Imaginemos que Messi o Rafael Nadal tienen un mal día y se ven implicados en dos asesinatos como principales sospechosos. Y, además, se interrumpe el partido Barcelona-Madrid, para retransmitir su huida en directo durante horas, seguidos por decenas de vehículos policiales y cientos de paparazis. Solamente si hacemos un esfuerzo de imaginación perversa de este tipo, podremos aproximarnos a lo que supuso para los EEUU el llamado “Caso O.J. Simpson”. No es raro que en varias ocasiones el suceso haya sido tratado en episodios de distintas series (incluida Los Simpson [1989-hoy] o South Park [1997-hoy]) y videojuegos y que, incluso hoy, el personaje (que languidece en una cárcel purgando una condena por robo y secuestro en un hotel de Las Vegas), atraiga la atención del público norteamericano. Esta miniserie cuenta una parte de su historia y es el producto de ese interés de aquella sociedad por el que fue uno de los mayores “héroes americanos” de los años 70 y 80.
El gigante de la TV en streaming, Netflix, se quedó con los derechos mundiales (salvo para Canadá) de la serie más nominada para la 68ª edición de los Emmy: en efecto, The People v. O.J. Simpson: American Crime Story aspiró en 22 ocasiones a recibir la estatuilla con forma de mujer alada que premia la excelencia en la pequeña pantalla, ofrecida por la Academia de Televisión de los EEUU. Finalmente se llevó 5, incluyendo el de la Mejor Miniserie de TV. El título es suficientemente elocuente de la temática de este producto: el juicio contra el popular jugador de fútbol americano, Orenthal James “O.J.” Simpson por el asesinato de su ex esposa, Nicole Brown y del camarero Ronald Goldman. La idea de esta serie nació en los laboratorios creativos de la 20th Century Fox y durante unos meses se emitió solamente para el público norteamericano Sin embargo, Netflix terminó interesándose por ella y difundiéndola por todo el mundo.
La serie ha recibido elogios unánimes. Cuesta encontrar puntos débiles a esta cinta que, en realidad, es una crónica de todo lo que sucedió desde el momento en el que un noctámbulo que paseaba a su perro, encontró dos cadáveres ensangrentados abandonados en un callejón de Los Ángeles que llevaron esa misma noche, directamente, a la mansión de O.J. Simpson, hasta el momento en el que se queda solo en esa misma mansión después de conocer la sentencia absolutoria. El hecho de que sepamos cómo acabó el juicio por estos crímenes no es obstáculo para que cada episodio de esta serie resulte sorprendente, especialmente para el público no estadounidense. En efecto, la serie tiene dos elementos absolutamente necesarios para la comprensión de por qué se llegó a una sentencia absolutoria, cuando todas las pruebas apuntaban hacia la culpabilidad del acusado: la contextualización del juicio en el clima de tensión racial en los EEUU generado por el apaleamiento de Rodney King y las miserias del sistema judicial norteamericano.
Poco antes del estallido del “Caso O.J. Simpson”, se habían producido violentísimos estallidos de violencia en los EEUU a causa de la absolución de los policías acusados del apaleamiento de Rodney King. Éste, un taxista de raza negra, en libertad provisional, contaba en su haber con un historial delictivo previo cuando intentó huir de la policía que le había dado el alto. Después de una persecución a altísimas velocidades, el taxi de King se detuvo siendo apaleado por la policía. Un videoaficionado grabó el episodio y las imágenes fueron reproducidas en todo el mundo. Los cuatro agentes implicados se sentaron en el banquillo acusados de “uso excesivo de la fuerza”, pero un jurado de mayoría blanca, los absolvió. Fue en ese momento cuando estallaron los disturbios raciales. Era el 29 de abril de 1992. Cuando aún no se habían extinguido los ecos de aquella revuelta negra, el 12 de junio de 1994, aparecieron los cuerpos de la ex esposa de O.J. Simpson y del camarero. Se temió que la sentencia de este proceso reprodujera los incidentes. Este elemento se tiene en cuenta en las primeras escenas de la serie cuando se reproducen las impactantes imágenes tanto de la agresión contra Rodney King (que falleció, finalmente, en 2012 ahogado en su piscina tras haber consumido alcohol, marihuana y cocaína), como de los disturbios raciales que siguieron. El espectador entiende, a partir de ahí, que el juicio contra O.J. Simpson no iba a ser un juicio más por doble asesinato, sino que se presentaría como el juicio de un “hombre negro admirado por los negros”. Se temía que una condena llevara a nuevos incidentes raciales.
