Francisco Javier Odón Ordóñez Rodríguez (Pamplona, 1947) es catedrático de Lógica en la Universidad Autónoma de Madrid (2000).
Conferencia en CosmoCaixa “Viatges imaginats a la Lluna: de Kepler, a Tintín” dentro del ciclo “50 anys de l’arribada a la Lluna”
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Ha sido una master class que me ha permitido conocer la progresión literaria e imaginativa del misterio de la Luna con el deseo humano de viajar hasta ella y cómo hacerlo.
Me ha hecho gracia saber cómo se editaban los libros en 1600 en el Siglo XVII. Entonces ya existía “autoedición” y el mismo autor, encargaba su impresión y se lo regalaba a los amigos (amigos que pudieran entender los escritos allí elaborados). Los libros, además, se hacían llegar a personajes importantes de la época como un signo de prestigio.
Galileo Galilei
Este viaje misterioso con destino a la Luna se inicia con Galileo Galilei y su libro Sidereus Nuncius (El Mensajero sideral) de 1610. El científico pudo dibujar la topografía lunar aproximada gracias a su telescopio. El libro, de muy pocas páginas (apenas 30), fue enviado a Kepler el cual le soluciona a Galileo las aberraciones esféricas de su telescopio gracias a otra obra que escribió éste.
En El Mensajero Sideral contaba cómo el uso del telescopio le había permitido observar las montañas y los valles de la Luna, la "muchedumbre de estrellas reunidas en conglomerados" que forma la Vía Láctea, y los cuatro satélites que giraban alrededor de Júpiter.
Javier Ordoñez nos habla de Kepler pero antes nos da a conocer Luciano de Samósata. Éste consideraba que los viajeros unos mentirosos por la forma en que detallan en sus viajes el encuentro con monstruos marinos, plantas gigantes y seres extraños.
Escribió su Historia verdadera, donde menciona por primera vez la idea de un viaje a la Luna en un barco arrastrado por una providencial tromba de agua y en donde, entre otras maravillas, ve a los selenitas, de los que dicen que carecen de ano, hilan los metales y el vidrio para hacer trajes, beben zumo de aire, se quitan y se ponen los ojos y donde son los hombres quienes dan a luz los hombres en lugar de las mujeres, ya que se casan hombres con hombres; asiste a la guerra entre los caballeros buitres y lacanópteros del emperador selenita, Endimión, y los caballeros hormiga del solar, Faetón, así llamados por sus respectivas monturas.
Johannes Kepler
Además de su trabajo como astrónomo, Johannes Kepler escribió Somnium, un fascinante relato de ciencia ficción acerca de un viaje a la Luna, en el que incluye el contacto extraterrestre.
Al igual que Ptolomeo, Copérnico, Brahe o Galileo, Kepler alzó su vista, reforzada con instrumentos de medición hacia las estrellas. Durante buena parte de su vida sin embargo también sondeó los cuerpos celestes con la imaginación.
En Somnium Kepler relata la historia del islandés Duracoto, un joven que tras aprender astronomía con Tycho Brahe –guiño genial de Kepler, quien cuela al famoso astrónomo en su ficción– viaja a la Luna con su madre, Fiolxhilde. Gracias a un demonio que conoce la buena mujer, una suerte de hechicera que se gana la vida vendiendo pócimas a los marineros y tiene tratos con seres fantásticos.
Madre e hijo llegan al satélite tras un viaje fantástico durante un eclipse. Anticipándose en más de tres siglos al viaje del Apolo 11. Para la aventura necesitan pólvora y narcóticos con los que hacer más llevadero el trance a los viajeros. Para evitar que sufran lesiones durante el trayecto se insiste además en que los primitivos “astronautas” deben ir bien protegidos. El objetivo: “Que el tronco no se separe de sus nalgas o la cabeza del cuerpo”. El aire gélido del espacio exige además respirar a través de una esponja húmeda.
Kepler se pregunta cómo se verían los astros y planetas desde fuera de la Tierra, ¿qué percepción tendrían de sus movimientos en la Luna? Y la Tierra, ¿se vería su movimiento de rotación? ¿A qué atalaya mejor que la Luna se podría viajar para aclarar semejantes cuestiones? ¿La Tierra permanece quieta?
