Bomba innecesaria, bomba criminal e inútil lanzada solamente para demostrar que se poseía capacidad destructiva, la que estalló sobre Nagasaki tiene un problema: fue la segunda. Hiroshima se llevó el recuerdo y los honores de ser la primera ciudad destruida por un ingenio nuclear. Y la cinematografía la ha recordado en películas tan emblemáticas como Hiroshima mon amour (1959), Children of Hiroshima (1952), Hiroshima más allá de las cenizas (1990), Sprit of Hiroshima (1996) y tantas otras… ¿Qué hay sobre Nagasaki? Todos nos acordamos de quién fue el primer astronauta que pisó la Luna o sabemos que Colón descubrió América, pero mucho más difícilmente recordaríamos el nombre del segundo humanoide que se paseó por el satélite o quién capitaneó la cuarta carabela. Pero los segundones también merecen un homenaje, en especial si aportaron entre 90 y 120.000 vidas humanas. Hay algo de homenaje a la “segunda” ciudad destruida por una bomba atómica en esta película de Yôji Yamada, Nagasaki: recuerdos de mi hijo.
La protagonista de la cinta es “Nobuko” (Sayuri Yoshinaga), una comadrona que ejercía en Nagasaki. Su hijo “Koji” (Kazunari Ninomiya) ha sido una de las víctimas de la explosión nuclear: el 9 de agosto fue a seguir sus clases en la universidad y allí el fragor de la desintegración y la luz “brillante como mil soles”, se lo llevó. Han pasado tres años desde entonces. Japón se está reconstruyendo y los japoneses están haciendo otro tanto con sus vidas. Pero algo se ha detenido en la vida de “Nobuko” y ese día, el 9 de agosto de 1948, su hijo se le aparece de nuevo y volverá una y otra vez para mantener con su madre diálogos y compartir recuerdos del pasado, cuando casi todo era felicidad y esperanza.
La película tiene un tono onírico, casi fantasmal, que llevado por otro director hubiera caído en el ridículo o, simplemente, en lo parábola sensiblera, pero en manos de un director experimentado como Yôji Yamada (que tenía 14 años cuando estalló la bomba de Nagasaki) se convierte en una película atípica que arracima distintos géneros: hay en ella elementos de género fantástico (los muertos, nunca vuelven), un drama evidente (la muerte traumática no es ninguna broma) y pinceladas propias de la comedia (el género del que Yamada nunca puede prescindir del todo y que está también presente en Nagasaki: recuerdo de mi hijo).
Recientemente, se ha estrenado en España, otra película de Yamada, Maravillosa familia de Tokio, en la que están presentes los mismos elementos que aparecen en esta cinta: cambiando una explosión nuclear y la desaparición de una ciudad, por el estallido contenido durante décadas de una mujer que bruscamente dinamita su propia familia, y el drama de la muerte, por el de la ruptura matrimonial, las pautas de ambas películas son paralelas y demuestran sobradamente la maestría de Yamada.
Elementos que deben destacarse: en primer lugar, un casting excelente. En segundo lugar: resaltar lo evidente; es cine japonés y sus tempos y códigos de comunicación, tradicionalmente, no son los mismos de las cinematografías occidentales; así pues, lo que vamos a ver no es una película trepidante y acelerada, sino una ceremonia del té llevada al cine: parsimoniosa y delicada. Finalmente, un mensaje entregado por Yamada (que también ha elaborado lo esencial del guión): Hay que recordar y honrar a los muertos, y cuanto más próximos estén a nosotros, más hay que tenerlos presentes, pero también hay que dejar partir su alma, dejarlos descansar y no tratar de atraparlos en el mundo de los vivos. Eso, o de lo contrario, te vas con ello al reino de los muertos.
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