Pero, aún en este contexto histórico, el otro país, con un sistema judicial distinto, difícilmente O.J. Simpson se hubiera librado de una sentencia condenatoria. En los EEUU, sin embargo, la absolución no depende de la endeblez de las pruebas en contra, sino de la habilidad de los abogados defensores para litigar y encontrar argucias que inhabiliten las líneas de la acusación por contundentes que sean. La absolución dependerá del circo mediático generado en torno al caso, tendrá que ver igualmente con la composición del jurado, con la personalidad del acusado y su proyección ante la opinión pública, e incluso con lo adecuado de los modelitos y peinados utilizados por defensores y fiscales… ¿Y el hecho en sí de la abundancia de pruebas objetivas incriminatorias? ¿Y la justicia? Eso es completamente secundario y el trabajo de los defensores consiste en desviar la atención de los hechos objetivos y concentrarse en distracciones accesorias… En última instancia, ser condenado o absuelto es un problema de inversión: quienes pueden permitirse el lujo de pagar una buena defensa es muy probable que logren salir absueltos; las cárceles de aquel país, por el contrario, registran la presencia de cierto número de inocentes defendidos por simples abogados de oficio. Así son los EEUU y así es el simulacro de justicia que nos transmite esta serie.
A partir de estas dos premisas, el espectador, especialmente en Europa, se va sorprendiendo cada vez más por lo que está viendo y, sobre todo, por el hecho de saber que lo narrado ocurrió verdaderamente. La personalidad de O.J. Simpson se revela como una extraña mezcla de individuo violento e infantil, superficial, indeciso, incapaz de adoptar decisiones racionales y que, para colmo, convencido de que, gracias a sus millones y a su éxito profesional, dejado de ser negro: “Yo no soy negro, soy O.J. Simpson”, exclama en algún momento. Cuba Gooding asume este difícil papel, después de unos años en los que su carrera había experimentado un bajón, logrando una interpretación convincente (especialmente en los dos primeros episodios) y muy próxima a las reacciones y actitudes que mostró el personaje que encarna. Sin embargo, la película se sostiene sobre otras dos “patas”: la fiscal Marcia Clark que llevó la acusación, interpretada por Sarah Paulson (a la que ya habíamos visto en serie como Law &Order [1994], American Gothic [1995-1996], Los soprano [1999], Nip/Tuck [2004], Studio 60 on the Sunset Stip [2006-2007], Anatomía de Grey [2010] y American Horror Story [2011-hoy]) y el equipo de abogados defensores entre los que destaca el siempre carismático John Travolta (interpretando a Robert Shapiro), David Schwimmer (el ex Friend y padre de las “chicas Kardashian”, que aquí pasa a ser amigo íntimo de Simpson y uno de sus defensores) y Courtney B. Vance (que cumple 25 años en la escena desde aquella primera intervención como actor de reparto en La caza del Octubre rojo [1990] y cuya actuación como abogado Johnnie Cochran le valió un Emmy como Mejor Actor Principal). Trabajos excelentes los de todos ellos.
El argumento se basó en el libro de Jeffrey Toobin utilizado por Ryan Murphy (creador y director de series como American Horror Story) para componer el guión y que dirigió también la mayor parte de los episodios. El resultado ha sido una serie que rozaba el límite de la excelencia y que, sin duda, sorprenderá más fuera de los EEUU (en donde se conoce poco del caso, aparte de la sentencia absolutoria) que dentro de aquel país. Es una serie –quizás, involuntariamente- aleccionadora sobre cómo no debe de ser un sistema judicial.
Gustará a los que amen películas de juicios y de abogados, a los que hayan seguido la crónica reciente de los EEUU y les falten piezas para componer el puzle de qué es y cómo es aquel extraño país; sorprenderá primero y encantará después a los capturados por el carisma de Travolta y por las interpretaciones de Cuba Gooding. Hay que advertir que esta serie tiene un riesgo: cuando el espectador ve el primer episodio, se siente atrapado, tiene necesidad de conocer el siguiente, y otro más, y otro, y así hasta llegar al final, lo antes posible. Es como una droga dura. Recomendable en grado extremo.
FICHA:
Título original: The People v. O.J. Simpson: American Crime Story
Título en España: American Crime Story
Temporadas: 1 (10 episodios)
Duración episodio: 42 minutos
Año: 2016
Temática: Biografía
Subgénero: Crimen
Actores principales: Cuba Gooding, John Travolta, Curtney B. Vance, Davd Schwimmer, Sarah Paulson, Sterling K. Brown, Kenneth Choi
Lo mejor: el recuerdo final a las dos víctimas que cierra el décimo episodio final.
Lo peor: que acabe con la sentencia absolutoria.
Puntuación: 8
Web oficial:
Video clip: https://www.youtube.com/watch?v=nAyn1gDBc7s
¿Cómo verlo?: Se emite en exclusiva a través de Netflix.
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