Una copia del manuscrito de Somnium se distribuyó sin su permiso hacia 1611 y las autoridades apresaron a la madre de Kepler, Katharina. Para ellos estaba claro que aquella bruja llamada Fiolxhilde tenía que ser su progenitora. La pobre mujer acabó entre rejas en el verano de 1620 y con serios riesgos de arder en la hoguera.
Francis Godwin
Ordoñez nos aproxima a Francis Godwin quien, en 1658, escribe El hombre en la Luna. Era obispo de la localidad galesa de Llandaff y escribió la primera narración de viajes espaciales en lengua inglesa. The Man in the Moone: or A Discourse of a Voyage Thither, by Domingo Gonsales ("El hombre en la Luna o una disertación sobre el viaje hasta allí, por Domingo Gonsales"), otro trabajo clave en la ciencia ficción primitiva.
Publicado póstumamente en 1638, el obispo comenzó a escribir la obra en 1589. Por desgracia, no vivió para ver el fenomenal éxito que obtuvo la obra: dos docenas de ediciones hasta el siglo XVIII y traducciones a muchas otras lenguas, incluyendo el francés, el holandés o el alemán. La novela de Godwin fue considerada como el viaje espacial arquetípico durante los siguientes cien años. Incluso autores del siglo XIX, como Julio Verne o Edgar Allan Poe, lo mencionaban como una de sus principales influencias.
El Hombre en la Luna es el primer libro de la historia que narra un contacto alienígena. Godwin creía que dicho contacto era una posibilidad real; el que tuviera lugar sólo era cuestión de tiempo. Los descubrimientos de Galileo sobre la Luna aparecen en el libro de Godwin y, de hecho, el prefacio acredita a Galileo como descubridor de ese nuevo mundo.
El protagonista de El Hombre en la Luna es “Domingo Gonsales” (un español enjuto), cuyo viaje le lleva a lugares tan dispares como la isla de Santa Elena, la Luna y China. Durante su peripecia, “Gonsales” captura y adiestra cuatro gansos salvajes, utilizándolos como primitiva máquina voladora, pero, al retornar a España, su barco es atacado y hundido por corsarios británicos. En su evasión, “Gonsales” se amarra a los pájaros, que lo alzan por los cielos hacia su lugar de hibernación en la Luna. Su vuelo interplanetario, aunque fantástico, confirma el modelo copernicano: la Tierra no es el único centro de gravedad del Universo y gira sobre su propio eje.
Al dejar la Tierra, “Gonsales” pesa cada vez menos, recuperando peso al alcanzar la Luna. Está claro que Godwin trataba de expresar el principio de gravitación. Tanto en la ficción como en la realidad, había llegado el turno de la gravedad. Sugerida por Godwin y Kepler, fue finalmente comprendida, analizada y establecida en sus principios fundamentales por Isaac Newton en sus Principia (1687).
Tras un vuelo de doce días, “Gonsales” aluniza sobre una colina para encontrarse con que nuestro satélite se parece mucho a la Tierra, pero a mayor escala. La gente, las plantas y los animales alcanzan proporciones gigantescas. De hecho, en la jerarquía social selenita, la estatura es signo de nobleza. Los "lunares auténticos" son treinta veces más altos que los humanos y no sólo viven treinta veces más, sino que llevan una existencia idílica. En contraste, los "lunares enanos" son poco más altos que los terrestres, no viven más de ochenta años y están relegados a las tareas menos importantes. A la vista de este panorama, “Gonsales” no tiene más opción que considerarse inferior.
Godwin describe el mundo lunar como una utopía, pero al rascar la superficie, aparecen detalles que empañan esa visión sublime. Incluso los "lunares enanos" son más virtuosos que los terrícolas, las heridas más graves tienen fácil cura, el crimen es desconocido, las mujeres selenitas son tan bellas que ningún varón comete adulterio... Pero también se nos revela que practican una forma radical de eugenesia: los defectos congénitos se identifican al nacer y como los lunares no matan, esos seres "tarados" son enviados hacia la Tierra, concretamente a Norteamérica.
