miércoles, 10 de junio de 2015

Oporto II... senderos frontera con el agua



Oporto II

Son las 7h y ya estoy a punto de llegar al R. Passeio Alegre esquina R.Aleixo. Llego al río Duero como si el recorrido fuera dejar la bolsa de basura en el contenedor más próximo. Ya estoy rumbo a la desembocadura del río Duero y la mañana me sorprende en frío, la falta de sol tapando otra dimensión y el intenso aire. Que delicia volver a oler el aire yodado del mar. No se si podría estar lejos de esa energía de iones negativos que vuelan en esa megabatidora. Igual que a la masa de los helados se bate para que las burbujas de aire creen una delicia en nuestro paladar y en nuestros sentidos... al mar le pasa exactamente lo mismo. Si. Hay agua salada, yodo, sustancias de todo el cultivo marino, algas, arena batida: ese es el cóctel que en forma de microparticulas nos impregnan la piel, lo ojos, la ropa y al final como un misterioso perfume nos anima, nos relaja, nos sentimos felices. A pesar del viento, no he querido llevar el cabello recogido con una trenza o una coleta. Yo pienso como los indios americanos con la energía del cabello. Parecía un souffle, con la humedad se ondula.


Bien a lo que iba. He comenzado a caminar y mi objetivo era llegar hasta la Plaça de Gonçalves Zarco/Castelo do Queijo. No tenia muy claro si lo iba a lograr ya que mi casera me comentó que era mucha la distancia. Si, nada menos que unas 2 horas y algo. Me ha hecho gracia conseguirlo y llegar porque quería fotografiarme con la escultura de Janet Echelman, una estructura que resiste al viento y al Sol y que baila al ritmo de la brisa. Me quedo embobada mirando lo que hace el aire bailando con el tejido. Aunque también lo imagino dentro del mar mecido por las corrientes. Una red roja como para atrapar langostas. En fin. Antes de llegar como se puede entender estaba algo desesperatida buscando un baño en alguna cafetería pero nada no había nada abierto dado que hoy es día de fiesta. Todo cerrado, ah bueno, menos los chinos en el centro de Oporto.


Encuentro un bar acristalado de playa y la música de Louis Armstrong. Un té y toillets. He vuelto y la música era de los años 40 o 50 con esas magnificas orquestas americanas. Madre de dios que lujo. El esfuerzo del silencio lo veo recompensado con buena música. 


Este viaje de caminar, caminar y caminar me siento Forrest Gump. Estoy practicando un yoga del silencio muy visual.


Las mujeres de Oporto.


Voy a hacer la fotografía de la calle. Las mujeres parecen masculinizadas, no solo en su aspecto físico, sin lugar para que el color ilumine su otro, ni un rimmel, ni un pintalabios, ni maquillaje. La forma física es potente. Su voz tanto o mas fuerte que la de los hombres. Si hay varias, forman tal escándalo que parecen que se estén peleando, pero nada más lejos de la realidad. Y algo asqueroso... escupen, pero nada de hacerlo discretamente porque te estés ahogando no, que va, con energía en la garganta. Hasta me he reído por lo exagerado y eso que de normal a mi me incomoda. Escupen como lo haría un hombre, con rotundidad, escándalo y sonoridad. Yo elevo las cejas intentando no pronunciar: madre de dios..!


Posiblemente si fueron, son y serán esposas de pescadores o piratas y se quedaban guardando las casas haciendo frente a otros piratas, desalmados o asaltadores creo que se vieron obligadas a enseñar sus armas disuasivas. Algo similar aprecie en Malta. Las mujeres me parecieron gaviotas muy gritonas. Por ahí tengo la reseña del viaje.


martes, 9 de junio de 2015

Oporto I... edificos abandonados como entrañables camisetas de hombre

Oporto I

Son las 6:30h de la mañana y salgo a caminar por la Rivera del Duero a la altura de R. Aleixo, en dirección al casco antiguo de la ciudad. Fantástica la hora y fantástica la situación de la casa, donde estoy y donde esta situada.

Parece que es una zona marinera de familias de pescadores donde se cocinan estupendos arroces, bacalaos y pulpos. Un simple caldo de pollo está de lujo porque es igual al que hacían las abuelas pero en el 2015.

Me dice mi casera que en los bares de esta zona se socializan pescadores y hombres con un prestigio profesional internacional, tomando unos vinos... como hombres en territorio de nadie.

Hay medio camuflados talleres de arquitectura como si al buscar el anonimato se pudiera trabajar mejor y se hiciera justicia a los excesos que los brillos del ego someten a las almas. Aquí los egos se normalizan como hombres desnudos ante la vida.

Me han presentado Oporto en relación a Lisboa. Oporto es muy... masculino, muy hombre y muy niño, y como tal sello, se encuentra en los edificios que cubren su orografía. Lisboa es la niña bonita, la mujer fascinante... la femineidad. 

Alex me comentó que le gustaba su ciudad, y me lo decía como una mama recibe a una amiga y al enseñar su casa le avisa que al abrir la habitación de su hijo lo tiene decorado todo muy a su aire. Pero es una mama o una esposa que le gusta la masculinidad y valora la diferencia. A lo que iba: si me fijaba en los edificios iba a encontrar edificios reformados y edificios abandonados y que la dualidad estaba asumida desde la normalidad. El caos armonioso.

Hoy he tenido la paciencia de subir, bajar, vuelta a subir, a bajar las pequeñas colinas de Oporto y no he parado de ver las fachadas de sus edificios con raxolas, manises muy singulares y muy bellas.

Oporto conserva sus edificos abandonados como el hombre guarda sus camisetas milenarias... por poner un noseque de tiempo.

Es muy difícil que un hombre tire, abandone su camiseta mas querida y no por menos mas roñosa, mas usada. Imposible. Las mujeres somos incompatibles con los hombres, queremos masacrarlos en sus objetos mas queridos. Seguro que hay escrito en Google algún sufrido hombre al que la mujer le ha tirado las pantuflas mas al limite de la salubridad que uno se puede llegar a imaginar.