La opera prima de Marine Francen tiene la virtud de plantear el perfil femenino con extraordinaria naturalidad y de manera práctica. Quizás esa sea su mejor cualidad, junto a un buen trabajo de los actores y una excelente fotografía que en algunos momentos recuerda a los pintores clásicos. El guión, elaborado en parte por la propia directora, hace un esfuerzo por acercarnos a la feminidad y a la sensualidad, y lo hace de una manera particularmente comedida (lo que, en ocasiones, da la sensación de que los instintos más volcánicos están ausentes en muchas mujeres).
El título carece de importancia (tampoco es que estemos proponiendo títulos spoilers). No es, desde luego, tan relevante como se ha querido señalar para vender esta película en años de reivindicación feminista. Estamos en 2018 y, a estas alturas, se han producido innumerables películas sobre este o parecidos temas.
La película de Marine Francen, está elaborada con tonos melodramáticos y situada en la segunda mitad del siglo XIX durante el comienzo del Segundo Imperio. Napoleón III, se convierte en el nuevo emperador de Francia. Esto hace que sus antiguos aliados republicanos pasen a ser considerados como sus enemigos. Allí donde existía un núcleo de resistencia republicana, allí acudían las tropas para desbaratarlo. En alguna de estas poblaciones –como la que esta película sitúa la trama- todos los hombres son arrestados. Quedan solamente las mujeres para realizar los trabajos (temática que constituye también la base de la serie de tv Cuando habla el corazón, si bien es una catástrofe en la mina la que ha hurtado al pueblo de todo varón). Pero hay un riesgo: ¿qué ocurre si aparece un hombre? Las mujeres pactan que no será para una sino para todas. Utilización “comunista” (y “consumista”) del varón. Tal es la reivindicación de la película. Obviamente, aparece ese hombre... No es cuestión de desvelar lo que ocurre a continuación.
Se trata de una situación extrema ante la que se abre la oportunidad de socializar y compartir un único recurso. Vemos a mujeres luchando con sus deseos… aunque de modo muy controlado y sin sobresaltos dentro de una modestia erótica. La película plantea una problemática curiosa, no sabemos si se ha producido en la vida de los numerosos pueblos masacrados por las guerras.
La película está basada en una novela anterior que la directora-guionista ha adaptado. Se trata de un relato del siglo XIX escrito por una testigo presencial, Violette Ailhaud. Ésta no escribió una novela, sino que realizó algunos apuntes y diarios que entregó a sus hijos cuando estaba a punto de morir ya en las primeras décadas del siglo XX. Fue noventa años después, en 2006, cuando se publicó el texto que ahora se lleva a la pantalla de manera bastante fidedigna.
La parte positiva es que la historia resulta agradable, llevadera, a pesar de que hubiera podido ser contada con algo más de rapidez, sin duda producto disculpable de la primera incursión de Marine Francen en la dirección. No hemos de creer, sin embargo, que le falte experiencia: de hecho, la ha adquirido a la sombra de directores como Michael Haneke y Olivier Assayas. La fotografía es de una calidad envidiable y, en su conjunto, resulta interesante. Está rodada por completo en Lozère en la parte norte de Cevennes (Francia).
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