Godwin se atrevió a sugerir que los extraterrestres no sólo podían ser superiores a nosotros, sino también más felices. El Somnium de Kepler había planteado unas condiciones de vida en otro planeta miserables, una pesadilla si se comparaba con la Tierra, pero, desarrollando su idea de contacto extraterrestre, Godwin apuntó hacia la posibilidad de evolución: el universo puede albergar razas más evolucionadas que el hombre. Hubo que esperar doscientos años más tarde para que esta idea fuera aceptada de forma general.
El Hombre en la Luna es una obra clave de la ciencia ficción primitiva. La idea de vida alienígena era nueva y emocionante, y gracias a Kepler y Galileo, la posibilidad de vida extraterrestre parecía, por primera vez, real.
Cyrano de Bergerac
Y por fin llegamos a Cyrano de Bergerac, autor de una Historia cómica de los estados e Imperios de la Luna, publicado en 1675.
En este ensayo cómico-fantástico, el autor, influido por las ideas racionalistas de su tiempo, repasa diversos aspectos de la condición humana, desde los más trascendentales, como la existencia de Dios, la creación del mundo o la inmortalidad del alma, hasta otros que descubren los prejuicios e incongruencias de nuestras costumbres.
El comienzo del viaje recuerda el que propuso Luciano de Samosata. Tras un intento fallido llega a Nueva Francia (Quebec canadiense). Por fin, mediante unos ingeniosos cohetes, consigue alcanzar a la Luna.
El satélite está habitado por seres humanos con doce pies que andan a cuatro patas y que miran hacia abajo. Al ver a Cyrano lo consideran un avestruz. Al utilizar las cuatro extremidades, los lunáticos miran al suelo con orgullo, pues así contemplan los bienes de los que son señores; la cabeza erguida de las bestias muestra, en cambio, su actitud suplicante ante el Cielo por depender de los cuadrúpedos.
El viajero se encuentra también con un Demonio, el demonio “Sócrates”, un personaje interesante que se convierte en su guía y amigo durante su estancia lunar. Éste dice haber estado en la tierra en forma de Oráculo, de Genio, Dios de fuego, Vvmpiro, fantasma, etc. En realidad, se trata de un habitante del Sol, una raza de seres que llegan a tener de 3.000 a 4.000 años, cargados de experiencia y poderes. Entre estos, menciona como puede pasar de un cuerpo a otro. Su planteamiento resulta muy interesante porque todo lo trascendente e inexplicable queda reducido a ciencia.
Nuestro viajero espacial renueva su asombro cuando contempla a un aborigen que camina tan tranquilo por su Luna luciendo un enorme pene, ceñido a la cintura como adorno. Le explican que es símbolo de caballerosidad y nobleza, al igual que la espada en la Tierra. Y se compadecen del terrícola porque se avergüenza de exhibir sus genitales que dan la vida, prefiriendo lucir un instrumento de la muerte.
¿cómo consigue llegar a la Luna un turista del siglo XVII? En su primera intentona se ciñe al cuerpo frascos de rocío, pero el sol lo atrae con tanta fuerza que pasa de largo y vuelve a caer a la Tierra. Por fin construye una máquina de hierro desde la que lanza hacia arriba un imán concentrado; la aeronave se eleva al encuentro del imán, hasta que es cogido por el piloto para ser así sucesivamente tirado y recogido en dirección a la Luna.
Daniel Dafoe
En 1705 aparece The Consolidator (también llamado Memoirs of Sundry Transactions from the World in the Moon) cuento sobre un viaje lunar elaborado por el famoso escritor inglés Daniel Defoe. Defoe recrea diversas leyendas de viajes a la Luna y describe varios medios de transporte parecidos a lo que hoy llamamos naves espaciales. The Consolidator fue el más brillante de los viajes ingleses a la Luna, llegando a anticipar la gasolina como propulsor: "una llama ambiental alimentada por un cierto líquido".
La novela es un excelente ejemplo de cómo se utilizaron los viajes interplanetarios para satirizar las costumbres terrenales, la política y la sociedad. La novela es original en su intento de dar un fundamento científico a su fantasía, incluyendo un vuelo a la luna por medio de una máquina voladora propulsada por un motor de combustión interna.
