1. Carlos Castaneda. Prolífico autor norteamericano de rostro desconocido que decía haber sido iniciado por un chamán yaqui que sólo él conocía y cuyas prácticas eran desconocidas por todos los antropólogos que habían estudiado a esta tribu india. En sus libros se aludía frecuentemente al peyote y a la mariguana, así que colgados de todas las naciones... leyeron a Castaneda dando una justificación intelectual a su enganche. Para colmo, en su última etapa Castaneda se dedicó a vender cursos en los que todo consistía en dar "pases mágicos" ("tensigrity"). Dicho de otra manera: la iluminación a buen precio, sin esfuerzo y al alcance de todos. ¿Es posible ser más norteamericano?
2. Alice Ann Bailey. Ésta no hablaba con un brujo yanqui, sino con una entidad espiritual -Djwhal Khul, más conocido como "El Tibetano"- que le sopló cuarenta y tantos libros por "clariaudiencia". Es decir que "oía voces". "El Tibetano" le dictó la "Gran Invocación", poemita, tirando a cursi y ramplón (Desde el punto del Amor, dentro del corazón de Dios, deja que el amor fluya, etc.) que se ha convertido en el paternoster de la New Age. Para colmo, según ella, en 1946 la creación de las Naciones Unidas marcaba el inicio de la "Era de la Luz"... Lo dicho, una iluminada que "oía voces".
3. Jiddu Krisnhamurti. Este no era un iluminado, pero de adolescente tuvo la mala suerte de encontrarse con un pederasta, Charles Leadbeater quien "vio su aura resplandeciente" y reconoció en él al "Guía de la Nueva Era". Cuando Krishnamurti fue mayor de edad hizo todo lo posible por separarse de Leadbeater y de la Sociedad Teosófica, renunciando al privilegio de "guiar al mundo". Se convirtió en gurú de la jet-set, diciéndoles que no necesitaban gurú y que cada uno era su gurú. Y les cobraba por eso. Hacia el final de su vida se reconcilió con la teosofía pensando a ver si fuera a ser cierto eso de que era el "guía del mundo". La new age lo tiene en gran estima.
4. Wilhelm Reich. Murió más colgado que una farola. Decía que le perseguían los OVNIS. Sí, los OVNIS. Y que todo era una "vasta conspiración". Vendía "acumuladores orgónicos" y no cotizaba a la Hacienda americana, así que acabó en la cárcel por delito fiscal. En América no se bromea con el fisco. Y allí murió. Era el típico científico loco, obsesionado por el sexo. Su gran aportación a la historia universal del cuelgue es la "teoría del orgón" según la cual en el universo fluye una "energía orgánica", especie de panacea universal. Con sus "acumuladores orgónicos", libres de impuestos, captaba esa energía y la utilizaba como remedio para cualquier enfermedad. Murió loco, el problema es cuando empezó a estarlo porque algunas de sus obras anteriores a 1939 demuestran una gran inteligencia. La sensación que produce es que tuvo una neurosis sexual creciente que se lo llevó de fliping total.
5. Shirley MacLaine. Hubo un tiempo en que era actriz, cantante y bailarina. La recordaremos siempre junto a Jack Lemon en "Irma la dulce" de Billy Wilder. Pero, a medida que fue ganando arrugas (algo prohibido y mal visto en Hollywood) le dio por el misticismo convirtiéndose en la autora superventas de la new age. Sus libros Lo que se de mí (habrá que ver quien se lo ha dicho), Bailando en la luz (y parece que no se ha drogado en la vida) y Todo está en el juego (nada recomendable para ludópatas) fueron todo un éxito, pero su vacuidad y sus tópicos mil veces repetidos hicieron que su éxito fuera tan rotundo como breve.
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