios para Familias y Niños. Al parecer, el origen de los fondos para realizar el proyecto salió del Instituto Nacional de Salud Mental y de la Agencia del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los EEUU.
Hay que decir, que los padres adoptivos no conocían el ser objeto permanente de observación por parte de los gestores del proyecto. Lo más sorprendente fue que otras familias y otros trillizos fueron igualmente separados de sus padres y confiados a distintas familias… ¿Quiénes? ¿Cuántos? Misterio, porque habrá que esperar a que los documentos del proyecto, legados a la Universidad de Yale, por el Neubauer, se liberen en 2066, cuando razonablemente se espere que el último de los implicados haya fallecido. Al parecer, los gestores del proyecto no pudieron prever que uno de los grupos de trillizos se conocieran casualmente… En cualquier caso, el proyecto con los gemelos monozigóticos es inquietante, estrafalario, misterioso y, cruel: el hecho de que lo protagonizaran sujetos activos y pasivos de origen judío, contribuye aún más a sorprender.
Hay que decir que los tres hermanos en cuestión, desarrollaron, cada uno por su parte, distintas enfermedades mentales. Se llevaron bien entre sí, pero uno de ellos, al cabo de un tiempo, se suicidó. ¿Y las otras familias? Hasta el 2066 no se sabrá nada.
El documental se realiza con filmaciones, entrevistas y testimonios de los implicados. Es brillante y no puede extrañar que se haya hecho acreedor de una granizada de premios y nominaciones: en los BAFTA al Mejor Documental, en Sundance Premio Especial del Jurado, en el National Board of Review, Mejor Documental del Año y así sucesivamente… El tema es perturbador, la realización excelente y la dirección del nobel Tim Wardle ha contribuido a darle amenidad, interés y agilidad.
Se trata de una historia “potente” y “poderosa”, pero con algunos defectos: el primero de todos ellos es que más de la mitad del metraje está dedicado a dejarnos llevar por un encuentro happy, casi eufórico, entre los hermanos, mientras que el 40% restante nos conduce por revelaciones sórdidas e inquietantes. La segunda parte hubiera debido de ser más amplia, tanto como la primera habría debido contraerse, si de lo que se trataba era de alumbrar un documental “de investigación”. En cualquier caso, se trata de un producto notable que, eso sí, hubiera requerido algo más de refinado.
Claro está que, para el director, tratar este tema suponía caminar al filo de una navaja. Vale la pena observar que el experimento se inicio 15 años después del final de la Segunda Guerra Mundial y sólo veinte años después, en 1981 se produce el encuentro casual. Si este hubiera sido un experimento de los “médicos nazis locos”, incluso realizado en los mismos términos, hubiera sido condenado y tratado como un episodio criminal digno de figurar en los Procesos de Nuremberg… pero ¿porqué psiquiatras surgidos de la comunidad judía se ponen a realizar experimentos que podrían incluirse dentro de un esquema mental propio del “darwinismo social”, con bebés de su propia comunidad étnica? Parece evidente que se trataba de algo más que un “jeu d’esprit” y que el proyecto contaba con una amplia cobertura internacional y financiera a ambos lados del océano Atlántico…
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