Fray Manuel Antonio Rivas
Un viaje novohispano a la luna de fray Manuel Antonio de Rivas, franciscano, publicado en 1772 o 1773, es un relato que pertenece a la tradición de las sátiras sociales. Toma como pretexto un viaje espacial para criticar las costumbres y la sociedad, burlarse de ciertas actitudes y enjuiciar sistemas. Se trata de una supuesta carta que remite el secretario del Ateneo Lunar al bachiller don Ambrosio de Echeverría, en la que aquél narra la llegada al satélite de un científico francés, realizando una breve descripción de algunos lugares de interés. El autor se explaya en la mezquindad, incultura, lujuria y necedad de sus habitantes.
La carta contiene alusiones a la Biblia y a autores clásicos como Ovidio, Plinio o Marcial, además de efemérides y numerosos datos sobre física, astronomía, astrología y pronósticos de temporales.
La obra formó parte de las pruebas que se presentaron en contra de su autor en el juicio que le incoó el Santo Oficio como presunto hereje.
Karl Friedrich Hieronymus Freiherr von Münchhausen
El barón Münchausen, existió realmente: se llamaba Karl Friedrich Hieronymus, descendía de una de las familias más antiguas de la Baja Sajonia, nació en Bodenwerder (Alemania) el 11 de mayo de 1720 y fue el primer “cantor” de sus propias presuntas aventuras. Su oficio de militar le llevó, a lo largo de su dilatada vida, a participar en numerosas campañas combatiendo con el ejército ruso y sirviendo como corneta, teniente y capitán de caballería. En Alemania no tardó en ser conocido por sus excentricidades y su fanfarronería. Rememoraba sus hazañas bélicas aderezándolas con todo tipo de exageraciones y detalles inverosímiles, que causaban fascinación entre la aristocracia teutona.
Entre sus múltiples ocurrencias se incluían, por ejemplo, cabalgar sobre una bala de cañón, viajar a la Luna, matar a un oso para cubrirse con su piel y pasar desapercibido entre los otros osos o salir de una ciénaga pestilente tirando de su propia coleta. Incluso el barón llegó a contar cómo pudo vivir durante meses en el estómago de una ballena.
En 1785, el escritor y científico alemán Rudolf Erich Raspe (Hannover, 1737 – Donegall, Irlanda, 1794) escribió y publicó la primera versión de Las aventuras del barón Münchausen, titulada Narración de los maravillosos viajes y campañas del barón Münchausen en Rusia.
El libro no tandó en llamar la atención de escritores, ilustradores y, posteriormente, de directores de cine. El mismísimo Georges Méliès realizó la primera adaptación al cine en 1911 con el cortometraje Les hallucinations du baron de Münchausen, seguido en 1929 por la película de animación de los estudios Mezhrabpomfilm titulada Las aventuras de Münchausen o por el film alemán de 1943 Münchausen, escrito por Erich Kästner y dirigido por Josef von Báky, entre otras. Sin embargo, la adaptación al cine más conocida es la que dirigió Terry Gilliam en 1988 bajo el título de Las aventuras del barón Munchausen.
Julio Verne - Georges Méliès
Viaje a la Luna, proyectada en 1902 y con 14 minutos de duración, es el más conocido de los más de 500 cortometrajes producidos por el pionero del cine, Georges Méliès, entre 1896 y 1912. La imagen de un cohete en forma de bala metido en el ojo de una Luna molesta y dolorida, es una de las escenas clásicas de la historia del cine. La cinta estaba basada en dos populares obras, De la Tierra a la Luna (1865) de Julio Verne, y Los primeros hombres en la Luna (1901) de H. G. Wells y nos mostraba el primer alunizaje cinematográfico.
Viaje a la Luna cuenta la historia de los sabios excéntricos de un club de astrónomos de París, liderados por el profesor Barbenfouillis -interpretado por el propio Méliès-, quienes organizan una expedición al satélite, después de culminar uno de sus cotidianos congresos científicos. Para lograr su objetivo, construyen un obús espacial en el que se instalan para el viaje, el cual será propulsado por un cañón gigante. En la película se observa que el obús es introducido por unas coristas pertenecientes al teatro de Méliès. Los seis científicos embarcados van a parar en el ojo de una Luna. Cuando descienden, observan las curiosidades del suelo lunar y luego se acuestan para reponer energías. Pero su sueño es interrumpido por una ventisca y continúan con la exploración en la que descubren setas gigantes y extrañas criaturas.
