Se sabe cómo terminó la Segunda Guerra Mundial y quién ganó: las bombas de Hiroshima y Nagasaki pusieron brutalmente fin a un conflicto que de otra manera hubiera terminado con 250.000 muertos menos (hoy se sabe que en el momento en que se arrojaron las bombas, Japón estaba dispuesto a negociar su rendición). Se cree saber –más o menos– que la bomba atómica norteamericana fue fabricada en el contexto del llamado “Proyecto Manhattan” desarrollado especialmente en el Laboratorio Nacional Los Álamos en Nuevo México. De ahí el título de la serie –Manhattan– y el tema tratado: los dos equipos que participaron en la creación de la bomba atómica norteamericana.
Si tenemos en cuenta que setenta años después de aquel holocausto, todavía existen muchas dudas sobre el proyecto nuclear norteamericano, difícilmente podíamos aspirar a que una serie televisiva nos desvelara todos los enigmas. En realidad, si alguien aspira a conocer los entresijos del proyecto atómico norteamericano se sentirá decepcionado. Como máximo se podrá enterar de que existían dos grupos de investigación, de los que la leyenda dice que, cada uno, consiguió alcanzar la meta. Uno fue el padre de Little Boy, la bomba arrojada sobre Hiroshima y el otro de Fat Man, el ingenio que arrasó Nagasaki. La serie narra las luchas entre ambos equipos y las interrelaciones entre los miembros de la comunidad científica aislada en el desierto de Nuevo México junto a sus familias. Se trata de un relato imaginario en el que, al final, lo menos importante resulta ser el Proyecto Manhattan y la investigación sobre la bomba atómica.
No faltan películas sobre este tema. Los más mayores recordarán que en el 1959 se estrenó la película Hiroshima mon amour de Alain Renais, realizada con criterios de la Nouvelle Vage y que, seguramente por eso, estuvo prohibida durante diez años en España. Kurosawa volvió a tratar el tema en Rapsodia de agosto (1991) centrándose en la ciudad de Nagasaki; era la visión japonesa de la tragedia. Creadores de sombras (1989) narra el Proyecto Manhattan desde principios a fin en una sola entrega de dos horas de duración en la que Dwight Schultz (el “Murdock” del Equipo A) encarna a Robert Oppenheimer y un crepuscular pero siempre carismático Paul Newman, al general Leslie Groves, encargado del proyecto. Éste largometraje es quizás el más recomendable y el que sustituiría ventajosamente a las 17 horas de visionado de Manhattan. El episodio ha sido tratado incluso como anime en la cinta Hiroshima (1983). Así pues, no faltan precedentes sobre el episodio, en general, bastante más ilustrativos y fieles a la realidad que esta serie en la que, finalmente, lo único que nos queda es que los científicos que crearon la bomba atómica y enviaron a la muerte a 250.000 personas de una tacada, eran también humanos, tenían esposa (y, por tanto, tenían problemas conyugales), sus esposas eran como cualquier otra mujer de los EEUU: procuraban estar bellas, observaban a sus rivales, murmuraban unas de otras, en una visión que podría ser considerada sin dificultad como sexista y machista.
Para colmo, la serie embarrancó en su segunda temporada; estaba anunciada una tercera, pero la caída en picado de la audiencia, hizo que ni siquiera pudiera finalizarse. En realidad, un tema como éste no puede estirarse tanto, ni se le puede sacar tanto jugo como para esperar que el público mantenga el interés a lo largo de tres temporadas. Ya en la segunda decayó aún más y los directivos de la WGN America, el canal que lo lanzó inicialmente, juzgaron que sería peligroso arriesgarse con una tercera temporada.
Si se trata de la Segunda Guerra Mundial y de investigaciones sobre la energía nuclear, la serie noruega Operación Telemark (2015) tiene una calidad muy superior (y puede recomendarse sin reservas). Trataba sobre el proyecto atómico alemán y era, desde todos los puntos de vista, superior a Mahattan, incluso en lo que a fidelidad histórica se refiere.
