domingo, 21 de octubre de 2018

Un día más con vida... de Raúl de la Fuente y Damian Nenow



Lo primero que sorprende al leer la ficha de esta película es que es el producto de una cooperación hispano-polaca-germano-magiar-belga… La cosa parece todavía más complicada si tenemos en cuenta que el director es Raúl de la Fuente, navarro, que, hasta ahora, había filmado media docena de documentales que parecen tener poco que ver con una película de “dibus”. Porque, Un día más con vida, es precisamente una película de animación, en la que el co-guionista es el propio director. Luego resulta que todo es mucho mas simple de entender.

En efecto, de la Fuente, se ha especializado en documentales sobre el llamado “tercer mundo” (La fiebre del oro [2017] situado en Mozambique, Alto el fuego [2017[ sobre el conflicto colombiano, I Am Haiti [2014] dice mucha sobre las tradiciones ancestrales de la población, en Minerita [2013] se alude a zonas mineras sin ley en Bolivia y, finalmente, Nömadak Tx [2006], sobre el viaje de dos protagonistas por todo el mundo en busca de afinidades a través de la Txalaparta). Puede sorprender que el director navarro se haya pasado a los dibujos animados, pero no tanto el tema que ha elegido: la estancia del periodista polaco Ryszard Kapuściński en Angola durante los últimos momentos de la presencia portuguesa en aquella colonia. De hecho, la temática de su anterior documental, La fiebre del oro, se desarrollaba en Angola.

La palabra que resume todo lo que Kapuściński vió y vivió en aquellas jornadas es: “confuçao”. Lo que vemos ocurrió en 1975: los portugueses se estaban retirando, los cubanos y los alemanes orientales estaban presentes al lado del Movimiento Popular para la Liberación de Angola, uno de los grupos guerrilleros más activos contra la dominación lusitana. Pero en el otro lado del país, actuaban los pro-chinos del Frente Nacional de Liberación de Angola y, para colmo, en el sur del país, la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola, con bases en Sudáfrica, iba ocupando terreno y luchando, en tanto que fuerza anticomunista, contra los otros dos grupos. Mientras, los portugueses trataban de salvar lo salvable y hacer las maletas. Y en eso que Kapuściński aparece en tanto que corresponsal de la Agencia Polaca de Prensa (PAP) e intenta comprender qué es lo que está pasando en el país. No era la primera vez que aterrizaba en las colonias portuguesas en África. Lo había hecho en los años 60 y 70 y sus reportajes le proporcionaron fama mundial. Lo que vemos en la película es todo este caos tal como lo vio el periodista polaco. 

El film está rodado en “rotoscopia” (redibujar un fotograma, calcándolo del anterior mediante determinado software) y con formato documental. Es pues un interesante producto híbrido entre lo uno y lo otro que recuerda a Vals con Bashir (2008), Waking Life (2001) o Persépolis (2007). Todos ellos toman elementos de la realidad política o científica para hibridar documental y dibujo animado. Suele dar buen resultado por la posibilidad que hay de reconstruir episodios sobre los que no existe material gráfico o sería excesivamente costoso hacerlo con actores.

Kapuściński, además, es un personaje interesante. Fue premio Príncipe de Asturias en 2003 y, hasta su muerte gozó de fama internacional. Este docu-dibu (si se nos permite la licencia) está basado en los propios relatos que realizó el periodista. No hay garantía de que todo lo que cuenta sea la realidad que vio. De hecho, si de algo peca este documental, es de ensalzar excesivamente la trayectoria de Kapuściński hasta el extremo de atribuirle una aureola de heroísmo que el personaje no tuvo. Y, por lo demás, se olvidan algunos datos imprescindibles para valorar lo que estaba haciendo el periodista en Angola: como que fue miembro del Partido Obrero Unificado Polaco (el partido comunista que contribuyó a mantener durante 40 años la dictadura en su país) y que, no solamente trabajaba para la Agencia adicta al régimen, sino que, además, era su único corresponsal en el extranjero. Y esto era así, simplemente, porque Kapuściński trabajaba para el espionaje de su país, distorsionaba noticias en interés de su gobierno y, para colmo, nunca citaba fuentes comprobables. Elementos que están más que demostrados en la biografía elaborada por Artur Domaslawski (que colaboró con él).

Pero, a pesar de este aspecto, controvertido en la tarea profesional de Kapuściński, la película nos aproxima a aquellos caóticos momentos y nos dice mucho sobre cómo se llevó la “descolonización” en África (y no sólo en las colonias portuguesas). Nos dice también algo sobre el oficio de corresponsal de guerra. La película invita a buscar y visionar algunos de los muchos documentales de noticias que en aquellos momentos contaban la realidad sobre lo que ocurría en Angola. 

La pregunta que se formula el propio Kapuścińsken la película es “¿La presencia de los reporteros puede cambiar el curso de la Historia?”… pregunta, en nuestra opinión, demasiado engreída. Cualquier corresponsal que trabaje para un medio de comunicación sabe que ese medio publicará las informaciones que interesen a la empresa periodística propietaria. Y no digamos, si se trabaja para una agencia de prensa oficial de un país con régimen estalinista… 

La película es interesante, tanto por lo que cuenta, como por cómo lo cuenta y, por supuesto, por la técnica utilizada. No hubiera estado de más un poco de realismo a la hora de valorar el papel de Kapuścińskallí y entonces. El periodista solo dejó de ser un hombre del aparato estalinista algo más de un lustro después de lo que nos cuenta la cinta, cuando la revuelta de los astilleros de Danzig y la formación del sindicato Solidarnosc, auguraban que el régimen periclitaría en breve... Hubiera sido de desear que el co-guionista de la cinta, el polaco Damian Nenow (que no podía ignorar estos datos) hubiera puesto los puntos sobre las íes, y limitado los aspectos heroicos del periodista, para dar prioridad a la descripción del drama angolano, ante el que ni periodistas, ni observadores, ni nadie, podía hacer absolutamente nada. La “confuçao” es la “confuçao” y nada pueda hacerse cuando se apodera de un país.

Una muy buena película, con momentos culminantes, un dibujo sencillo, un buen ritmo narrativo y un nivel de calidad técnica próximo a la excelencia.

Puntuación: Confuçao (un guiño a la película) 

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