La sorpresa se produce en el momento que hacen su aparición los selenitas -genialmente interpretados por unos acróbatas del Folies Bergère-, quienes se convertían en polvo al ser golpeados por los paraguas de los terrícolas. Al final, son llevados ante la presencia del Gran Rey de la Luna. Estando presos, se inicia una lucha y logran escapar volviendo a la Tierra con el obús cayendo desde un precipicio de la Luna. El proyectil espacial terminará estrellándose en el mar y arrastrando sin querer a un selenita que se había sujetado a su cola y que será exhibido en nuestro planeta con gran regocijo popular, mientras que los científicos son recibidos como héroes.
Si bien es una película corta, de tono irónico, humorístico, constituye el primer filme de Ciencia Ficción, al presentar uno de los temas que se harán habituales en el género: el viaje espacial. El tema era candente en la época en la que apareció el film porque el año anterior había aparecido la novela de Herbert George Wells con ese mismo tema. Hay que considerar Viaje a la Luna. Wells, escritor, novelista, historiador y filósofo británico, fue un autor prolífico que escribió en diversos géneros docenas de novelas, relatos cortos, obras de crítica social, sátiras, biografías y autobiografías
Fritz Lang
La última película muda de Fritz Lang, La Mujer en la Luna, resultó ser también una de sus obras más memorables. Filmada en 1929, a partir de un guion de su esposa Thea von Harbou (guionista de todas sus grandes películas de su etapa alemana), este film de ciencia ficción nos narra la primera expedición llevada a cabo a la Luna desde una perspectiva seria, diferenciándose de la visión más fantasiosa del Viaje a la Luna de Méliès.
Pese a sus 160 minutos, La Mujer en la Luna no llega a aburrir en ningún momento debido a que Lang divide el film en dos argumentos claramente diferenciados. Durante la primera parte, cuenta cómo el anciano profesor Manfeldt confía a su amigo el ingeniero Helius sus escritos sobre un posible viaje a la Luna que planean realizar. Manfeldt teme que una poderosa organización trate de robarle esos valiosos documentos en la creencia de que haya oro en la Luna. La película nos está hablando de cómo las organizaciones poderosas que dominan el mundo se hacen con el control de dicha expedición científica para hacerse con el posible oro lunar.
En una segunda parte, nos sitúa en el despegue de la nave espacial. Tanto la nave como los procesos por los que pasa antes del despegue están tratados con una veracidad digna de asombro. La dirección de Lang y los excelentes efectos especiales consiguen que, incluso hoy, no notemos los numerosos trucajes y maquetas que tuvieron que emplear para recrear la nave y la maquinaria que la pone en funcionamiento. El ingeniero Hermann Oberth asesoró a Lang sobre la construcción de la nave que el gobierno alemán ordenaría destruir.
La voluntad de realismo también queda patente al tratar la ingravidez o la fuerte presión a la que se someten los aeronautas cuando la nave despega. Aunque el ridículo científico sucede al olvidarse de la falta de gravedad y permitir que los personajes puedan respirar sin necesidad de bombonas de oxígeno.
Como curiosidad histórica, se decidió que los segundos antes del despegue se hicieran con una cuenta atrás por un motivo de lo más lógico: si se cuenta hacia delante el espectador no sabe en qué número despegará la nave, pero contando hacia atrás todos sabemos que despegará al llegar a cero, por tanto es mucho más eficaz hacer una cuenta atrás desde el punto de vista dramático, porque así se genera suspense. A raíz de este film cuando se decidió adoptar la cuenta atrás previa al despegue no sólo en más obras de ciencia ficción sino incluso en la vida real.
Otro aspecto importantísimo que no olvida Lang es la repercusión que tiene este acontecimiento en la sociedad de masas y de los medios de comunicación. Miles de espectadores, locutores de radio y cámaras de cine siguen emocionados el desenlace de ese hito histórico. Como dice uno de los personajes, “el mundo entero está viendo y escuchando qué hacen”.
Finalmente, el conferenciante aludió a la Luna en la Posguerra 1950 con referencias a Von Braum y a Koroliev, padre de la cosmonáutica soviética, finalizando con el libro de Hergé: Tintín Objetivo: la Luna. Gracias a los cómics, Tintín viajó a la Luna 20 años antes que Apollo 11…
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