Jackie Chan es uno de esos actores minusvalorado por el género en el que se le ha clasificado. En esta película tenemos la ocasión de verlo en un registro completamente diferente, aunque también reparte su habitual ración de mamporros. Su oponente es Pierce Brosnan, 007 otoñal, en esta película antiguo miembro del IRA pasado a asesorar al gobierno irlandés como pacificador. Ambos se encuentran en una trama de trasfondo político-terrorista dinámica, entretenida y sin muchas complicaciones. El Extranjero (que en algunos países se proyecta como El Implacable) es una de esas películas que pueden verse sin miedo a salir de la sala con la sensación de haber tirado el dinero. Incluso la película tiene algunos temas sobre los que reflexionar.
La acción nos muestra a un vietnamita que se ha establecido en Londres y regenta un restaurante chino. Su hija resulta muerta en un atentado reivindicado por el “IRA Auténtico” y el padre, que tiene más de sesenta años, se propone vengar la muerte. Inicialmente, no tiene intención de ejecutar él mismo la venganza, pretende que sea el gobierno y la policía quienes actúen contundentemente contra el nuevo grupo terrorista. Pero la indiferencia de unos y la imposibilidad de sobornar a otros, le inducen finalmente a poner en práctica las enseñanzas aprendidas en los años de la Guerra del Vietnam cuando formó parte de las fuerzas de operaciones especiales. Así pues, ahí tenemos al soldado veterano “Ngoc Minh Quan” (Jackie Chan) desplazándose de Londres a Belfast para llegar a donde la policía no ha llegado.
En la capital del Ulster, “Quan” conoce a un viejo zorro del IRA devenido asesor de la política de pacificación, “Liam Nenessy” (Pierce Brosnan). Se trata de un antiguo terrorista ganado para el proceso de paz irlandés, pero que, en un momento dado ha experimentado la sensación de que era necesario acelerar la salida de los presos del IRA que todavía se encontraban en cárceles irlandesas y para ello ha promovido un terrorismo de baja cota que pronto se sale de cauce y se independiza de su mentor.
Sobre estas bases está construida una trama que, en primer lugar, nos habla del fenómeno terrorista y de lo difícil que ha resultado superarlo en el Reino Unido. En efecto, es rigurosamente cierto que, cuando el proceso de paz ya estaba consolidado, se produjo una extemporánea reaparición de una fracción del IRA que seguía todavía anhelando el retorno a las armas y que protagonizó el tristemente célebre “atentado de Omagh” el 15 de agosto de 1998 en el que se produjeron 29 muertos y 220 heridos, episodio al que se han consagrado algunas cintas (Omagh, 2004). El terrorismo siempre se resigna a morir (a menos que esté muy duramente tocado, como ocurrió en Argentina con los Montoneros, en Uruguay con los Tupamaros, en Italia con las Brigadas Rojas, en Alemania con la Fracción del Ejército Rojo o en España con ETA y con el GRAPO. Sin embargo, en Irlanda, en donde el IRA se identificaba con la totalidad de la comunidad católico irlandesa, siempre dejó un rescoldo del que el IRA-Auténtico (sigla que realmente existió) fue la muestra. Donde ha habido mucho, siempre queda algo…
La película ha sido dirigida por Martin Campbell, en cuyo historial se encuentran películas como La máscara del Zorro (1998) y La leyenda del Zorro (2005) y dos episodios de la serie 007, uno de ellos –GoldenEye (1995)– protagonizada por el propio Brosnan. Campbell en los inicio de su carrera rodó una memorable serie, Reilly: As de espías (1983) injustamente olvidada y que pasó desapercibida en España a pesar de sus méritos. Desde entonces es un director que siempre ha trabajado en producciones de alta gama pero al que no siempre ha acompañado el éxito y que, en algún momento, se ha arrojado en brazos de películas y series de consumo (también fue el responsable de Xena, la princesa guerrera). De lo que no cabe la menor duda es que sabe contar historias y que sus películas siempre resultan amenas y digeribles por parte del público.
La película, como hemos dicho al principio, sirve para ver a un Jackie Chan maduro y, lo más sorprendente, alejado de producciones de artes marciales con trasfondo cómico. Lo más sorprendente no es el hecho de, por primera vez, su papel esté completamente desprovisto de la vertiente humorística, sino el hecho de que a sus 63 años, cuando muchos están para comer sopas de ajo y pan tierno, el actor originario de Hong Kong, afable y simpático donde los haya, conserva toda su agilidad sin necesidad de ser reemplazado por especialistas. Da la talla de un actor consumado y demuestra ser algo más que un acróbata guasón.
Es una película de acción y, como tal, gustará especialmente a los predispuestos a ver este tipo de cine. También puede interesar a quienes sigan el cine político y, especialmente, películas sobre terrorismo; lo cierto es que induce a algunas reflexiones en este terreno. Para Pierce Brosnan, en cambio, es una película de trámite en la que no está ni mejor ni peor que en otras. Simplemente es un buen actor que da de sí lo que le exige el guión. Y en esta película, el guión conduce a una reflexión sobre el terrorismo y hacia la implacabilidad de la venganza.
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