El guión de Manhattan es particularmente flojo. En cualquier web sobre el Proyecto Manhattan se encuentran datos mucho más verídicos y sustanciosos. A partir de las primeras escenas, subyace que lo importante no va a ser el resultado final de toda la martingala sino las historias intimistas de las parejas protagonistas. Llega un momento que la audiencia se pregunta ¿cómo diablos este grupo pudo construir la bomba atómica? En realidad, nadie se lo explica. Y así puede entenderse que circule por ahí una versión conspiranoica en la que se cuenta que Werner Heisenberg y el equipo de científicos alemanes que trabajaban en la construcción de una pila nuclear culminaron su proyecto a principios de 1945. La ofensiva alemana de las Ardenas había fracasado justo antes de que Heisenberg entregara los dos ingenios nucleares. ¿Lanzarlos sobre Nueva York? El führer valoró la posibilidad a lo largo del invierno de 1945; al final reconoció que la guerra estaba perdida y una acción de este tipo hubiera supuesto una venganza bíblica de los norteamericanos que hubiera entrañado el fin del pueblo alemán. Así pues decidió enviar en un submarino las dos bombas al Japón. En el transcurso de la larga travesía, el Reich se rindió y el submarino se entregó… las dos bombas que portaba fueron –según esta versión– las que estallaron sobre Hiroshima y Nagasaki. Determinados datos históricos avalan esta versión que, desde luego, resulta mucho más “cinematográfica” que las cargantes escenas de Manhattan.
Los productores de la serie trataron de intentar que el público no advirtiera la endeblez del guión, insistiendo en la ambientación. Ésta –hay que decirlo– está cuidada hasta en los más mínimos detalles: modelos, maquillajes, peinados, vehículos, mobiliario, corresponden de manera obsesiva a la época en la que transcurre la serie (1943–1945). Pero una serie no es solo su atrezzo, es algo más: una idea original, un desarrollo efectista, un ritmo sostenido, unos personajes carismáticos, unos actores que empaticen con la audiencia… elementos que están muy disminuidos en los episodios de Manhattan.
La serie tiene algo de claustrofóbica. La ciudad construida en el desierto constituye para los científicos y sus familias una especie de campo de concentración vigilado por el ejército. Casi da la sensación de que los científicos carecen de responsabilidades en las tragedias innecesarias de Hiroshima y Nagasaki y que toda la responsabilidad corresponde a los militares. Quizás el único personaje que destaca por encima de los demás es el de la “doctora Liza”, esposa del “doctor Frank Winter”, una botánica, la única mujer del grupo con estudios superiores, que aprovecha sus horas de aburrimiento estudiando mutaciones de la fauna y la flora local. El resto de protagonistas femeninas es de una banalidad abrumadora y el grupo de científicos tampoco logra “enganchar” a la audiencia.
La trama, a partir de las piezas que van apareciendo en el primer episodio, se va haciendo cada vez más lenta. Las tramas secundarias que aparecen constantemente, en general, tienen poco interés y no son construidas con habilidad. A partir del tercer episodio se percibe lentitud, banalidad y el aburrimiento empieza a apoderarse del espectador.
La serie fue aclamada en los EEUU, pero en su incursión en el exterior recibió críticas mucho más templadas. En España ha pasado desapercibida. Nadie, en cualquier caso, parece haber llorado el que se cancelara.
FICHA:
Título original: Manhattan
Título en España: Manhattan
Temporadas: 2 (23 episodios)
Duración episodio: 45 minutos
Año: 2014–2015
Temática: Historia
Subgénero: Segunda Guerra Mundial
Actores principales: John Bernjain Hickey, Olivia Williams, Ashley Zukerman, Rachel Brosnahan, Daniel Stern, Katja Herbers, Harry Lloyd, Alexia Fast, Christopher Denham, Michael Chernus, Willian Petersen.
Lo mejor: la mirada de Olivia Williams.
Lo peor: que acabe tiene de histórica tanto como un episodio de Espinete.
Puntuación: 5
Video clip: https://www.youtube.com/watch?v=E7aFsd3Mor4
¿Cómo verlo?: Se emite en exclusiva a través de Movistar Series. Se puede encontrar mediante programas “peer to peer”.
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